Sus tres primeros libros son meras transcripciones de conferencias, editadas por distintas personas. La enorme influencia que tuvo fue personal, no por sus libros.
El mayor valor de la obra de Schaeffer hoy no está, para mí, en la historia crítica del pensamiento occidental que hace en Huyendo de la razón, ni en la razón apologética de sus dos primeros libros, Dios está ahí y Él está presente y no está callado, sino en los libros que vienen a continuación. Aunque en realidad él no escribió ninguno de ellos. Son meras transcripciones de conferencias, editadas por distintas personas. La enorme influencia que tuvo fue personal, no por sus libros.
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Para entender y apreciar a Schaeffer tienes que olvidarte de lo que dice en la contraportada de sus libros. No fue un gran erudito, filósofo o teólogo. Era fundamentalmente un evangelista, que llevó a los evangélicos en los años 60 y 70 del separatismo de una subcultura al diálogo con la realidad cultural contemporánea. Muchos no han llegado siquiera a esa fase. Se quedaron en el fundamentalismo de su primera época. Otros acabaron como él, en una campaña de rearme moral que ha llevado al actual activismo político partisano, pero esa es otra historia de la que ya hablaremos después.
Supongo que hoy somos ya una minoría los que nos quedamos en aquella época en que crecimos con él y nos sentimos ajenos, tanto del pietismo de unos como del moralismo de otros. Él lo llamaba “el cristianismo de la Reforma”, aunque ahora muchos de los que se consideran “reformados” suenan más pietistas y moralistas que lo que Schaeffer llamaba “la fe de los reformadores”. De cualquier modo, su figura es interesante para todos, porque representa en cierto sentido las tres fases del cristianismo evangélico en el siglo pasado. Es representante de lo que hemos sido, llegamos a ser y somos ahora, como evangélicos.
[photo_footer]Las conferencias que dio en la universidad evangélica de Wheaton College son la base de sus libros de los años 60 y 70.[/photo_footer]
Biógrafos como Harry Hankins consideran que fue el artículo de la revista Time en 1960 el que le convierte en esa “estrella evangélica americana”. En aquella época, el semanario marcaba todos los movimientos históricos, pero más aun, la consagración de ciertas figuras como claves para comprender una época. El artículo se titulaba Misión a los intelectuales. Viene por un periodista que alerta al corresponsal de Time en Ginebra de la necesidad de visitar y escribir sobre L´Abri.
En la revista, Schaeffer dice que “el protestantismo se ha vuelto burgués”, algo muy importante para entender el carácter contracultural de Schaeffer entonces, que como dijimos, le interesa más la cultura marginal que el protestantismo “moderno” de las iglesias históricas, que se quedó anclado en la “alta cultura” hasta el día de hoy. En la entrevista él observa que es algo que apela “sólo a la clase media, pero no a los obreros e intelectuales".
La relación de Schaeffer con estudiantes comienza cuando a partir de 1955 empieza a ir a la Universidad de Lausana una vez a la semana para hablar con algunos en el cuarto trasero de un pequeño café cercano, Hasta 1964 las únicas universidades donde da conferencias son británicas. Va a Cambridge, Oxford, Londres, St. Andrews, Durham y Manchester, ninguna de Estados Unidos hasta 1964. Estuvo una década en Europa, sin volver a su país. Sus libros, sin embargo, nacen de su regreso a América, donde da las conferencias que se convierten en su obra literaria.
El año 1964 llega a Boston para hablar en la Universidad de Harvard. Le llevó Harold Brown, el pastor de estudiantes de la iglesia congregacional de la calle del Parque, que tiene una larga historia evangélica en una denominación que no lo era especialmente. El pastor principal era entonces Ockenga, el fundador del seminario de Fuller. Las conferencias de Schaeffer estaban en un ciclo de Pensamiento Cristiano Contemporáneo, donde había ido el filosofo reformado holandés Dooyeweerd o el teólogo ortodoxo oriental Florovsky. Uno de los estudiantes que las escuchó fue Ronald Wells, que fue luego profesor de historia en Calvin College.
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Es en ese centro del “neoevangelicalismo” que es Wheaton donde Schaeffer tiene el mayor impacto con sus conferencias. Asociado ya a Billy Graham, este centro histórico abolicionista se había convertido en la base del pensamiento evangélico contemporáneo. Schaeffer habló por primera vez allí en 1965, toda una semana, antes de ir a Westmont College en Santa Barbara. Un estudiante como Chuck Weber, luego también profesor del centro, venía de Nueva York, donde había conocido la obra del pintor abstracto Jackson Pollock. Nunca había escuchado a un evangélico mencionar su nombre hasta oír a Schaeffer.
[photo_footer]Schaeffer habló por primera en la Universidad de Wheaton en 1965, cuando el histórico centro abolicionista se convierte en la base intelectual del nuevo evangelicalismo con Billy Graham.[/photo_footer]
A alguien como Weber le llamó la atención, como a todos, la pronunciación de ciertos nombres como el Renacimiento, por su dislexia. Recuerda que leyó un poema sobre la falta de sentido en la vida y la gente se empezó a reír. Schaeffer se paró muy serio y casi llorando les preguntó cómo podían reírse de “gente que iba al infierno”. Nadie olvidó aquel momento. Era uno de esos instantes proféticos de Schaeffer, que hizo que muchos no pararan de hablar de él durante muchos años.
Cuando vuelve en 1968 a Wheaton su aspecto era muy diferente. Habla antes en un teatro de Chicago, la ciudad cercana, así como en un programa de televisión por la mañana de la importante cadena NBC. Un estudiante de primer año en Wheaton entonces, Roger Lundin, acababa de convertirse al cristianismo. Luego sería profesor de literatura allí. Lo primero que le llamó la atención de Schaeffer fue su barba. En aquella época, todavía solo uno o dos profesores y un par más de estudiantes llevaban barba, pero ninguno como él, tipo chivo con una larga melena. Y nunca habían visto a alguien con esos pantalones bombachos, estilo tirolés. A alguien como Lundin no le entusiasmaron sus libros, pero nunca olvidó sus conferencias.
[photo_footer]El año 1968, Schaeffer conecta con la influencia de la contracultura en estudiantes de Calvin College como Marsden o Schrader.[/photo_footer]
En la universidad de la Iglesia Cristiana Reformada en Grand Rapids (Michigan), estaba, también en 1968, otro gran historiador del movimiento evangélico en el siglo XX, George Marsden. El era estudiante entonces y estaba en la redacción de una publicación que entró en conflicto con las autoridades de Calvin College, The Spectacle, donde estaba también el futuro guionista de Scorsese en Taxi Driver y Toro Salvaje, Paul Schrader. Marsden había pasado por L´Abri y las charlas no le decepcionaron.
Marsden nos recuerda que Schaeffer no tenía ninguna pretensión académica. De hecho, despreciaba la pomposidad de las “clases magistrales”. Hablaba sencillamente del valor del cristianismo también para el intelectual del siglo XX. Citaba multitud de nombres, pero muchos de ellos chocantes para el público cristiano. Le encantaba, sobre todo, hacer referencias a libros y películas consideradas como “sucias”, para cualquier persona moralista o religiosa, por la indecencia de sus temas y la obscenidad de su lenguaje e imágenes. Tenía siempre algo de provocador.
Lo más importante para Marsden es que evitaba los dos principales errores de la apologética cristiana contemporánea. Uno es que va dirigida siempre finalmente a cristianos. Pretende hablar al no creyente, pero no conoce su lenguaje, ni sus referencias. Se dedica en realidad a dar respuestas a preguntas que nadie hace. Y los únicos que se benefician realmente de ella son los cristianos. El segundo error de la apologética evangélica, para Marsden, es interesante también. Se refiere a la reticencia con la que Schaeffer cita la Biblia. Para él, es un acierto que él no utilizara tanto la Escritura, al hablar con gente que no cree en ella. Para mí, este es uno de los más claros ejemplos del distanciamiento de Schaeffer de su época fundamentalista.
Las conferencias que dio Schaeffer en América en los años 1964 y 1965 son las que conforman su primer libro, Dios está ahí. Él tenía un texto escrito a máquina de las charlas en Harvard, el Instituto de Tecnología de Massachusetts y Filadelfia. Pensó en publicarlas a la vez que Edith, el libro sobre L´Abri. Poco después tenía la transcripción de las conferencias que dio en Swanwick (Inglaterra) que forman Huyendo de la razón. Los dos aparecieron en 1967 en Gran Bretaña con una editorial de distribución secular, Hodder & Stoughton, así como en 1968 en Estados Unidos en la casa del movimiento estudiantil evangélico Inter-Varsity.
[photo_footer]Schaeffer piensa en publicar las conferencias que dio en Harvard el año 1964, cuando Edith publica su libro sobre L'Abri con estas fotos de portada.[/photo_footer]
Muchos han observado que hay una gran diferencia en el estilo de sus dos primeros libros con los demás. La razón está en el editor que dio forma al texto de las charlas. En el caso de los primeros es Richard Ducker, que las había grabado, siendo uno de los primeros “estudiantes” de L´Abri. Las otras tienen un estilo mucho más ágil y fluido, que viene del editor de Inter-Varsity, James Sire. Desde el tercer libro, El está presente y no está callado –publicado en Miami por Logoi en 1974–, Schaeffer ya solo tiene notas de las conferencias, que son grabadas y transcritas posteriormente.
La trilogía, que es la única que está ahora disponible en inglés en un solo volumen, no me parece tan interesante hoy, como los libros que hicieron a continuación. Es una introducción a la apologética, pero que no va más allá de que Dios está ahí. En parte porque Schaeffer no creía que la apologética era llamar a “aceptar a Cristo”, pero también porque entonces caminaba en una fina línea entre el presuposicionalismo de la noción agustiniana que había aprendido en Westminster, de que la fe precede al entendimiento, y la evidencialista del fundamentalismo que cree que el conocimiento precede a la fe. Él afirma contradictoriamente ambas cosas en estos libros, pero luego deja ya el argumento racional en sus siguientes libros que, habrán adivinado ya, son los que prefiero.
Lo valioso del primer libro es el valor que da a la verdad. El problema es que ella precede hasta a la propia Escritura, por lo que no se entiende la manía que tiene a la teología de Karl Barth. Cree que el problema actual es el relativismo, pero usa el término “antítesis” de forma ambigua. A veces es sinónimo de la teología que considera liberal de Barth, pero otras es algo positivo, el hecho de que Dios existe objetivamente en contraste a su posible no existencia. Lo que te quedas es con su famosa “línea de la desesperación”, pero por lo demás este tipo de apologética me parece un auténtico galimatías. La clave para mí es que las notas que están en la base de este libro son ya de 1948, cuando estaba en pleno fundamentalismo.
El problema con Huyendo de la razón es otro. Primero, que ve todos los problemas del pensamiento actual en Aquino, en vez de la Ilustración. Tiene una visión particular de la historia, que utiliza términos que nadie usa. Así. por ejemplo, “bizantino” es, para él, considerar las cosas celestiales como las únicas importantes, sin realismo alguno. Aunque está claro que Aquino no entiende el efecto de la Caída en la razón, tampoco se puede decir que eso lleve a una visión de la razón como autónoma. Lo que pasa es que ahora el mundo evangélico está más cerca del católico en su influencia de la teología natural, mientras que Schaeffer tiene el típico punto de vista protestante.
Si Aquino y Kierkegaard fueran todo el problema, sería cuestión de detalle, el asunto. Lo que pasa es que su visión no es sólo general, sino rara en sus énfasis. La base, que podría encontrar para su argumento en la Ilustración, pasa apenas por encima de ello, para centrarse en la distinción que hace entre “los humanistas” y los reformadores. La cuestión es quienes son esos humanistas, ¿Moro y Erasmo? ¿O el Renacimiento italiano de Padua? Es evidente que la Reforma se opone al humanismo que va a prevalecer en la tradición católica, pero de ahí a decir que eso lleva a la autonomía individual moderna, hay un abismo.
[photo_footer]Grau traduce el artículo de Schaeffer sobre cómo escribió sus libros, que acompaña la guía de estudio de su trilogía inicial.[/photo_footer]
Es algo cansino, incluso inútil, entrar en detalle en los problemas del desarrollo histórico, tal y como él lo traza. A favor suyo, hay que decir que cambió cosas en ediciones posteriores. Así, en las obras completas de 1982, distingue a Kierkegaard de como otros han entendido su pensamiento, algo muy diferente a lo que dice en 1968. Y no digamos en 1965, donde duda incluso que sea cristiano. Otro problema es Hegel, que tampoco se puede decir que era un relativista, como creía Schaeffer.
Él toma nota de las primeras críticas que recibe de filósofos cristianos como Arthur Holmes o Stephen Evans en Wheaton, inmediatamente después de las conferencias. Lo que pasa es que eso no se refleja en sus libros, que ni siquiera edita él. Sire empieza a intervenir a raíz de la publicación de un libro de un graduado de filosofía de Yale llamado Thomas Morris, que critica su argumento racional para demostrar al Dios personal trino. Él actualizó la obra en 1987, que enseñaba en Notre Dame, pero Schaeffer ya había muerto en 1984. Hankins cree que a Schaeffer le perturbó mucho la crítica de Morris.
Lo que pasa es que su preocupación venía porque creía que citaba equivocadamente algo que él no había escrito, pero que apareció en un artículo publicado en la revista Eternity. El texto se titula Cómo llegué a escribir mis libros, traducido por Grau para la revista Panorama Evangélico –que yo mismo editaba para Gili por las tardes en mi primer año de estudiante de periodismo en la oficina de Evangelismo en Acción, detrás de la Plaza de Toros de Madrid–. Para Sire, lo que decía Schaeffer era posible, ya que él mismo no escribía la mayoría de lo que se publicaba, pero cuando Steve Board de Eternity busca la cita, ve que no está en el artículo, sino en el libro Dios está ahí. Acortando una larga historia, se trataba de si Schaeffer creía o no que por la razón se podía conocer la verdad, además de por la Revelación. Sire concluye que Morris no entiende el uso particular que da Schaeffer al termino “presuposición”. Debería haber ido a Suiza y aclarar con él, lo que quería decir, pero también Schaeffer es contradictorio en el papel que le da a la razón.
Schaeffer escribió a Sire –que yo mismo conocí al traducirle cuando estuvo dando una conferencia en Madrid con los Grupos Bíblicos Universitarios, antes de morir en el 2018– que tenía una respuesta a Morris en veintidós páginas. El consejo del editor fue no publicarla. Primero, porque el libro de Morris no se conocía más que en círculos de filósofos cristianos y eso sería darle más publicidad. Y segundo, había una diferencia en el uso del término “presuposición”, que hacía toda la discusión incomprensible. Así lo hizo Schaeffer. En ese texto inédito cita con aprobación, curiosamente, al teólogo reformado Gordon Lewis, diciendo que “solo la fe que cree en Dios sobre la base del conocimiento es verdadera fe”.
Para entender el valor de la obra de Schaeffer hoy hay que ir más allá de los libros, que son a menudo un pálido reflejo de lo que era él y un medio indirecto para conocer su pensamiento, que estaba siempre en evolución. Lo que cambió la vida de todos aquellos jóvenes no fue su argumento racional. Era darse cuenta de que el problema no era la música que escuchaban, ni el pelo largo. Era entender el deseo de autonomía que había tras esa contracultura del rock, la droga y el sexo libre. Al verse solos en el universo, no encontraban sentido a su vida. Su problema no era primeramente moral, sino espiritual.
El prefería, por cierto, el término “pre-evangelismo” para su apologética. Es el enfoque de Alister McGrath, por el cual la apologética no es evangelización. Está entre la filosofía y la teología, pero como dice el profesor de Oxford, es un “construir puentes”, aclarar y responder a objeciones, pero sin el desafío todavía que supone el Evangelio. Tiene un papel modesto, pero valioso, si se ve en términos de dialogo y explicación, no de discusión y ataque, como la mayor parte de los creyentes la entienden, equivocadamente.
Lo más interesante de su obra literaria viene, además, a continuación. Yo creo que La verdadera espiritualidad o Muerte en la ciudad son obras mucho más importantes hoy en día que la trilogía inicial. En ellas se libra ya de toda confianza en la capacidad de la razón humana para discernir esa verdad que él llama “proposicional”. Y muestra la esencia de la fe cristiana, que es “la justificación y santificación por actos sobrenaturales de Dios”. De ello hablaremos en la siguiente entrega…
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