Laura Pérez, la universidad como campo de misión

Laura Pérez es de Pontevedra y dice que “cumplo el cliché de gallega enamorada de mi tierra. Sobre todo, ahora que desde hace casi 4 años vivo en Madrid con mucha morriña”.

Está soltera y estudió Lengua y Literatura inglesas y posteriormente, en el Máster, se formó para la enseñanza en Educación Secundaria. Pero hace 4 años, mientras preparaba unas oposiciones, “entregué a Dios esos planes para dar un paso de fe y compromiso y dedicarme a tiempo completo al ministerio”. 

Como fruto de esa decisión “Dios me sacó de mi tierra y me trajo a Madrid, donde trabajo como asesora con los Grupos Bíblicos Universitarios”. Donde, pese a su morriña, se siente “completamente acogida, cuidada e integrada por mi iglesia actual, Agua de Vida de La Vaguada”. 

Respecto a su experiencia espiritual, nos dice que “Recuerdo ser muy consciente de la presencia de Dios en mi vida cuando era muy pequeña, ya entonces desarrollaba sin darme cuenta un llamamiento muy claro a la evangelización en mi clase. Sin embargo, la adolescencia sacudió fuerte mi espiritualidad y mis creencias, y fue en la Universidad cuando mi fe en Jesús resucitado se consolidó y se convirtió en algo que no solo experimentaba, sino que le daba sentido a la realidad.

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Asun Quintana.- ¿Qué labor realizas en GBU?

Laura Pérez.- Mi trabajo se basa en desarrollar la iniciativa de los estudiantes que se involucran en GBU en sus campus, para que ellos puedan llevar a cabo la misión que tienen de seguir a Jesús y darlo a conocer en el lugar al que Dios les envía de lunes a viernes, ya que ese es su campo misional.

Esto conlleva formarlos en la Palabra y en cómo compartir su fe, acompañarlos en su paso por la universidad y guiarlos cada curso en su trabajo como líderes de una asociación universitaria, con toda la organización que eso supone. 

Es un trabajo de continuo cambio y renovación, suelen ser solo 4 años que pasan por ahí, pero son años de su vida fundamentales y el trabajo con ellos es una inversión en el futuro liderazgo de la Iglesia y de los diferentes campos del mundo profesional en el país.

AQ.- ¿Cómo ves a los jóvenes universitarios? 

LP.- Una parte especial de mi trabajo es poder ver con perspectiva las particularidades de cada generación de estudiantes que pasa. En esta generación veo a más jóvenes más comprometidos con las consecuencias de su fe en Jesús y con el Evangelio. Los veo más implicados con la misión de hacer discípulos y más valientes a la hora de compartir su vida espiritual con sus amigos. Buscan a Dios con pasión y de forma genuina.

Esto también va de la mano de ver a una generación de universitarios de otros contextos no cristianos que están mucho más abiertos a la espiritualidad, con un interés genuino en saber más sobre Dios y la Biblia y con menos prejuicios y reticencias. 

Estoy convencida de que Dios ha preparado a una generación de jóvenes cristianos especial para este momento tan diferente cultural y socialmente. 

AQ.- ¿Qué estrategias usáis para evangelizar en la universidad? ¿Qué herramientas tenéis?

LP.- Nuestro enfoque de la evangelización se basa en comprometernos con la Palabra y con la sociedad, para establecer una conexión entre ambos. 

La primera “estrategia” es la evangelización personal: animamos a los estudiantes a ser luz para las personas más cercanas a ellos. Es en esas relaciones de confianza donde su testimonio tiene más impacto. Para esto, es importante que sepan estar presentes y genuinamente involucrados en lo que pasa a su alrededor, con las personas con las que comparten esos espacios.

También invertimos en la evangelización en grupo: las reuniones semanales son un espacio en el que invitan a estos compañeros de clase a leer la Biblia, hacer estudios para buscadores y otras actividades pensadas para acercarlos a Jesús.

Por último, creemos en el poder de la proclamación pública del evangelio: organizamos eventos dentro y fuera del campus en los que se presenta el evangelio, siempre de forma contextualizada y respondiendo a las preguntas, preocupaciones y anhelos de los universitarios. 

Algunas otras herramientas que tenemos son: los estudios bíblicos (acabamos de sacar un recurso de estudios bíblicos para buscadores con la editorial Andamio, que está pensado para responder a los temas que más preocupan a los jóvenes españoles hoy, se llama Una historia mejor), la apologética y los eventos con arte, música, comida y charlas evangelísticas. También usamos herramientas que nos ayudan a contextualizar todo esto, a “leer” el campus y entender en qué punto están las personas para acercarnos a ellas.

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AQ.- ¿En qué estamos fallando en cuanto a los jóvenes en las iglesias? 

LP.- Para entender la desconexión con los jóvenes, creo que tenemos que reconocer primero la velocidad, cada vez más acelerada, con la que cambia su cultura particular. Uno de sus efectos es que dificulta más entender su mundo, entenderlos a ellos, conocerlos y establecer una conexión auténtica.

Pienso que nos cuesta hacer espacio para ellos, involucrarlos y llevar el Evangelio y la Palabra a donde ellos se encuentran como generación. 

No tengo del todo claro en qué podemos estar fallando como Iglesia… quizás no sabemos atravesar la distancia cultural que nos separa de ellos. 

Algo que sí veo de forma generalizada es que en los últimos años parece haber costado el relevo generacional. Es una conversación bastante presente en mi grupo de amigos. Entre otras cosas, solemos comentar que hay una moneda de dos caras: vemos la falta de invertir tiempo en involucrar, delegar y confiar en los jóvenes, y a la vez vemos el efecto de una generación muy afectada por la cultura individualista, cómoda y del entretenimiento, que huye de todo lo que implica entrega y sacrificio. 

Por último, diría que seguimos teniendo como tarea pendiente el aplicar un discipulado bíblico, comprometido y que catalice el poder transformador del Espíritu Santo. 

AQ.- ¿Cómo ves la situación actual de la mujer en las iglesias, denominaciones y entidades evangélicas? 

LP.- Veo que la situación sigue cambiando y, cada vez más, se nos da voz y espacio en lugares estratégicos. Se nos afirma en nuestros dones, llamamientos y capacidades. Se reconoce nuestra posición de colaboradoras de Dios en su gran misión, al igual que los hombres. 

Pienso mucho en ejemplos de mujeres visibles que tengo cerca, como el de Carolina Bueno, actual secretaria ejecutiva de la FEREDE, y en el privilegio que es que ella nos represente a nivel institucional como Iglesia Evangélica en España. 

Lo único que me apena es que ejemplos así sean la excepción. La realidad es que la gran mayoría de los modelos visibles en el mundo evangélico son hombres. En todos los eventos a los que voy, las listas de formadores, conferenciantes, líderes, los comités en los que participo y las reuniones a las que asisto, sin importar la denominación, el perfil mayoritario es siempre el mismo, las mujeres somos la excepción. 

AQ.- ¿Qué se puede hacer para que la mujer se integre con todo su potencial personal, intelectual y espiritual en la labor del Reino de Dios y sea reconocida?

LP.- Lo primero, más simple y evidente es afirmar realmente su llamamiento a desarrollar el Reino de Dios en la Tierra. 

Yo destacaría tres elementos claves: los buenos modelos, la formación y las oportunidades de desarrollo. 

Es importantísimo tener buenos modelos con los que identificarnos y que nos sirvan de referencia. Es algo que necesitamos potenciar más. 

Es esencial también invertir desde jóvenes en la formación para el desarrollo de ese potencial. Me entristece mucho ver a muchas mujeres de más edad que yo, a las que admiro a nivel personal y profesional, con grandes dones, que destacan y lideran en sus carreras profesionales, nunca se les ha dado la oportunidad de formarse para servir con todo su potencial en sus iglesias. Creo que hay muchos regalos de Dios que desaprovechamos y temo que tengamos que rendir cuentas por ello. 

Es imprescindible también confiar en ellas y cederles oportunidades de desarrollo desde jóvenes. De la misma forma que se hace con chicos. ¿Cómo si no van a poder poner sus dones a disposición de Dios? 

Puede parecer absurdo, pero creo que también se nos debe permitir fallar y aprender en el proceso. Escuché una vez a una amiga decir que, en la iglesia, las mujeres nos vemos bajo una mayor presión de tener que demostrar que nos merecemos el espacio que se nos da. Como si cualquier error fuese a ser señalado para confirmar que no somos la persona adecuada para estar ahí. No sé si tiene razón, pero me dejó pensando. 

AQ.- ¿Quieres añadir algo más?

LP.- Terminaría afirmando que mi experiencia como mujer comprometida con el Reino de Dios ha sido siempre positiva. Aunque he vivido situaciones en las que no se me escuchaba de la misma forma que a mis compañeros o se me infantilizaba por ser mujer joven, esa nunca ha sido la norma.

Puedo decir con gozo que Dios me ha regalado muchas personas que han creído en lo que él puede hacer conmigo, y muchas oportunidades para implementar los dones que me ha dado, formarme y participar sin limitaciones. 

Precisamente, en este tiempo, tanto en GBU como en las iglesias, veo escasez de liderazgo masculino. En su ausencia, son mujeres las que Dios está poniendo ahí, con carga, visión y dispuestas a responder a su llamamiento. Así que, más que nunca, debemos saber reconocerlas, acompañarlas y potenciarlas.