El caso del Sinaí nos muestra que urge una estrecha colaboración entre teólogos con una firme convicción en la fiabilidad del texto bíblico, arqueólogos, historiadores y geógrafos.
La última vez hablamos de la falta completa de hallazgos arqueológicos en la ubicación tradicional del Monte Sinaí. En el siglo III d. C., las comunidades monásticas del sur de la península del Sinaí comenzaron a difundir la idea de que el monte Sinaí se encontraba en sus proximidades. Esta creencia fue reforzada por Helena, madre del emperador Constantino el Grande, quien fundó una capilla en el lugar en el año 330 d. C. El subsiguiente aumento de las peregrinaciones religiosas al Jebel Musa (nombre actual del monte), consolidó esta tradición tanto en el cristianismo como en el judaísmo. No obstante, a pesar de un exhaustivo estudio israelí de doce años que concluyó en el año 1982, no se han encontrado evidencias arqueológicas del Éxodo en la península del Sinaí.
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Pero no es la única razón que habla en contra de este sitio. Hay más, pero para no extenderme voy a mencionar solo una.
La ubicación del Mar Rojo (Yam Suf) es la pieza decisiva del rompecabezas de la ruta del Éxodo. En este caso, afortunadamente, la Biblia es más específica. Sin embargo, este hecho se ha pasado por alto o se ha rechazado porque entra en conflicto con las tradiciones del Mar Rojo, llamado también Mar de Juncos que lo sitúan en el Golfo de Suez. Pero los datos bíblicos son sorprendentes por su claridad. De las 24 referencias bíblicas de Yam Suf, siete versículos geográficos lo vinculan sin lugar a dudas con el golfo de Áqaba. Ningún versículo lo relaciona con aguas adyacentes a Egipto. Lo más significativo es que Yam Suf fue decretado divinamente como el límite meridional de la Tierra Prometida (Éx. 23:31). Esto excluye explícitamente cualquier lugar relacionado con el golfo de Suez.
Pero, una vez más, se ha impuesto una versión carente de base histórica y geográfica. Hacia el año 250 a. C., los traductores de la Septuaginta tradujeron Yam Suf, como Erythra Thalassa (“Mar Rojo”), un término amplio para los mares que se extendían al sur de Egipto. Hacia el año 94 d. C., el historiador judío Josefo situó el cruce marítimo del Éxodo en el golfo de Suez, afirmando que los hebreos viajaron a Baalzefon, en el mar Rojo, en tres días[1]. Muchos mapas representaron esta idea siglos más tarde.
Sin embargo, un repaso a la historia antigua y a la cartografía demuestra que el golfo de Áqaba no se consideró el mar del Éxodo durante la mayor parte de la historia porque su tamaño y posición no se conocían bien. De hecho, el golfo de Áqaba aparece por primera vez en un mapa en el siglo XVII. Antes simplemente se desconocía su existencia. Por ejemplo, Josefo situó erróneamente el puerto de Salomón en Áqaba cerca de Egipto[2], mientras que 1 Reyes 9:26 lo sitúa en el yam suf, cerca de Edom, a casi 250 kilómetros al este.
El punto decisivo es que un cruce del “Mar Rojo” en el golfo de Áqaba enviaría a los hebreos a la península arábiga. Lo interesante es que unos 60 km al sur de Eilat y Áqaba, cerca del punto medio de este golfo, la espaciosa playa de Nuweiba destaca por ser accesible desde el interior de la península. El fondo marino tiene características que le hacen transitable, aunque con profundidades que alcanzan más que 800 metros. Pasar por allí exige un auténtico milagro. Pero, ¿no se trata de eso? Curiosamente, la topografía montañosa que rodea Nuweiba también coincide perfectamente con la descripción que hace Josefo del lugar de paso por el mar.[3]
Se puede estimar que la apresurada marcha de los hebreos desde Egipto hasta este punto cubrió 450 kilómetros en unos 18 días, lo cual equivale a un promedio de 25 kilómetros por día.
Además, hay otro punto por considerar: durante gran parte de la historia - y definitivamente en el tiempo del Éxodo - la península del Sinaí estuvo bajo control egipcio. Esto plantea dudas sobre cómo los israelitas, recién liberados de la esclavitud en Egipto, pudieron vagar libremente por la península sin ser interceptados por el ejército egipcio.
Hay que tomar en cuenta varias cosas. Horeb, por ejemplo, no era un pico de montaña, sino una región donde se ubicaba el desierto del Sinaí con el monte de Dios, además de Refidim y la Peña de Horeb. Una de las explicaciones de la etimología de Sinaí relaciona la palabra con el oriente, con la misma raíz que sinim en Isaías 49:12. No olvidemos que el pentateuco se escribe del punto de vista de un pueblo que había vivido más de 400 años en Egipto y hay muchos indicios en que esta obra fue escrita desde el punto de vista geográfico de Egipto[4]. Hay que tener en cuenta que Yam Suph era el punto de referencia más oriental conocido para los egipcios, pero el monte Sinaí estaba aún más al este, en un desierto desconocido y sin colonizar.
Josefo proporcionó una pista sobre el monte Sinaí, diciendo que era el pico más alto de la región[5] y lo mismo comenta también Filón[6].
Pero hay una cuestión que puede decidir el asunto de forma definitiva. Se trata de la ubicación de Madián.
Varias fuentes clásicas e históricas sitúan a Madián al este del golfo de Áqaba, en lo que hoy es el noroeste de Arabia Saudí. Estas fuentes incluyen al historiador judío Flavio Josefo (siglo I d. C.), el geógrafo griego Ptolomeo (siglo II), el padre de la Iglesia Orígenes (siglo III), el historiador eclesiástico Eusebio (siglo IV) y el teólogo Jerónimo (siglo IV).
La Biblia menciona que Moisés huyó a Madián después de matar a un egipcio y que allí se encontró con el Todopoderoso en la “montaña de Dios” en la zona de Horeb (Éxodo 3:1). Si Madián estaba ubicada en el noroeste de Arabia Saudí, como sugieren los testigos arriba mencionados y algunas investigaciones recientes[7], entonces es lógico pensar que el Monte Sinaí, donde Moisés recibió los Diez Mandamientos, también estaría cerca.
Éxodo 3:1 describe la excursión de Moisés a la “montaña de Dios”, situada en la “parte posterior del desierto” en relación con Madián. Históricamente, la tierra de Madián ocupaba la zona al este del Golfo de Áqaba, en el noroeste de lo que hoy es Arabia Saudí. Con esta información, se pueden identificar las montañas y la ruta del éxodo.
Madián fue el lugar donde Moisés permaneció exiliado de Egipto durante 40 años, entre 1486 y 1446 a. C. Durante ese tiempo, se casó con la hija de Jetro, el sacerdote de Madián y cuidó de sus rebaños. También visitó la Montaña de Dios, más tarde llamada Monte Sinaí. (cf. Éx. 2:15-3:1; 4:18-20; 18:1-5).
Siguiendo a estas pautas, la atención se centra en Jebel al-Lawz, con sus 2.465 metros, el pico más alto del noroeste de Arabia Saudí. El apóstol Pablo parece confirmar esta ubicación en Gálatas 4:25-26 utilizando un juego de palabras basado en la realidad geográfica: “... el monte Sinaí en Arabia... corresponde [sustoichei] a Jerusalén... que está arriba [anō]...”. El verbo sustoicheō implica que Jerusalén y el monte Sinaí estaban alineados, es decir, en el mismo meridiano geográfico y que Jerusalén está por encima, o al norte del monte. De hecho, en la geografía moderna, se encuentran en el mismo meridiano, 35° 14′ de longitud este. Ptolomeo ya expresó el conocimiento de los meridianos de la tierra en su obra Geografía en el año 150 a. C.[8]
[photo_footer]Localización del Jebel al-Lawz.[/photo_footer]
La combinación de estos indicios apunta a que la base oriental de la cordillera de Jebel al-Lawz era idónea para el campamento del Éxodo. En concreto, la parte de Jebel al-Maqla de su cordillera, a 8 km al sur-sureste del pico de Jabal al-Lawz, ofrece acceso para escalar.
Pero hay más argumentos que hablen en favor de esta ubicación:
El caso de la ubicación del Monte Sinaí de nuevo nos enseña que algunas de las cosas que tomamos por sentado simplemente pueden ser tradiciones sin base en el texto bíblico. Una vez más nos damos cuenta de que nos urge una estrecha colaboración entre teólogos con una firme convicción en la fiabilidad del texto bíblico, arqueólogos, historiadores y geógrafos. Al fin y al cabo se trata de llegar a un entendimiento cada vez más exacto de lo que Dios nos reveló en su Libro.
Notas
[1] Antigüedades II.XV.1
[2] "... en la bahía egipcia del Mar Rojo", Antiüedades VIII.vi.4)
[3] Antigüedades II.xv.3
[4] véase mi artículo en https://protestantedigital.com/teologia/44932/la-huella-egipcia-en-el-pentateuco
[5] Ant. II.xii.1, III.v.1
[6] Moisés II.xiv.70
[7] Glen A. Fritz: The Lost sea of the Exodus, San Antonio (2016) y The Exodus Mysteries, San Antonio (2019).
[8] 1,4-6
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