Todo el mundo da por sentado que el monte se encuentra en la parte sur de la península que lleva el mismo nombre. Sin embargo, hay muchos indicios de que el Sinaí bíblico no se encuentra en esa zona, sino en un lugar completamente distinto.
Pocas películas son más conocidas que la versión clásica de los “Diez Mandamientos” con Charlton Heston alias Moisés y Yul Brynner en el papel de Ramsés II. Este largometraje ha influenciado profundamente en el entendimiento de generaciones de telespectadores de los acontecimientos bíblicos del éxodo. Y esto también incluye a muchos que pretenden tener su conocimiento de lo que pasó únicamente de la Biblia.
Infelizmente, no se dan cuenta de que algunos errores se han colado en su visión del relato bíblico por culpa de Hollywood.
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Por supuesto, no deberíamos sorprendernos de que la película contiene una serie de errores graves. Una versión cinematográfica al fin y al cabo no es un documental. Solo quiero mencionar algunos de ellos, como por ejemplo que la Biblia no pone nombre al faraón y tampoco sabe nada de que Moisés consiguiera un día libre para los esclavos hebreos. Y que Moisés conquistara el sur de Egipto tampoco sale en la Biblia.
Pero uno de los errores más grandes en relación con el éxodo está posiblemente escondido a plena vista: se trata de la ubicación del Monte Sinaí. Y en este caso la culpa no es de la famosa película.
Todo el mundo da por sentado que el monte se encuentra en la parte sur de la península que lleva el mismo nombre y que hoy pertenece a Egipto, donde en árabe le llaman Jebel Musa, el Monte de Moisés. Sin embargo, hay muchos indicios de que el lugar tradicional asignado a esa famosa montaña no se encuentra en esa zona, sino en un lugar completamente distinto. Como en tantas ocasiones, se ha asignado a una tradición dudosa el estatus de una verdad incuestionable. Y esto ha dejado constancia en todas los mapas de cualquier edición de la Biblia en todo el mundo.
Pero vamos por partes.
¿Cómo se ha llegado a afirmar que el Monte Sinaí es idéntico con el Jebel Musa en Egipto?
La respuesta puede sorprender. Como en tantas ocasiones a la hora de identificar lugares bíblicos, todos los caminos llevan al siglo IV y a Elena, la madre del emperador Constantino. También en el caso de la identificación de lo que se considera en la actualidad la ubicación del Monte Sinaí, Helena jugó un papel importante, pero muy poco conocido.
En el siglo IV, Elena viajó a Tierra Santa en una peregrinación. Tenía la intención de visitar lugares relevantes de la fe cristiana. Cuando la madre de Constantino emprendió su viaje, lógicamente apenas quedaba constancia de la ubicación exacta de estos lugares. Por lo tanto, Elena se apoyaba de tradiciones locales. Los generosos pagos de la reina madre para aquellos que daban pistas para la identificación de un lugar sagrado era de “ayuda” para más que uno a la hora de recuperar su memoria. En algunos casos, sus descubrimientos más o menos pueden coincidir con los sitios históricos. En otros casos, era pura ficción, como por ejemplo el milagroso descubrimiento de la Vera Cruz (la cruz auténtica) en Jerusalén.
Pero la identificación del Monte Sinaí por Elena es particularmente exótico. Aunque Elena visitó Tierra Santa, nunca llegó a la península del Sinaí. No obstante, esta circunstancia no era un impedimento para ella, porque identificó el monte a distancia, gracias a un sueño que tenía en el año 325 dC. A raíz de esta visión, una mujer de la zona de León, llamada Egeria, emprendió un viaje al Sinaí entre los años 381 y 384 e “identificó” in situ el famoso monte, apoyándose en los detalles de la visión de Elena.
Desde entonces, el Monte Sinaí se ha ubicado en cada mapa en el lugar que hasta el día de hoy atrae a millones de turistas que creen estar en el mismísimo donde Moisés había recibido los 10 mandamientos.
Es sorprendente que no hay evidencia histórica que respalde esta tradición. Solo queda la historia de un sueño de una persona que nunca había visitado el sitio. La asociación de Elena con el Monte Sinaí contribuyó a consolidar la identificación de este lugar como el monte bíblico y a fomentar las peregrinaciones cristianas a la región hasta el día de hoy. Los que viven del negocio, pocas intenciones tendrán en establecer la verdad y los historiadores y teólogos por naturaleza son muy reacios a la hora de desprenderse de teorías establecidas.
Lo que queda fuera de duda es que la construcción de la capilla por parte de Santa Elena marcó el inicio de una serie de edificaciones cristianas en el Monte Sinaí, incluyendo el famoso Monasterio de Santa Catalina edificado los tiempos del emperador Justiniano, que se convirtió en un importante centro de estudios y de peregrinación cristiana. Puede resultar chocante que la probabilidad de que Elena acertara con el lugar correcto de la entrega de los diez mandamientos es incluso bastante inferior a la de haber dado con la verdadera cruz de Jesucristo.
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Si esto ya de por sí es un hecho sorprendente, aún más sorprendente es la respuesta a la siguiente pregunta:
Pero, ¿no hay tradiciones judías en cuanto a la ubicación del Sinaí?
Lógicamente, uno piensa que nadie debería estar más interesado en identificar el punto de la entrega de los diez mandamientos que los mismos judíos. Seguramente debe de haber una tradición antigua en este sentido.
Pero aquí viene otra sorpresa: en la tradición hebrea, no existe una fuente específica antigua que sitúe al Monte Sinaí en la península del Sinaí.
Si bien la identificación del Monte Sinaí con el Jebal Musa se ha convertido en la tradición dominante —pero más bien reciente— en el judaísmo, esta identificación es muy posterior a la redacción de la Torá y se basa en tradiciones orales y escritos muy posteriores a los hechos históricos.
Esto tiene su explicación. Para los judíos, la ubicación exacta del Monte Sinaí no tiene importancia. Lo que se considera fundamental es el evento que tuvo lugar allí: la entrega de la Torá a Moisés y al pueblo de Israel. Este evento es central en la fe judía y se celebra cada año en la festividad de Shavuot.
La explicación de fuentes judías es concluyente:
“Así, aunque el Sinaí fue sagrado durante la entrega de la Torá, una vez cumplido su propósito quedó vacío de significado. En el Sinaí se nos dio la misión de aprender la Torá y elevar y refinar el mundo mundano exterior. El mero hecho de merodear por el monte Sinaí frustraría el propósito.”[1]
Y si vamos directamente a la Biblia, la Torá no especifica la ubicación exacta del Monte Sinaí, sino que se refiere a él como "Horeb" o "la montaña de Dios”. De hecho, solo hay un relato histórico en el Antiguo Testamento donde se le vuelve a mencionar al Horeb y es cuando el profeta Elías huye de la malvada reina Jezabel (1 Reyes 19).
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Entonces, ¿cómo se extendió el conocimiento del lugar tradicional del Sinaí?
A partir del siglo IV, los cristianos comenzaron a peregrinar a la península del Sinaí, atraídos por la tradición establecida por Elena. Estos peregrinos confirmaron al Jebel Musa como el Monte Sinaí y construyeron allí iglesias y monasterios.
Durante el Imperio Bizantino (siglos IV-VII), se promovió activamente el lugar como auténtico. Se construyeron importantes iglesias y monasterios en la zona, como el Monasterio de Santa Catalina.
Durante siglos, no hubo otras ubicaciones que desafiaran seriamente la identificación tradicional del Monte Sinaí en la península del Sinaí. La falta de alternativas convincentes reforzó la creencia en la ubicación tradicional.
Con el tiempo, la identificación del Jebel Musa con el Monte Sinaí se estableció en la tradición religiosa y cultural, tanto en el cristianismo como en el judaísmo y el islam. Esta tradición se transmitió de generación en generación y se convirtió en la norma aceptada.
Sin embargo, hay razones de peso que hablan en contra del lugar tradicional del Monte Sinaí. Una es la completa falta de evidencia arqueológica. A pesar de las numerosas expediciones y excavaciones, no se ha encontrado ninguna prueba sólida en los alrededores del Jebel Musa que respalde de manera inequívoca la presencia de los israelitas durante el Éxodo. No se han descubierto restos de campamentos, artefactos o inscripciones que confirmen la narrativa bíblica. Es cierto: esto es lo que se llama un “argumento del silencio” que de por sí tampoco constituye una prueba. Pero pone de manifiesto la falta de evidencias.
Por esta razón, los detractores de la creencia en la veracidad histórica de la Biblia se han servido de esta ausencia de pruebas para sentenciar que la historia del Éxodo es simplemente un cuento. Uno de los más famosos arqueólogos que va en esta línea de argumentación es el científico Israel Finkelstein, director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv.[2] Su argumentación parece a primera vista concluyente: no se han encontrado restos de ningún tipo que indique la presencia de un número grande de israelitas en la zona. Por lo tanto, concluye Finkelstein, el éxodo nunca ha existido.
Sin embargo, la razón podría ser otra que el Dr. Finkelstein cree. Es posible que simplemente se haya buscado en el lugar equivocado.
Hoy en día, la ubicación tradicional del Monte Sinaí sigue siendo ampliamente aceptada, aunque hay cada vez más investigadores que proponen ubicaciones alternativas basadas en nuevas interpretaciones de los textos bíblicos y en posibles evidencias arqueológicas encontradas en otros lugares.
En la segunda parte de este artículo vamos a considerar ambas cosas: tanto más razones que hablan en contra de la ubicación tradicional como una posible alternativa. Y como veremos, se trata de una alternativa muy concluyente.
Mientras tanto, recomiendo leer el texto bíblico con lupa.
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Notas
[1] https://www.chabad.org/library/article_cdo/aid/4021233/jewish/Where-Is-Mount-Sinai.htm
[2] https://www.lanacion.com.ar/cultura/el-exodo-no-existio-afirma-el-arqueologo-israel-finkelstein-nid775002/
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