El centro del universo

El diario El país en su edición del 4 de Marzo del 2012, descubrió la conversación entre el entonces primer ministro italiano Berlusconi y el presidente de la Unión Europea, Herman Van Rompuy, en uno de sus primeros encuentros. Según parece, el italiano le dijo: "Usted y yo somos católicos, confesamos el viernes y el fin de semana vamos a pecar". Parece que el conocido político belga quedó bastante asombrado con ese comentario. 

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No debería sorprendernos lo que algunas personas piensan y dicen, porque confunden la religiosidad con lo que el Señor Jesús enseñó, y piensan que el cristianismo es como cualquier otra religión. Nada más lejos de la realidad: los religiosos construyen ritos y leyes mientras que el cristianismo está escrito en el corazón de las personas. Las religiones se miden por las apariencias pero el verdadero Dios ¡vive dentro de nosotros!                 

Las personas religiosas son incapaces de comprender que Dios está ahí y tiene el control de todo lo que sucede. No somos nosotros los que gobernamos el mundo, sino Él. No somos nosotros los que le decimos a Dios lo que tiene que hacer, sino que es ante Él, ante quién todos tenemos que rendirnos. El centro de la adoración en el universo es el Creador ¡no ninguno de nosotros por muy buenos que nos creamos! No importan los muchos ritos que celebremos o las posesiones que tengamos.

Uno de nuestros problemas es pensar que seríamos más felices si pudiéramos conseguir algo más por nuestras propias fuerzas: No confiamos en Dios de una manera incondicional, siempre creemos que nos debe algo por lo que somos o por lo que hacemos. Siempre pensamos que se equivoca al no darnos lo que le pedimos ¡Tenemos derecho a que nos escuche y haga lo que le decimos! 

Eso nos lleva a la superficialidad del evangelio lleno de “éxito”. Lo que muchos predican es que Dios necesita nuestra ayuda, porque en cierta manera, Él no sabe lo que nos conviene ¡Somos nosotros los que realmente sabemos que hacer! Comparamos a Dios con un padre que espera que sus hijos le pidan, porque no los ama o no los conoce lo suficiente como para darles lo que necesitan sin pedirlo.

Cuando vivimos en la religiosidad, solemos engañar a los demás, y terminamos engañándonos a nosotros mismos, pero no podemos engañar a Dios. Las personas a las que señaló el Señor como los más pecadores fueron los responsables de la religión. De hecho, todos ellos se pusieron de acuerdo para entregarlo a la muerte: escribas, fariseos, maestros de la ley, miembros del sanedrín, los dos sumos sacerdotes… No quedó nadie que no se aliara con la religión para matar a Dios hecho hombre. Y eso es lo que hace la religiosidad en nuestra vida: matar la relación con el Señor.

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Dios nos regala la libertad (dónde está el Espíritu de Dios, hay libertad) la religión nos llena de cargas y obligaciones:“¡Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador que día tras día lleva nuestras cargas!”  (Salmo 68:19). Nosotros escogemos a quién seguir.

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[title]Por un año más[/title]

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