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¿Es María, la madre de Jesús, madre de la iglesia? (IV)

La mujer del libro de Apocalipsis 12:1-5 y otras consideraciones.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 08 DE MAYO DE 2024 13:00 h
Imagen de [link]Grant Whitty[/link], Unsplash.

Introducción



Después de haber expuesto las razones por las cuales Jesús dejó a su Madre, María, al cuidado de Juan, su “discípulo amado” y de ver que, salvo la sola vez que aparece en el libro de los Hechos de los Apóstoles como un miembro más de la comunidad cristiana, María no vuelve a aparecer más en el libro mencionado. Pero tampoco es mencionada en el resto de los escritos de los apóstoles. Sólo el apóstol Pablo hace una referencia, de forma indirecta y sin mencionarla a ella. En Gálatas 4.4, Pablo escribió: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley para que redimiese a los que estaban bajo la ley…” (El énfasis es mío). 



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Sin embargo es evidente que según el tema que está tratando el apóstol en dicha epístola, y en particular en este pasaje citado, el énfasis no recae en “la mujer” (los autores inspirados por el Espíritu tenían mucho cuidado con los detalles) sino sobre el hecho de la encarnación del Hijo de Dios; cuestión que se pone de manifiesto al señalar la importancia de que “el Hijo” naciera “de mujer”. Pero hemos de insistir en que el tema era la encarnación del Hijo de Dios, con propósitos redentores; por lo que, el apóstol escribió a continuación sobre los resultados de dicha redención. Es decir: Nuestra “adopción de hijos”; la recepción “del Espíritu de su Hijo” y el ser hechos “herederos de Dios por medio de Cristo”(Gál.4.4-7). 



Pero lo que una vez más llama nuestra atención en todo este proceso, es que María -“la mujer”- una vez cumplido su papel de dar a luz al Hijo de Dios y junto con su esposo José mantenerlo bajo su tutoría hasta que llegase el tiempo de su ministerio, ni interviene, ni se la nombra a efectos de ocupar un lugar prominente en lo que tiene que ver con nuestra relación con el Padre, que es siempre, por medio del Hijo y en comunión con el Espíritu Santo. Ni más, ni menos. El papel de María en todo el Nuevo Testamento, excepto el relato de la concepción y nacimiento de Jesús, resulta ser bastante discreto. 



Pero por otra parte, también vimos cómo el apóstol Pablo al hablar de la Iglesia de Cristo, su composición, su estructura, su formación y edificación, jamás se refirió a María relacionándola, ni con una posición predominante en la Iglesia, ni con algún ministerio que sobresaliera sobre los demás ministerios que el Señor había reconocido, preparado y levantado, tanto en vida como después de su resurrección, cuando reveló a sus “apóstoles y profetas” lo que quedaba acerca del “misterio escondido” (Ver, Ef.2.17-22; 3.1-9). Eso es algo que se puede apreciar con toda naturalidad, tal y cómo los apóstoles del Señor también lo recibieron y así lo enseñaron a las iglesias. 



La mujer del Apocalipsis” (Apc.12.1-5)



Ahora pasamos a considerar la figura simbólica de “la mujer” que aparece en el libro de Apocalipsis. Pero como se trata de identificar a “la mujer” del capítulo citado, solo expondré a la vista algunos versículos del capítulo: 



Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo. (Ap.11.19) Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento (…) Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones…” (Apc. 12.1-5).



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Después de consultar varios comentarios bíblicos de distintos expertos, en teología bíblica, me quedo con lo que dice el conocido teólogo D. Francisco Lacueva. No porque a mí me convenga más, sino porque resume bien la posición nada discordante -salvo en detalles- de los demás expositores bíblicos consultados.i



Lacueva observa que el versículo 19, el último del capítulo 11, ayuda a interpretar e identificar a “la mujer” que a parece en el Cap. 12: 



El v. 19 es como un solemne prólogo del cap. 12 y nos sirve grandemente para identificar bien a la mujer de 12:1 ss. La mención del arca de su pacto asegura al remanente judío que los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables (Ro. 11:29). (…) Los fenómenos con que se cierra el capítulo anuncian como siempre un solemne acontecimiento, con extraordinaria intervención de Dios; pero, además, en este caso, son señales semejantes a las que se produjeron cuando Dios concertó su pacto con el pueblo en el Sinaí.”ii



Por eso Juan hace referencia al “arca del pacto –que- se veía en el templo” con señales como “relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”. Señales éstas más acordes con el lenguaje del A. Testamento que con el del Nuevo Pacto; pero que nos servirán como dice F. Lacueva “para identificar a la mujer del 12.1”. El texto bíblico dice:



Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento…”



Seguimos con la interpretación que hace Lacueva acerca de “la mujer”:



En primer lugar ¿a quién representa esta mujer del versículo 1? Por lo menos hasta hace poco, los católicos veían en ella a la Virgen María, puesto que su hijo del v.5 es, sin duda, Jesucristo. Aparte de los adornos de la mujer, hay en contra tres razones poderosas: a) si los católicos han de ser consecuentes con sus doctrinas: Esta mujer sufre de dolores de parto (V.2), mientras que, según Roma, María no tuvo ningún dolor de parto, pues fue virgen antes del parto, en el parto y después de parto; b) la mujer de Apc. 12.1 no es literal, sino simbólica: ‘una gran señal’, mientras que María es una mujer literal; y,  c) ‘el resto de la descendencia de ella’ (v.7) va a ser perseguido por el dragón, cosa que no sucedió con ningún hijo de María.



Continua, F. Lacueva con su interpretación del texto:



La mayoría de los expositores católicos y de los evangélicos antidispensacionalistas, piensan que representa a la Iglesia. Aun prescindiendo del esquema dispensacionalista, basta con decir que no fue la Iglesia quien dio a luz a Cristo, sino que fue Cristo quien fundó la Iglesia por medio del Espíritu Santo en Pentecostés, como había prometido (Mt.16.18). Y la Iglesia no es un “sucesor” de Israel, es decir, no hay una porque la Iglesia es algo totalmente nuevo (Ef.3.3.7) (…) Algunos católicos y la mayor parte de los evangélicos, incluyendo a los no dispensacionalistas, sostienen que la mujer representa exclusivamente a Israel, como puede verse: A) por los profetas, en los que aparece Israel como mujer, y Dios como su Marido (Ver, Is.50.1; 54.1-8; 62.4,5; 66.7-9; Jer.3.1-11; 31-32; Os.2; 3.1; Mq.4.9-10;5.3. Etc); B) Por la forma en la cual ‘la mujer’ es presentada dando a luz con dolores de parto (cf. Is.26.17-18; 66.7; Jr.4.31; Mi. 4.10) y, en Romanos 9.5 consta que ‘el Mesías es descendiente, según la carne de los patriarcas’. Fue la nación de Israel quien dio el Mesías al mundo



Para no alargar más la exposición, porque no se trata de exponer cada detalle del texto sino de identificar a la “gran señal” que es aquella “mujer del Apocalipsis”, echamos mano de la nota que aparece en la Biblia de Jerusalén, nada sospechosa de ser “protestante” o “evangélica” y que dice lo siguiente:



Recordando la (mujer) de Gén.3.1-2,15, la Mujer representa a Sión, v.17, el pueblo santo de la era mesiánica, la Iglesia de los creyentes. Una corriente tradicional ha reconocido también en esta Mujer a la Virgen María, -Juan, 19.25- madre del Mesías y primera figura de la Iglesiaiii



Los autores de la Biblia citada no tienen inconveniente en identificar a “la Mujer” de Apocalipsis con el pueblo de Israel, como la mayoría de los expositores, algunos católicos y la gran mayoría protestantes; pero no deja de mencionar que “una corriente tradicional ha reconocido también en esta Mujer a la Virgen María, madre del Mesías y primera figura de la Iglesia”. Lógicamente, es aquí donde católicos y protestantes no nos vamos a poner de acuerdo nunca; y no solo en lo referente a la interpretación del pasaje citado sino en lo relativo al papel que juega la “tradición” de la Iglesia; o como se la llama en la Iglesia Católica Romana: “La Sagrada Tradición”. ¿Por qué? pues sencillamente porque dentro de la institución citada, dicha “tradición” no es que sea importante, es que se la pone a lado de las Sagradas Escrituras y aun por encima de ellas, cuando conviene a la institución para declarar, afirmar y elevar a nivel de “dogma” lo que no está recogido en ellasiv.



Pero, concedamos por un momento que “la Mujer” de Apocalipsis fuese la virgen María. ¿Qué demostraría eso? ¿En qué cambiarían las enseñanzas de las Sagrada Escritura sobre el hecho de que, tal y como los autores del Nuevo Testamento reconocen a “Jesucristo hombre” como “el único Mediador entre Dios y los hombres”? (1ªTi.2.5). ¿Por qué contradecir las Sagradas Escrituras con enseñanzas ajenas a ellas? Basta leer de un tirón la Epístola a los Hebreos, para ver quién es el centro de todo el universo y quién es el que llevó a cabo la obra redentora y expiatoria de y por nuestros pecados (Hb.1.1-4) Pero también se afirma que no solo es el que llevó a cabo un sacrificio perfecto a nuestro favor, sino que también es nuestro único y suficiente Sumo Sacerdote, ante Dios el Padre (Hb.7-9). Y como resultado de todo esto, todos los creyentes en Cristo Jesús deben saber que en el cielo hay un trono establecido para todo aquel que se acerca con fe, “para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hb.4.14-16) teniendo, como afirmó también el apóstol Pablo, “seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él” (Ef.3.11) y que también declaró el apóstol Pedro: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa…” (1ªP.2.4-8).



Por tanto, ¿por qué desconfiar y tener temor de que Jesús no nos vaya a recibir y tengamos que acudir a “su madre, María”, al punto de decir: “¡A Cristo por María!”? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? ¿Quién ordena semejante contradicción con las claras y Sagradas Escrituras? Ya sabemos el argumento sobre la intervención de María en “la boda de Caná”. Pero eso ya quedó aclarado en una exposición anterior. Lo que no dije es que en el Evangelio de Lucas, un centurión envió emisarios a Jesús para que sanase a un siervo que tenía, muy enfermo. Los emisarios fueron a ver a Jesús y le pidieron que fuera a sanar al siervo del centurión. Pero además, ellos hicieron una “labor intercesora” ante Jesús a favor del centurión, diciendo: “Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga”(Lc.7.1-10). Luego, como sabemos por el relato del Evangelio, el Señor sanó al siervo del centurión. Pero, ¿deberíamos entonces tener por intercesores nuestros a esos enviados del centurión a rogarle al Señor que sanara a su siervo? Al fin y al cabo, la Iglesia Romana ha inventado y reconocido todo una multitud de “santos” y “santas” y vírgenes” mediadores, intercesores, patronos y patronas de todo gremio, guardianes de ciudades y naciones a gusto de cada cual, como si el Dios trino y la persona y obra del Señor Jesucristo no bastaran para todo lo que sus hijos e hijas necesitan, tal y cómo las Sagradas Escrituras nos enseñan y prometen. 



Pero con respecto a la declaración, “¡A Jesús por María!” ese es un argumento sentimental que parte de la declaración de que “¡María es nuestra Madre!”. Pero hemos de afirmar con firmeza que esa declaración no es bíblica; y mucho más cuando condiciona nuestra relación con el Dios Trino y nos obliga a pasar por una “relación espiritual” con María. Esas palabras no solo contradicen el testimonio de las Escrituras en general, sino que contradicen también el testimonio de Jesús quien dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y el que a mí viene, no le echo fuera” (J.6.37)? ¿Desde cuándo hubo alguien en los evangelios que se acercara a Jesús, para solicitar su favor que fuera rechazado por él? Por eso, es bueno seguir el ejemplo de María, quien cuando faltó el vino en la boda de Caná, ella dijo: “Haced lo que él os dijere”(J.2.4). Y ese es el ejemplo que nosotros también queremos seguir, siempre. No otro.



 



Notas




i Entre otros muchos: W. Barclay; W. Hendriksen; Simon J. Kistemaker, etc. Valga decir aquí que D. Francisco Lacueva conoció bien el catolicismo, dado que fue en su seno donde se formó desde el punto de vista teológico, llegando a ocupar cargos como el de Canónigo Magistral de la Catedral de Tarazona de Aragón. Su conversión a Cristo y al protestantismo en la década de los años 50 del siglo pasado, y su posterior aportación a la teología evangélica/protestante se puede apreciar, a través de sus escritos y sus muchas conferencias que circulan por You-Tube actualmente. 





ii La referencia hecha a D. Francisco Lacueva procede del comentario al libro de Apocalipsis, “Los eventos del porvenir, según el texto bíblico”. Edt. CLIE, 2001. P. 167.





iii BIBLIA DE JERUSALÉN. Nueva edición revisada y aumentada. DESCLÉE DE BROUWER. BILBAO. 1999.





ivCon la declaración que se proclamó en el Concilio de Efeso, en 431 d. C., que “Maria es Madre de Dios” (Zeotókos) y con la idea de poner énfasis en la divinidad de Jesucristo, con el tiempo se fue desplazando dicha centralidad a María y, siglos después, se llegaron a proclamar algunos dogmas, como el dogma de la Inmaculada Concepción y el de “la Asunción de María” a los cielos. Pero por otra parte, la “sagrada tradición” también trajo el dogma de la infalibilidad papal y algunos “mandamientos de hombres” (que diría Jesús –Mrc.7-), como el celibato forzoso del clero y el voto de obediencia incondicional a los obispos y al Papa, como a Dios mismo. Votos que se denuncian y critican cuando de grupos religiosos -¡peligrosos!- se trata, pero que en la institución romana se ven con toda “normalidad”. 



 




 



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COMENTARIOS

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Alfredo
11/05/2024
22:37 h
1
 
Todo depende de la narrativa e interpretación elegida. En cuanto a Ap. 12 , la mujer, como tantos símbolos apocalípticos, es multivalente y es innegable que también esa mujer es María. El autor de Ap. en el Evangelio dice que Jesús llamaba "mujer " a su madre. Si la primera Arca de la Alianza contenía la Palabra en piedra, el cuerpo de María contenía la Palabra de Dios encarnada
 
Respondiendo a Alfredo

Guillermo
14/05/2024
16:56 h
2
 
Todo depende de la narrativa e interpretación elegida. La narrativa bíblica o la tradición romana. María fue la virgen escogida para que Jesús naciera. Y ella y José criaron a Jesús como un niño y un joven más, aun cuando la concepción fuese milagrosa. Cuando aparece para ser bautizado y orando el cielo se abrió, Lucas 3:21, y en Marcos 1:13-14, Jesús comienza a predicar el evangelio; “La Palabra”, Dios hecho carne cumple su misión. Anteriormente había sido el hijo de José el carpintero, Lucas
 



 
 
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