Vamos a investigar algunos hechos sobre las dificultades relacionadas con la historia, el significado y la interpretación del nombre Jehová.
En nuestro recorrido para aclarar algunos mitos y leyendas urbanas bíblicas en este artículo vamos a hablar de Dios, mejor dicho: del nombre que es el único nombre propio de Dios en la Biblia. Dicho en otras palabras: Si Dios tuviera pasaporte, este nombre figuraría en el documento.
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Pero, ¿cómo se llama Dios?
Según la traducción de la Biblia más usada en el mundo hispano, ese nombre es Jehová y en consecuencia muchos creyentes protestantes conocen y valoran la palabra Jehová como el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. La palabra se usaba primero en la histórica Biblia del Oso y luego en las revisiones de la versión Reina Valera de 1909 y 1960.
Pero otros piensan que sería más correcto decir Yahveh porque -aparte de razones lingüísticas- Jehová es además la “marca comercial” de un notorio grupo sectario y pseudocristiano. La solución elegante de muchas traducciones de la Biblia ha sido sustituirlo simplemente por la palabra Señor, lo que lingüística y teológicamente supone un error aún más grande, adaptando una práctica judía como veremos más adelante.
A continuación vamos a investigar algunos hechos sobre las dificultades relacionadas con la historia, el significado y la interpretación del nombre Jehová.
El Antiguo Testamento está escrito casi por completo en hebreo. Una peculiaridad de este idioma -como de todos los idiomas semíticos- es que normalmente solo se escriben los consonantes, mientras que al leer hay que añadir las vocales correspondientes de memoria. Es un fenómeno que se ha recuperado en nuestra época con sus mensajes cortos porque nos hemos dado cuenta que un texto se puede leer perfectamente sin usar vocales. Por eso, en nuestros wasaps abreviamos continuamente y por eso muchas veces se omiten precisamente las vocales, para ahorrar tiempo y espacio. Los hebreos hicieron esto ya hace milenios.
Pero volviendo a lo nuestro: en los primeros manuscritos hebreos del Antiguo Testamento, el nombre de Dios solo se escribía con las cuatro consonantes hebreas Y-H-W-H. Esa combinación de letras también se conoce como tetragrámaton1. Es un término utilizado para referirse al nombre de Dios en el judaísmo, representado por cuatro letras en el hebreo antiguo: יהוה. Estas letras se conocen como yod (י), he (ה), vav (ו), y he (ה). Y no hay que olvidar que el hebreo se escribe de la derecha a la izquierda.
Los israelitas conocían originalmente bien la pronunciación correcta, por lo tanto, no era necesario el uso de las vocales, igual que en las demás palabras de su idioma.
Debido al tercer mandamiento que prohíbe usar el nombre de Dios en vano, solo lo pronunciaban los sacerdotes que bendecían a Dios en el Gran Día de la Expiación.
Tras la finalización del Antiguo Testamento se dejó de pronunciar el nombre de Dios completamente. Al leer en voz alta la Palabra de Dios, el tetragrámaton fue pronunciado adonai, que significa “mi Señor”.
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Tras el cautiverio babilónico, el arameo -una lengua emparentada con el hebreo- se convirtió en la lengua coloquial de los judíos en Israel. Sin embargo, muchos que vivían en la diáspora hablaban griego. Como consecuencia, el uso del hebreo se limitaba cada vez más a la sinagoga. Cuando se hizo una traducción del Antiguo Testamento al griego en Alejandría en los siglos III-II a. C. (la Septuaginta), el nombre YHWH se tradujo por kyrios, es decir, “Señor”. Era simplemente la traducción de la palabra hebrea adonai.
Pero poco a poco el conocimiento de la lengua hebrea y la correcta comprensión y pronunciación del texto del Antiguo Testamento disminuyeron en los primeros siglos de nuestra era. Por lo tanto, era necesario el trabajo de los masoretas (escribas judíos). Añadieron símbolos al texto hebreo de la Biblia para que quedara claro de una vez por todas cómo debía pronunciarse correctamente. Estos símbolos correspondían mayoritariamente a las vocales. El nombre Jehová se escribió de la siguiente manera: Las letras YHWH recibieron los vocales de la palabra A-dO-nA-y (“Señor”) y el resultado fue una palabra artificial: YaHoWaH. Hay que constatar, sin embargo, que los judíos jamás usaron o pronunciaron el nombre divino de esta manera.
En el Nuevo Testamento que fue escrito en griego, las citas del Antiguo Testamento utilizan siempre kyrios (es decir, "Señor"), normalmente sin artículo2.
Por eso es comprensible, pero equivocado, que Martín Lutero, cuando traducía la Biblia al alemán, escribiera siempre “HERR" (“Señor”) en mayúsculas en lugar de Jehová, para distinguir este nombre de adonai, que propiamente significa “señor”. Muchos traductores de la Biblia han seguido su ejemplo.
Uno de los primeros usos registrados del nombre Jehová en la literatura se encuentra en las obras del fraile dominico español Raymundus Martini (1220–1285). En su tratado "Pugio fidei adversus Mauros et Judaeos" (“Daga de la fe contra los moros y judíos”), escrito alrededor de 1270, Martini incluyó una sección que discutía la pronunciación del nombre divino. Combinó las consonantes del tetragrámaton (YHWH) con las vocales de la palabra Adonai (Señor) para crear el nombre híbrido “Jehová". Los judíos, por cierto, nunca han utilizado la palabra Jehová.
Después de Raymundus Martini, el nombre "Jehová" continuó siendo utilizado en varios contextos teológicos y literarios. Sin embargo, su uso y aceptación variaron a lo largo del tiempo y en diferentes regiones. En el ámbito cristiano, especialmente en algunas ramas del protestantismo, el nombre "Jehová" adquirió una importancia particular como una forma de referirse al Dios único y verdadero del Antiguo Testamento.
Durante la Reforma Protestante en el siglo XVI, el uso del nombre "Jehová" se popularizó aún más entre algunos grupos, como los traductores de la Biblia al inglés, que lo incorporaron en sus versiones. Por ejemplo, la versión King James de la Biblia, publicada en 1611, utilizó el nombre "Jehová" en varios pasajes del Antiguo Testamento.
Sin embargo, a partir del siglo XIX, cada vez son más los eruditos que declaran que la ortografía y pronunciación del nombre Jehová son sencillamente erróneas y se decantan por la forma Yahweh. Hoy por hoy pocos expertos ponen en duda que esa forma es la única correcta. Las razones -de manera resumida- son las siguientes:
1) La palabra Jehová es una creación artificial que sólo se consiguió combinando los consonantes del tetragrámaton YHWH con los vocales de la palabra adonai.
2) En los papiros encontrados en Elefantina (Egipto), que datan del final del periodo del Antiguo Testamento (siglo IV a.C.), el nombre de Dios se escribe como YHW, lo que indica que la pronunciación era probablemente Yahu.
3) En los textos griegos de los hallazgos de Qumrán (siglos II-I a.C.), el nombre de Dios se escribe YAO.
4) Los primeros padres de la Iglesia cristiana lo tradujeron al griego utilizando la grafía (samaritana) Yaoue o Yabe.
5) Hay varios nombres propios bíblicos en los que el nombre Jehová aparece abreviado al final, como Yirme-yahu (Jeremías) o Eli-yahu (Elías).
6) Lingüísticamente, el nombre YHWH viene de una forma verbal del hebreo hayah “ser” (Éxodo 3:13-15).
Estas razones hablan a favor de escribir el nombre de Dios en el Antiguo Testamento como Yahweh.
Aunque se ha debatido la pronunciación del tetragrámaton, su significado no presenta grandes dificultades. Como hemos visto viene de un verbo que significa "ser" (hayah o en su forma más antigua hawa). Esto concuerda con la explicación que Dios mismo da a Moisés. En Éxodo 3:13-15 leemos:
Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? 14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY3. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY4 me envió a vosotros (…) Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.
Las palabras: “Yo soy el que soy” salen en un tiempo verbal que puede traducirse fácilmente como: “Yo seré el que seré”. Estas palabras no solo expresan el hecho de que Dios es el inmutable, sino también que Él es el único que puede decir con razón: “Yo soy”. Todos los demás seres deben su existencia a Él; solo Él es el Ser Eterno. Es también la razón por la cual en la traducción clásica protestante francesa, Louis Segond, se traduce el tetragrámaton por “L’eternel” (el Eterno).
En conclusión, hay que constatar que la forma Jehová con toda probabilidad no representa la pronunciación original del nombre divino. Es un dato importante, pero no tan crucial como para empezar una batalla contra las traducciones bíblicas o cristianos individuales que siguen usando Jehová. Nunca hay que olvidar: es mucho más relevante conocer la persona que se esconde detrás de un nombre que pronunciar su nombre correctamente. Esto queda perfectamente claro en el caso de Jesús: su nombre se pronuncia de muchas maneras en diferentes idiomas. Pero queda la verdad: aquel que invoca su nombre será salvo - aunque lo pronuncie mal.
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Notas
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