Si quisiéramos que todos participaran de este concepto de progreso y de desarrollo en maneras y formas que se acercaran a tener unas pautas semejantes en el consumo, el gasto, el lujo y el despilfarro que se da en ese 20% que conforma el mundo rico, rápidamente nos daríamos cuenta que ese modelo de desarrollo no es sostenible, no sería viable ni siquiera depredando totalmente todos los recursos de la tierra.
Tenemos una idea de progreso y desarrollo de tipo economicista que depreda la tierra, deteriora el medio ambiente y desequilibra la redistribución de los bienes del planeta tierra creando grandes masas de gente empobrecida. Bajo el nombre y los parámetros de un concepto de desarrollo mal orientado y viciado por el egoísmo desde su origen, hemos conseguido afianzar dos escándalos humanos: a) la explotación, contaminación, depredación y destrucción de la naturaleza y el medio ambiente y b) el que la suerte del hombre, en su mayoría, corra el mismo destino que la tierra: ser despojado, oprimido y excluido de los bienes que le corresponde por naturaleza, pues todos debemos ser partícipes en igualdad de los bienes de nuestro planeta. Así, mientras el medio ambiente se deteriora sin límites, el hombre es el ser más amenazado de la naturaleza.
El estilo de vida del 20% del mundo rico, este pequeño porcentaje en torno a los cuales se almacenan y acumulan todo tipo de recursos, no sólo depreda y destruye la naturaleza y la vida del planeta, sino que reduce a la infravida a una mayoría que se mantiene en pobreza. La única solución para este concepto de desarrollo, una solución para esta depredación y consumo desaforado de las minorías predadoras, acumuladoras y enriquecidas, sería asumir los valores de una ética solidaria de lo suficiente para vivir con dignidad. Habría que cambiar los valores y el rumbo del desarrollo montado en el egoísmo humano. Hay que conformarse y mentalizarse con una nueva ética para el género humano: la ética de la moderación.
Habría que dar un vuelco, un giro copernicano en el concepto del desarrollo, cambiar los patrones de consumo que tenemos en el mundo occidental y entrar por líneas concienciadoras de que se puede ser feliz, más feliz, dentro de unos estilos de vida que moderen el consumo, dentro de líneas de vida más sencillas en las que imperen lo igualitario y lo justo, junto al hecho de poder sentirse contento con poder tener, en el ámbito económico, cubiertas las necesidades básicas para vivir con dignidad.
Las otras líneas de consumo predador no son sostenibles, no tienen futuro, sólo pueden disfrutar de ellas unos pocos que han de mantener a muchos en la pobreza. Así y todo, manteniendo la pobreza del 80% de la humanidad, las líneas de consumo predador y egoísta no son sostenibles por mucho tiempo y dañan a toda la humanidad.
Quizás la idea de desarrollo humano no debería ser tan economicista, sino basarse en otros valores éticos y humanos que hicieran que la redistribución que se debe hacer de la renta y de los recursos de la naturaleza, se vieran como algo normal. El nuevo concepto de desarrollo debiera estar basado en una conjunción solidaria de esfuerzos que hicieran del mundo la casa común de todos en justicia e igualdad. O nos salvamos todos en la sencillez y en los estilos de vida moderados por solidaridad con los pobres del mundo, o todos tenemos encima de nuestras cabezas esa espada de Damocles que en cualquier momento se puede descolgar y eliminarnos a todo el género humano.
Por egoísmo propio deberíamos ser más solidarios y entrar en líneas de desarrollo bajo el paraguas de una ética de lo suficiente para que cada uno pueda vivir con dignidad y aspirar a ser feliz viendo que el otro, el hermano, el prójimo es rescatado y liberado de esa exclusión y empobrecimiento vergonzante para toda la humanidad.
Las grandes crisis, tanto ecológicas como económicas, las crisis de valores y las líneas de deshumanización que se dan hoy en el mundo, nos han llevado a darnos cuenta de que nadie en el mundo es tan independiente como parece. Que lo que ocurre en algunos lugares repercute en otros, en todo el planeta, que lo que ocurre con algunas personas y algunos pueblos acaba afectando a toda la humanidad. Un desarrollo sostenible tiene que ser consciente de la interdependencia que hay y que se da entre todo el género humano. Somos interdependientes y ningún tipo de desarrollo puede tener futuro mientras se tenga que mantener sobre los cadáveres de más de media humanidad.
Una vez más tenemos que concluir en que las claves de un desarrollo humano basado en una ética de la moderación por solidaridad con el prójimo, está en los valores del Reino de Dios que irrumpen en el mundo con la figura de Jesús. Con estos valores no sólo se favorece la interdependencia, sino el servicio al otro hasta liberarlo, hasta sacarlo del pozo de la marginación y el sufrimiento.
Donde estén en vigor los valores bíblicos no habrá prepotencias ni ningún tipo de etnocentrismo que nos haga creer superiores y con derecho a oprimir y explotar al prójimo más débil. En el ámbito de estos valores no se puede dar una cultura de violencia del hombre contra el hombre, sino una cultura de amor y no violencia, una cultura de projimidad que echaría abajo los estilos de vida insolidarios y egoístas.
En el ámbito de los valores del Reino, sólo se puede entender un tipo de desarrollo humano: aquél que se hace a favor de los pueblos empobrecidos, a favor del hombre, a favor de la naturaleza y del medio ambiente que también tiene su grito de dolor en espera de liberación.
Los valores del Reino promueven un desarrollo humano basado en la justicia y el amor entre los hombres, eliminando todo tipo de egoísmos, de etnocentrismos y de prepotencias para poder crear un mundo más igualitario, más participativo y donde el hombre pueda aspirar, en la sencillez y en la moderación, a un mundo más feliz, un mundo en el que se termine con el mantenimiento de la pobreza, con el mantenimiento de este escándalo y vergüenza humana que se hace de forma egoísta e interesada. ¡Señor, ábrenos caminos de justicia y de paz, de desarrollo humano sostenible!
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