Huesos secos: 8 de marzo, Día Internacional de las mujeres

Ya que la Palabra de Dios está dirigida al ser humano, hombres y mujeres, me tomo la libertad de poner en femenino el texto que sigue a continuación. Se trata de Ezequiel 37:1-14, convertido en paráfrasis abierta a las mujeres. 

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¿Hay mujeres profetas? La respuesta es sí. Es uno de los dones más repartidos entre nosotras. Por eso, en esta conmemoración del ocho de marzo, tomemos el texto mencionado como una felicitación para todas aquellas que se atreven a ejercer los dones con los que el Señor las ha señalado. Leámoslo con ojos diferentes. Este mensaje también está dirigido a nosotras. Afiancémonos con propiedad de la gracia recibida. Estamos llamadas a exhortar a las iglesias que necesitan cubrir sus huesos secos con sana carne. Estamos llamadas a trasmitirles vida de Su vida.

El Señor puso su mano sobre ellas, las hizo salir llenas de su poder y las colocó en un valle que estaba lleno de huesos. El Señor las hizo pasar entre ellos en todas direcciones; los huesos cubrían el valle, eran muchísimos y estaban completamente secos. Les dijo: ¿Creéis vosotras que estos huesos pueden volver a tener vida? Ellas le respondieron: Señor, tan sólo tú lo sabes.

Entonces el Señor les dijo: Hablad en mi nombre a estos huesos. Decidle: Huesos secos, escuchad este mensaje del Señor. El Señor os dice: Voy a hacer entrar en vosotros aliento de vida, para que reviváis. Os pondré tendones, os rellenaré de carne, os cubriré de piel y os daré aliento de vida para que reviváis. Entonces reconoceréis que yo soy el Señor.

Nosotras les hablamos, pues, como él nos lo había ordenado. Y mientras les hablábamos oímos un ruido: era un terremoto, y los huesos comenzaron a unirse unos con otros. Y vimos que sobre ellos aparecían tendones y carne, y que se cubrían de piel. Pero no tenían aliento de vida.

El Señor nos dijo: Hablad en mi nombre al aliento de vida, y decidle: Así dice el Señor: Aliento de vida, ven de los cuatro puntos cardinales y da vida a estos cuerpos muertos.

Nosotras hablamos en nombre del Señor, como él nos lo ordenó, y el aliento de vida vino y entró en ellos, y revivieron, y se pusieron de pie. Eran tantos, que formaban un ejército inmenso.

El Señor nos dijo: Mi iglesia es como estos huesos. Anda diciendo: Nuestros huesos están secos; no tenemos ninguna esperanza, estamos perdidos.

Pues bien, habladles en mi nombre. Decidles: Esto dice el Señor: Pueblo mío, voy a abrir vuestras tumbas; os sacaré de ellas y os haré volver a la llenura de mi Espíritu. Y cuando abra vuestras tumbas y os saque de ellas, reconoceréis, pueblo mío, que yo soy el Señor. Pondré en vosotros mi aliento de vida, y reviviréis; y os instalaré en vuestro propio lugar. Entonces sabréis que yo, el Señor, lo he dicho y lo he hecho. Yo, el Señor, lo afirmo.

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Hermanas, seamos útiles en las iglesias. Hermanos, los que os oponéis, dejad de obstaculizar la voluntad del Señor.

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