El tweet de Dios sobre la importancia del oído

El oído es el órgano que nos permite percibir los sonidos y de no tenerlo viviríamos en un mundo de silencio absoluto. Si bien es verdad que algunas veces nos gusta escapar del ruido, que puede llegar a ser insoportable, y buscamos la quietud del silencio, también no es menos cierto que necesitamos nuestro oído, porque es una de las ventanas que tenemos con el mundo exterior. Es gracias al oído que recibimos los mensajes que vienen de fuera y especialmente los que transporta el lenguaje. 

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De la importancia del oído dan buena fe la cantidad de expresiones coloquiales que se usan en el hablar cotidiano, unas en sentido de aceptación y otras en sentido de rechazo. Y así en la primera categoría entraría ser todo oídos, para designar a la persona que pone atención a lo que se le dice, o también, en ese mismo sentido, prestar oídos o abrir los oídos. Oído al parche sirve para llamar la atención sobre la importancia de lo que se va a decir. Pero en sentido de rechazo encontramos entrarle por un oído y salirle por el otro, para expresar indiferencia hacia lo escuchado, lo que se acentúa con la expresión hacer oídos sordos. 

Luego hay otras expresiones en las que se alude al oído para mostrar determinada intención, como regalar el oído, que indica la acción de halagar a alguien de manera interesada, o al oído, que muestra el deseo de que nadie más se entere. Por supuesto, la música hace referencia al oído con tocar de oído, cuando alguien toca un instrumento sin haber estudiado música, o tener oído, cuando se es capaz de distinguir las notas musicales y la desafinación tonal.

En la antigüedad a los esclavos se les perforaba la oreja, como señal de pertenencia al amo. Dado que es en la oreja donde reside el órgano del oído y por el oído es por donde van a entrar los mandatos y órdenes del amo, la perforación de la oreja significa la disposición total del esclavo a hacer la voluntad de su amo. Es decir, el oído es el órgano de la obediencia, si está abierto, o de la desobediencia, si se cierra, lo cual nos lleva a un terreno en el que está implicada la voluntad de la persona, con lo cual hay una relación directa entre oído y voluntad. Mientras que hay oídos que por incapacidad física no pueden percibir los sonidos o ciertos sonidos, hay oídos que por deliberada decisión no quieren escuchar y aquí es donde aparece el aspecto moral y espiritual del asunto.

Cuando la negativa voluntaria a escuchar tiene que ver con cuestiones de importancia, en las que está en juego algo capital, entonces ese oído cerrado se convierte en causa primaria de fracaso y ruina. Y viceversa, si el oído está abierto, esto es, a obedecer, entonces es medio de avance y crecimiento.

Naturalmente, depende de quién sea el emisor de la palabra a ser escuchada, así el oído deberá atenderla o no. Si la fuente es fidedigna, entonces merecerá la atención, pero si es maligna lo mejor será ignorarla, pues no en vano todas nuestras calamidades proceden de unos oídos que se abrieron a las palabras de una fuente bastarda y se cerraron a las de una fuente verídica. Por lo tanto, el carácter de la fuente determina lo que el oído debe hacer con las palabras recibidas, por lo que será de insensatos aceptar el mensaje procedente de quien no tiene credibilidad y no aceptarlo de quien la tiene. Pero será de sabios aceptar el mensaje de quien la tiene y no aceptarlo de quien no la tiene.

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Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘No oí la voz de los que me instruían y a los que me enseñaban no incliné mi oído.’ (Proverbios 5:13). Hay dos palabras en el texto que destacan, que son voz y oído. Por la voz viene tanto la instrucción como la enseñanza, siendo el oído quien las recibe y el pasaje muestra a alguien que se está doliendo, demasiado tarde, por causa de no haber prestado atención a quienes le estaban impartiendo dirección. Evidentemente, se trataba de personas portadoras de una vital lección, de la que dependía el presente y, aún más, el futuro del candidato a ser aleccionado, estando facultadas para hacerlo. Sin embargo, se encontraron con una cerrazón de oído por parte del receptor de sus enseñanzas. No era una sordera involuntaria, sino escogida; no se trataba de un problema de deficiencia sino de suficiencia, pues quien ahora se lamenta pensó que no necesitaba dar oído a quienes eran sus maestros.

Es más, el texto sigue diciendo que no inclinó el oído, lo cual es una expresión de movimiento físico que indica algo añadido, dado que la declaración se refiere a no querer abandonar la altanería, para dejarse enseñar. No inclinar el oído es sinónimo de soberbia, de no querer bajarse del pedestal.

Hay un Maestro por excelencia que tiene palabras de vida eterna, es decir, palabras cuya trascendencia va más allá de esta vida. No oír su voz y no inclinar el oído a la misma es cometer suicidio. No seas como el personaje de este tweet de Dios, que deploró su actitud cuando ya no había remedio.

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