Podemos estar dándonos baños de falsa pureza que nos hunde en la miseria del desprecio al otro. Son los peligros de los religiosos.
Falsa pureza. Ninguna oración despectiva será escuchada. La oración despectiva que comentamos hoy es ésta: “¡Gracias, Señor, porque no soy como éste!”. No llegaba a oídos de Dios. “Hablaba consigo mismo”.
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Ya en los mismísimos tiempos de Jesús, el esgrimir una falsa pureza era un peligro, una conducta a condenar. Deberíamos preguntarnos si también es un peligro para la iglesia hoy. En el Nuevo Testamento en los tiempos del Maestro existían grupos religiosos autoconsiderados, aquellos que con sus falsas limpiezas cometían el error fatal de autojustificarse comparándose con otros a los que ellos veían menos dignos, impuros y, en algunos casos malditos por ignorantes que no podían comprender la ley. Despreciaban al otro.
¿Os parece terrible? ¿Creéis que es una epidemia ya eliminada? ¿Es que, acaso, no hay denominaciones que se consideran más puras que otras, más históricas, menos fundamentalistas? ¿No hay algunos creyentes que se atreven a llamar a sus hermanos en la fe de otras denominaciones errados mientras que se pueden dar golpes en el pecho de autoconfianza en ellos mismos que se consideran menos errados que otros, más puros, más arraigados en la verdad, quizás en su verdad?
¿Tiene sentido hoy en día en nuestros ambientes religiosos la frase bíblica de la parábola del Fariseo y el Publicano que llega a iluminar todo esta problemática con la frase “Gracias, Señor, porque no soy como ellos”, porque no soy como éste?
El peligro está en la práctica del orgullo humano, en la prepotencia… y algo peor: el desprecio al otro, porque no es que esté mal buscar la pureza, pero cuando se hace desde la confianza en uno mismo, impregnados de prepotencia y orgullo, caemos en lo que estamos hablando: La búsqueda de la falsa pureza que, atención, cuidado, convierte al otro en pecador y en indigno. Hemos juzgado: “¡Gracias, Señor, porque no soy como éste!”. Terrible frase que puede abarcar desde racismo, xenofobia orgullo y necedad.
Con qué derecho o sapiencia podemos decir que nosotros somos los mejores ante otros fundamentalistas o errados que solo predican teorías del infierno. Hay que estar uno muy documentado y preparado para poder afirmar esto sin caer en el orgullo de pensar que, realmente, nosotros somos los mejores y que no somos como ellos.
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Problema grave: Estamos si no en el mismo desprecio, a dos pasos de él. Podemos estar dándonos baños de falsa pureza que nos hunde en la miseria del desprecio al otro. Son los peligros de los religiosos. Yo he llamado a esta errónea oración que aparece en la parábola del Fariseo y del Publicano, a esa terrible plegaria que reza así: “¡Gracias, Señor, porque no soy como éste!”, la oración del desprecio fundamentada en el orgullo de ser más puro.
Buscadores de falsa pureza: reflexionad porque sois vosotros en vuestra necedad los que podéis convertir en pecadores a otros, pero, quizás, no así nuestro Padre Celestial que es el juez justo que conoce los corazones.
La parábola de que hablamos nos lleva a la conclusión de que es mucho mejor y más coherente observarse a uno mismo como pecador que necesita arrepentimiento. Desde ahí es desde donde Dios escucha nuestra plegaria, nuestra oración, nuestra súplica.
La oración de desprecio del fariseo, su falsa plegaria, no salía de los techos ni de las cuatro paredes del templo. Se le describe así a él y a su plegaria: “Hablaba consigo mismo”. Oración del desprecio sin recorrido alguno. Es la del publicano que no se atrevía a levantar su cabeza y que se daba golpes en el pecho el que hizo que su oración fuera escuchada. Lo del fariseo era un ejemplo de falsa pureza. El falsamente juzgado como impuro es el que salió perdonado.
Nadie se puede justificar así mismo. Ninguna oración despectiva será escuchada. Es un pecado alardear de purezas falsas.
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Algunos acusan así: fundamentalistas, errados, predicadores de infiernos, trastocadores de la imagen de Dios, fanáticos, ignorantes y otras lindezas. Me da miedo. Me recuerdan al fariseo, salvo que ante Dios hayan puesto estos juicios suyos a otros hermanos. Al menos, si se hace y se dice porque tenemos pruebas fehacientes después de examinarnos a nosotros mismos, hagámoslo ante Dios en una oración humilde evitando nuestras falsas seguridades y eliminando nuestra percepción de purezas que, quizás no son tales. Todos tenemos nuestros errores que solo Dios juzgará. ¡Qué bonito es poder entrar por líneas de humildad!
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