Silencio atronador, faltan gritos

Faltan gritos. Muchos creyentes permanecen en una nube de silencio. Dicen ser seguidores del Maestro, pero se han quedado callados ante las graves problemáticas del mundo, ante el gran escándalo de la exclusión social de tantos y tantos semejantes nuestros, ante los mil millones de hambrientos en el mundo, ante la opresión y el despojo de los empobrecidos de la tierra, ante el racismo y la xenofobia, ante el desigual reparto de las riquezas de nuestro planeta tierra, ante loa necios acumuladores que tan bien describe el Nuevo Testamento en boca de Jesús.

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Faltan gritos. El silencio de tantos y tantos creyentes está atronando la faz de la tierra y, quizás, también la faz de los cielos, si es que se puede hablar así. Ese silencio es atronador tanto en el cielo como en la tierra. ¿Qué pasa? ¿Ya no existe el mandato divino de gritar a voz en cuello como se le pedía a los profetas?

Algo sucede, algo pasa que alimenta ese silencio. En el mundo hay una triste y horrorosa crisis de valores que nos muestran lo amargo como dulce o viceversa en un trastoque demencial. ¿Dónde están esos valores que pueden transformar al mundo y llenarlo de nuevas voces? ¿Quiénes poseen ese tesoro?

Se podría responder que los cristianos tenemos los valores del Reino, los valores bíblicos, pero, en tantos y tantos casos, los tenemos envueltos en un manto de silencio mientras miramos la cielo para disfrutar de los goces espirituales sin darnos cuenta de que la espiritualidad cristiana es una espiritualidad comprometida con el mundo. El compromiso con el mundo, el amor al prójimo, la empatía con los sufrientes es también una parte esencial de la espiritualidad cristiana. Así, la falta de acción puede ser también un silencio atronador e insolidario.

Muchas veces los cristianos, las iglesias y los líderes evangélicos guardan silencio ante tantas y tantas problemáticas de la humanidad ante las que Jesús se comprometió y denunció con su grito al estilo profético. 

¡Cuántas veces se ha preguntado en teología y en la vida cristiana en general si este silencio que convierte en mudos a los cristianos los transforma también en cómplices! Se necesitan buenos prójimos que se paren y que actúen, que denuncien y griten a voz en cuello como clamaban los profetas por mandato de Dios. 

Hoy no existen ya esos gritos. Hoy los valores bíblicos de compromiso con los abusados de la tierra, con los empobrecidos y oprimidos se han enterrado y no se granjean, no se trabajan. Triste constatación. Penoso silencio.

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¡Cristianos del mundo! ¡No quedéis captados por el ritual! ¡No os quedéis pasivos en vuestras congregaciones para ver solamente lo que os puede caer del cielo! ¡Salgamos de la nube del silencio, de la quietud de la pasividad insolidaria! ¡Volvamos a los valores bíblicos, gritémoslos, hagámoslos realidad amorosa y solidaria en el mundo! El silencio cómplice que da la espalda al grito de los sufrientes de la tierra debe desaparecer para que no desaparezca la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana.

Los goces y bendiciones espirituales nunca se deben disfrutar como algo insolidario. Los creyentes deben ser esa sal solidaria que transforma, que actúa. Esa levadura que debe leudar toda la masa social injusta y trastocar los valores antibíblicos. La fe debe ser contracultura ante los valores marginantes, injustos e insolidarios del mundo. La vivencia de la fe debe gritar en el mundo.

Un cristiano no puede estar de espalda al grito de los sufrientes de la tierra. Hoy, si estamos de espaldas a ese grito, no puede ser por ignorancia. Los medios de comunicación y las redes sociales nos meten estas problemáticas en nuestras casas, en nuestros ambientes. Nadie puede alegar ignorancia. Nuestra pasividad y falta de compromiso está más bien relacionado con el pecado de omisión de la ayuda que condena la Biblia.

¡Cómo pueden estar en silencio los cristianos que conocen los auténticos valores que pueden cambiar al mundo! ¡Cómo se puede vivir una espiritualidad cristiana pasiva ante el grito de los estigmatizados, robados y maltratados del mundo! El silencio cómplice que, quizás, atrona al mundo debe saltar hecho pedazos con la voz solidaria de los creyentes del mundo y con su compromiso concreto de acciones solidarias y amorosas. Lo otro, un silencio ante el grito de los pobres y sufrientes de la tierra, es simplemente uno de los mayores escándalos de la humanidad. Que nunca falte nuestro grito en el nombre del Dios vivo.

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[title]Por un año más[/title]

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