Voces, voces... más voces

Nuestro mundo necesita voces, muchas voces, voces de alcance planetario. ¿Quién puede gritar a voces en el mundo hoy como lo hacían los profetas? ¿Quién o quiénes pueden gritar a voz en cuello para que lo oiga el mundo? Un mundo que necesita voces. Muchas voces que podría amplificar el propio megáfono divino.

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Muchos tipos de voces: Voces evangelizadoras, voces que comuniquen la necesidad de nuevos valores, los valores bíblicos del Reino, valores que puedan transformar el mundo. Voces transversales a través del mapamundi clamando por justicia, voces capaces de transformar los entresijos del ser humano, voces diferentes que empapen todo el injusto sistema mundo, voces solidarias a favor de los tirados al lado del camino, voces que llamen a remar contracorriente, voces que creen nuevos criterios y filtros, voces a favor de los débiles del mundo, voces diferentes.

Voces cuyo alcance sea el mundo entero para mensajes no provincianos, sino mensajes que tengan a todos los habitantes del planeta como objetivo. Voces evangélicas y solidarias con el prójimo de alcance global. Voces de misericordia contra los que abusan de los trabajadores. Voces que sean gritos a voz en cuello como ordenaba Dios a los profetas. No hay otra solución.

Estamos en un mundo globalizado en donde nuestras voces lanzadas en pequeños pueblos, en sus barrios, en aldeas campesinas, en parajes semidesiertos, pueden llegar a ser voces globales. ¡Qué grande es el que yo desde mi pequeño rincón en una pequeña aldea pueda alcanzar a todo el mundo globalizado! Un misterio, pero un misterio que debemos de aprovechar.

Yo intento gritar muchas veces desde el valle tropical de Almuñécar. Muchas veces escribo desde allí rodeado de montañas y acariciado por el mar. No hay rincón desde donde no se pueda gritar, desde no se puedan lanzar todo este tipo de voces en muchos casos escritas. Mundo globalizado en donde el eco de mi voz puede ser universal.

No hay lugar pequeño, no hay capilla diminuta que no pueda lanzar estas voces solidarias. Yo puedo mirar el valle tropical lleno de árboles y otras plantas y ver desde allí al mundo entero al que me puedo dirigir.

En Madrid vivo en Lavapiés, lugar planetario en donde hay más de cien culturas, razas, lenguas y religiones. Un pequeño barrio del centro de Madrid que se ha planetarizado. Gritar en este mundo diverso. Dar voces de alcance global. Los hilos transmisores del mundo acogerán vuestros gritos y los extenderán por toda la esfera terrestre. Si es así, ¿por qué estamos mudos, por qué nuestros labios se cierran en complicidad con los opresores y malvados, por qué caemos en el pecado de omisión sea de palabra o de acción?

Tus voces pueden tener alcance universal, influencia indefinible, enorme, poderosa, de largo alcance. Alarguemos las cuerdas de nuestras pequeñas tiendas para hacernos gigantes cuya voz puede atronar el planeta. Voz atronadora siempre a favor del Evangelio, de los nuevos valores, de los valores bíblicos que conocemos pero que no anunciamos en forma de voz y de hecho, voces por justicia en solidaridad con el prójimo sufriente, voces de misericordia y de anuncio de salvación tanto para el más allá como de liberación de tantos prójimos sufrientes en nuestro aquí y nuestro ahora. Voces.

Gritemos contra la injusta lógica del mercado consumista, contra la desmedida acumulación de bienes por parte de aquellos ricos necios que ya condenó Jesús, voces, muchas voces en un mundo global en donde los gritado por nosotros puede tener un eco mundial, global, planetario. ¿Qué hacéis que no gritáis? ¿Qué hacéis que vivís un cristianismo sin compromiso con el mundo? ¿Nos hemos quedado mudos? ¿Nos aplana el silencio cómplice?

Gritad en los caminos, en las aldeas, en los pueblos, en las grandes urbes. Gritad por escrito o hablado. Gritad por la noche o por el día. El mundo está abierto para recibir vuestra voz. Si es así, ¿por qué estamos callados? Se necesitan voces comprometidas con el mundo y, a veces, solo tenemos voces que claman por nuestros goces y situaciones confortables, voces solo con la esperanza en un más allá que no hemos trabajado con la solidaridad con el prójimo cuyo amor debe estar en relación de semejanza con el amor a Dios. No demos la espalda al mundo.

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Gritad de frente, gritad a voz en cuello, lanzad voces que clamen por justicia y misericordia, por un mundo más igualitario impregnado de ese escándalo que es más de mil millones de hambrientos en el mundo y más de medio mundo en pobreza, bajo opresión, robados, saqueados, lanzados al no ser y a la no vida de la exclusión y marginació0n social.

Se necesitan voces. También la tuya y la mía. Voces de alcance planetario, voces cuyo eco inunde la tierra, voces solidarias y misericordiosas, voces de denuncia. Voces.