“En el ministerio y la iglesia he sentido limitaciones, imposibilidades, techos por ser mujer. Y lo más triste, juicios por decirlo y pedir un cambio”.
Ana Enríquez Dueñas nació en Madrid en, pero cuando era bebé su familia se trasladó a Burgos por motivos de trabajo. Como ella dice eres de “donde paces además de donde naces”, por lo que su niñez y adolescencia fue de sentirse totalmente burgalesa. Después para estudiar en la Universidad, volvió a Madrid y desde entonces aquí sigue, “en esta gran ciudad y me vivo como una persona muy afortunada por haber crecido en una ciudad tan bonita, espectacular y pelín fría, como Burgos”.
Está casada desde 1993 con Valentín Rodrigo, y tienen 5 hijos, tres chicos y dos chicas. El mayor con 25 años y los dos menores con 15 (mellizos, él y ella).
Ejerce su profesión como profesora, orientadora y formadora. Actualmente, trabaja como orientadora de la ESO en el Colegio La Salle Sagrado Corazón, y también da alguna hora de clase, “lo cual me encanta porque me conecta con los chicos/as en clase directamente”. Desde hace unos años, también es invitada para ser formadora de profesores, para facilitar talleres a padres y madres, y para compartir con adultos sus aprendizajes sobre todo en torno a la educación, la fe, la vocación docente, los hijos y el crecimiento personal.
“Formo parte del Equipo Directivo, Coordino el Departamento de Orientación y me entusiasma formar parte de una misión educativa, la de La Salle, en la que creo profundamente y vivo como una oportunidad de ministerio de fe, fraternidad y servicio, siendo estos tres los valores lasalianos fundamentales que nos mueven”.
Y nos dice que “aunque no es una profesión como tal, en lugar de ‘soy escritora’, me siento más identificada si digo que: ‘soy una mujer que escribe’. Ojalá se pudiera convertir en parte de mi profesión para no volverme tan loca buscando horas debajo de la almohada. Escribo sobre todo porque siento un llamado muy grande en mí a compartir y comunicar lo que voy aprendiendo o lo que he descubierto viviendo. He comprobado que muchas veces es de gran ayuda para otros lo que ha sido de gran ayuda para mí y tengo como principio de vida ‘seguir la rueda del dar y recibir’ sin quedarse nada para uno”.
Siempre ha sido miembro de una Comunidad Cristiana de forma activa y actualmente es miembro de la Iglesia del Salvador de la IEE. En esta Comunidad Cristiana “aprendo, me relaciono, crezco y sirvo”.
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Pregunta.- Cuéntanos algo sobre tu conversión, tu experiencia. Porque naciste en una familia cristiana ¿verdad?
Respuesta.- Nací en una familia de fuertes creencias cristianas e implicación comunitaria, con abuelos y padres que seguían a Cristo y esta fe, gracias a Dios, se nos transmitió a mi hermano y a mí, y fue plenamente aceptada como propia desde el corazón, en mi más tierna niñez. Decidir seguir a Jesús, para mí ha sido un proceso, un camino en el que he dicho muchos SÍES a Dios y también algún que otro NO o NO SÉ a lo largo de los años, pero desde la juventud junto con mis dudas, errores y crisis, sé que camino con Jesús de su mano y que seguirle es la mejor decisión que he hecho en la vida.
Ser seguidora de Jesús además de sentido, salvación, propósito y vida abundante, me ha llenado de personas a mi alrededor maravillosas, hermanas y hermanos que son verdaderos amigos y compañeros de vida. Esto es un grandísimo regalo de la fe que sigue expandiéndose y trayéndome continuas maravillosas sorpresas, por lo que estoy muy agradecida.
P.- Ana los que te seguimos en las redes sabemos la profundidad de tus escritos, tu sensibilidad y tu vocación de comunicadora y pedagoga. De hecho, has publicado tres libros, una novela titulada “Tú estarás conmigo”, y “Madre de 5 al rescate”; y tu último libro que acabas de publicar “Lo que me gustaría decirte”. Estos dos últimos recomendamos leer sobre todo a educadores, padres madres, abuelos, abuelas... ¿Cuándo empezaste a escribir y por qué?
R.- Escribo desde que soy adolescente y también escribí alguna cosilla antes, pero lo hacía a escondidas “y solo para mí” con un cuidado y un secretismo tremendo. Escribía por necesidad de entenderme, por rellenar mis ratos de soledad, para comprender el mundo y poder expresar con palabras mis sentimientos, mis ideas, por querer ser escuchada y sobre todo, creo que comencé a escribir porque era una lectora infatigable e imparable que soñaba con ser algún día la persona que escribía el libro y no solo la que lo leía.
Varias veces, profesores en el colegio, en el Instituto y también en la Universidad me han felicitado por mis buenos trabajos o por lo bien que escribía en los exámenes, pero nadie supo ver que dentro de mí había una chica apasionada por escribir. A veces los profesores intuímos cosas, pero no vamos allá, lo cual es una pena. Hay que saber buscar la perla cuando se intuye que está.
Y, más o menos en torno a los treinta y muchos “salí del armario como mujer que escribe”. En ese momento de más o menos “mitad de la vida” me di cuenta de que o lo hacía ya, o me dejaba de historias. Y poco a poco con muchos miedos, vergüenza y sensación de hacerlo muy mal, pero de no poder ni querer dejar de escribir, me dije a mí misma y al mundo: “pues sí, yo escribo y quien quiera leerlo, que lo lea. Perdí el miedo.
Escribo cada día por la mañana en mi cuaderno reflexiones, oraciones, pensamientos, comentarios a lecturas, versículos que me inspiran, preguntas que me hago... todo aquello que necesito para afrontar el día con fuerza y sentido. Y de vez en cuando me embarco en proyectos conmigo misma, que han dado lugar a tres libros.
“Tú estarás conmigo”, es una novela que necesité y quise escribir, porque tenía la profunda necesidad de indagar en la muerte, la amistad y las heridas de vida que se superan y sanan. Es una novela con dos mujeres como protagonistas, Clara y María, y tres escenarios Madrid, Burgos y Calcuta. Esta novela está llena de sonrisas, lágrimas, vida fresca, amor, dolor, sueños y esperanza. A la gente le ha gustado mucho.
P.- ¿Qué quisiste trasmitir en “Madre de 5 al rescate” y en “Lo que me gustaría decirte”?
En “Madre de 5 al rescate”, pretendí ayudarme a mí misma a vivir la maternidad de una forma inspiradora, en la que mis hijos pasaran a ser mis maestros y la palanca que me impulsa a ser mejor persona, porque los hijos no te dejan opción: o creces, cambias, evolucionas y te haces mejor o lo vas a pasar muy regular. De hecho, al título le faltan tres palabras fundamentales: “Madre de 5 al rescate de sí misma”, porque esta era mi necesidad en ese momento: ser madre-aprendiz sin hundirme, sin dejar de ser mujer pese a estar 24 h con mis hijos, sin dejar de cuidarme, sin renunciar a mis sueños, aprovechando la fuerza de la infancia de mis hijos para ser transformada para bien, para ir creciendo con ellos, sin decirme a mí misma: “tú ya no” o ignorando mi vocación y llamado.
Y en el último libro “Lo que me gustaría decirte” recién publicado, he querido dar voz a los adolescentes, porque tendemos a no escucharlos de verdad. Necesitamos comprenderlos y mirarlos a los ojos desde la humildad y la atención del que quiere descubrir un tesoro. Lo escribí porque como madre de dos adolescentes me di cuenta de mis torpezas y de que andaba muy perdida creyendo que me lo sabía todo y alejando a mis hijos con mis historias y razonamientos cansinos de madre adulta. Me ayudó mucho escribirlo y confío que su lectura pueda ser de ayuda para todo aquel que se relacione con adolescentes y jóvenes.
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P.- Ana, ¿has tenido obstáculos por ser mujer en el desarrollo de tu profesión o ministerio?
R.- En mi profesión ninguno. Es cierto que, en el contexto educativo, hay muchas mujeres y podría considerarse “normal” no tener obstáculos, pero lo bueno es que en igualdad de condiciones, he visto promocionar sin ninguna dificultad a mujeres valiosísimas a puestos de dirección y a mí misma se me han ofrecido muchas oportunidades y posibilidades en función de mi trabajo y sin sentir ningún obstáculo por ser mujer.
En el ministerio y en la iglesia he sentido claras limitaciones, imposibilidades, techos por ser mujer y lo que es más triste, juicios por decirlo y pedir que las cosas cambien.
De adolescente y de joven lo vivía con una calma triste que me hacía dudar de mí misma ¿tendrán razón? Ya, más mayor, lo viví con enfado, frustración interna, y sobre todo ... con silencio, porque no soy dada a las gestas heroicas ni a ser un altavoz de causas perdidas y porque entendía “que más vale callar que enfrentarme a todos”. Probablemente esta sea la primera vez que comento este tema más allá de algunas conversaciones privadas, en las que tampoco me extiendo demasiado al respecto, porque he optado por no estar en discusiones estériles meramente intelectuales. En este tema, aunque me ha costado años, he sido más de actuar y moverme yo, que desgañitarme o desgastarme para que se muevan otros a los que siento totalmente apegados a su posición.
Las limitaciones han sido tan obvias por ser mujer, que como anécdota quiero comentar que, seguramente si yo fuera hombre, habría sido pastor o líder de iglesia y me dedicaría al ministerio de la Palabra y a acompañar al crecimiento de una Comunidad Cristiana. Lo digo totalmente sin resquemor y desde la humildad, pero en el mapa que otros trazaron para mí cuando era joven y cuando se va decidiendo la vida, no se “podía” hacer ese viaje en el contexto en el que yo estaba.
¿Por qué? Porque más allá de dones, talentos, vocación y llamado, al ser mujer, desde pequeña me dijeron: “tú no”. No me lo dijeron así tal cual, pero me lo dieron a entender de muchas y variadas formas, con mensajes más o menos explícitos, con indicaciones sutiles pero firmes de por dónde no avanzar, y, sí que hubo una triste vez en la que también se me dijo directa y audiblemente.
Tú no, aunque tengas dones y llamado.
Tú no. Tu marido, tu hermano y tu padre sí, pero tú no.
Tú no, aunque ames a Dios con todo tu corazón y te salga del alma compartir su Palabra con otros.
Tú no, tu lugar es compartir la Palabra solo a niños, en grupos de mujeres y hazlo desde la discreción y que no se te note mucho.
Circulaba la creencia no escrita, de que “la mujer virtuosa” además de ser una currante absoluta es sobre todo invisible, muy discreta y nunca, nunca, ha de entorpecer ni hacer sombra el ministerio del marido o de los hombres.
Tú sí, porque Dios te ama, pero NO puedes ejercer ciertos ministerios aquí ni estar en igualdad en órganos de decisión y es mejor que tranquilamente acompañes a tu marido y le apoyes a él.
En fin. Podría seguir horas, pero no es el medio ni el momento. He vivido como muchas de nosotras, enseñanzas y consejos de personas amadas y bienintencionadas que han sido para mí auténticos corsés, cadenas y jaula, y me han llenado de creencias limitantes implícitas y explícitas, de las que me he tenido que ir despojando con mucho trabajo, dolor y sudor a lo largo de los años. Gracias a Dios, ahora ya no me siento limitada y estoy en otro lugar interno y externo.
Le pedimos a Ana Enríquez que nos hable sobre cómo ve la situación actual de la mujer en las iglesias, denominaciones y entidades evangélicas y qué se puede hacer para que se integre con todo su potencial en la labor del Reino de Dios. Promete contestarnos en un próximo artículo suyo (que publicaremos aquí). Hasta entonces ¡gracias, Ana!
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