Navidad y la psicología del carril

Quizás hoy ya no se usa tanto el adjetivo de “carrilanos”, término que se usaba bastante hace unos veinticinco años para hablar de los transeúntes sin hogar, de los que deambulan por las ciudades, especialmente por sus centros urbanos, para buscarse la vida pasando incluso las noches a la intemperie. También y muy especialmente en un tiempo tan familiar y especial como es la Navidad. 

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Hoy yo quiero rescatar este adjetivo “carrilanos” para este artículo con una especie de tema prenavideño. Lo rescato con todo el respeto del mundo, con pena y deseos de reinserción social de estas personas que deambulan por el mundo mostrando su alma solitaria. Los respeto y he pasado gran parte de mi vida trabajando con ellos y para ellos en Misión Urbana con el objetivo de llevarles compañía, ayudas y nuevos valores restauradores.

El “carril”, la ruta de los pobres sin hogar, la ruta de los marginados y excluidos de nuestras ciudades. Los carrilanos que deambulan por el mundo como prójimos robados y apaleados por una sociedad hostil e injusta. 

Pregunta: ¿Por qué nos acordamos más de ellos en Navidad? La solidaridad cristiana no debería ver tiempos, ni momentos, ni lugares, sino personas que sufren, a las que hemos de tratar como nuestros prójimos, nuestros iguales en libertad y dignidad. 

¿Cuál puede ser la psicología del carril, la estructura psicológica de los carrilanos? No podemos entrar en un estudio profundo, pero basta decir que algo se nota en sus caras que se muestran serias y tristes, lo que va mostrando una especie de angustia que en el fondo refleja la característica más importante y típica de los habitantes del carril: la soledad.

Esa soledad les convierte en personas más cerradas en sí mismos, mucho más introvertidas, más ariscos y con deseos de vivir de espaldas a una sociedad que les niega la integración en igualdad de dignidad y de consideración humana. Por tanto, son personas mucho más aisladas lo que hace que la Navidad, al ser una fiesta no solo social sino familiar tenga para ellos unas connotaciones especiales. Navidad en soledad y de espaldas a tantos y tantos que opinarán que en esta época tan especial hay que ayudarles y echar una mano a los desheredados de la tierra.

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Así, la Navidad de los carrilanos va a ser diferente a la de las personas integradas en una sociedad de consumo que les hace ir cargadas con lujosas bolsas y paquetes de gran colorido con productos navideños. Ellos, los habitantes del carril van a llevar otra carga muy distinta: una losa de soledad aplastante que les hunde el alma.

Recuerdo que en Misión Urbana, en nuestro despacho asistencial, que una de estas personas excluidas y marginadas quitaba importancia al hecho de que, quizás, no pudiera acceder a los productos navideños, que incluso no le importaba en esos días pasar hambre, podría dormir en la calle o, si hacía mucho frío, pasar la noche paseando para que el cuerpo no se congelara. Decía que todo esto no le importaba mucho, pero lo que no podía aguantar era el peso de esa pesada losa que le aplastaba: La soledad.

La soledad como ingrediente amargo de los carrilanos, de esos habitantes del carril que no tienen casa, que son los sin hogar, los sintecho. Soledad impregnada de ese otro ingrediente que acaba de aplastarlos que se llama tristeza o angustia vital. Varias asociaciones de trabajo social quizás les puedan regalar turrón que guardan en su seno o, en su caso, alguna comida especial que ellos agradecen, pero muchos, desgraciadamente, en esta coyuntura navideña lo pasan con lloros, con lágrimas, con llantos quizás acordándose que algún día ellos también tuvieron familia, casa o trabajo.

Navidad con rincones de llanto, con psicologías desestructuradas y con penas que se agarran a la garganta y al corazón. Navidades que se dan en el seno de un mundo injusto con sociedades de consumo a la que está prohibida la entrada a tantos y tantos habitantes del carril.

Navidad para personas rotas, con grandes rupturas familiares, pero que han encontrado un terrible y diabólico aliado que acompaña a muchos: el ahogar las penas en el alcohol. Alcoholismo como aliado de los carrilanos del mundo, de las personas sin hogar, de muchos de los empobrecidos del sistema, de muchos de los pobres de la tierra.

Navidad impregnada de alcohol para muchos de los habitantes del carril. ¿Será, acaso, el deseo de un suicidio lento, de un no vivir, un recurso para poder aguantar el no-ser de la marginación social, de la exclusión que tienen muchos de estos pobres carrilanos?

Carriles del mundo llenos de excluidos, de una especie de sobrante humano a los que nuestras sociedades les dan la espalda, carriles cargados de soledad, preñados de angustias sin fin que acaban desestructurando la sensibilidad de tantos y tantos, hundiendo en los focos de pobreza a aquellos más débiles, fracasados, empobrecidos, enfermos a los que se agregan muchos procedentes de los manicomios de hoy que trabajan en lo que se llama instituciones de puertas abiertas.

Acordémonos de todos ellos y, si podemos hacer algo, estaremos haciendo una Navidad de 2023 mucho más humana, más solidaria y, en el fondo, mucho más cristiana. Navidad 2023 impregnada de los valores del Reino, de los valores bíblicos.

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[title]Por un año más[/title]

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