Lloremos por el mundo junto a Jeremías

¿Se debería llorar hoy por el mundo en su situación actual de guerras, violencias, sobornos, robos, opresiones y crecimiento de la pobreza con ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres? Hoy en día nos azotan los vientos de guerra, la muerte y asesinatos de población civil de niños, de ancianos. ¿Debemos hablar gritando y con toda dureza para que el hombre se vuelva a Dios o hacer lo que hizo Jeremías: llorar? Jeremías llora por su pueblo, por el mundo. Lo que pasa es que, quizás hoy, no hay ningún profeta que llore por el mundo.

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Que no nos dé vergüenza llorar por un mundo violento, por tantos pobladores de la tierra que usan la violencia, la guerra, la rapiña, la opresión y el despojo de los pobres. Quizás es que el llanto nos purifica a nosotros y baña de olor grato al mundo intentando su liberación.

Se podría preguntar si es necesario el llanto de los creyentes para que haya cambios de valores en el mundo, para que haya arrepentimiento y cambio. Quizás no lloramos porque no tenemos la empatía necesaria para comprender toda la grave problemática del mundo. Quizás si nuestra mente, corazón y conciencia captaran realmente la dificultad de tantos y tantos coetáneos nuestros, nuestras lágrimas fluirían como semilla que fecundara al mundo. ¡No es ninguna vergüenza llorar como Jeremías por su pueblo, llorar como Jeremías por el mundo!

Que nuestras lágrimas siguiendo el ejemplo de Jeremías sean como una levadura para el mundo deseando la paz, el no a las guerras, el no a las violencias, al hambre, a la pobreza, a la reducción de media humanidad al no ser de la marginación, la reducción de la indignidad de fomentar el hambre y la pobreza en el mundo. ¡Señor, danos lágrimas liberadoras!

¿Lloraba le profeta Jeremías o, quizás, también Dios lloraba a través de su profeta? Todavía hoy siguen siendo necesarias esas lágrimas, son necesarios profetas llorones bajo la dirección de Dios, son necesarias lágrimas que puedan lavar el mundo. Notad esto: Jesús también sintió la necesidad de llorar sobre Jerusalén. ¿Lloraría hoy por los palestinos, por los israelíes, por Ucrania, por Rusia y por tantos otros?

¿Sabéis quienes son los que pueden llorar hoy por nuestro mundo? No los cristianos cómodos, no los que viven de espaldas del grito de los sufrientes, no los que no se interesan por la pobreza en el mundo y siguen enriqueciéndose, no los avaros y los que han hecho caer a gran parte del mundo en manos de ladrones. No.

Los que pueden llorar bajo la dirección de Dios por el mundo van a ser aquellos creyentes solidarios con el dolor de tantos y tantos hombres inocentes, los que miran al mundo y se conciencian de que algo deben hacer aquellos que se llaman seguidores del Maestro, Los que contemplan las estructuras injustas de poder en un mundo creado por un Dios de justicia que desea que sus seguidores también busquen esa justicia y practiquen la misericordia, aquellos que entienden lo que es el concepto de projimidad para Jesús cuyo amor debe estar en relación de semejanza con el mismo Dios.

El profeta necesitaba llanto, quería llanto por su pueblo, quería llanto por un mundo injusto y desobediente a Dios. Por eso tuvo que decir convirtiéndose él mismo en plañidera: “llamad a las plañideras… deshagamos nuestros ojos en lágrimas, y nuestros párpados se destilen en aguas”. Lágrimas que puedan regar el mundo con un espíritu diferente, con unos valores de solidaridad, liberación y dignificación de las personas que sufren, que son maltratadas, asesinadas, despojadas o vejadas.

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¡Cómo podría cambiar el mundo si en él hubiera muchos Jeremías, muchos profetas que hacen que de sus párpados destilen lágrimas para purificar a un mundo injusto y cruel! Lágrimas que quizás pueden ser un símbolo del propio sufrimiento de Dios por el mundo. Lágrimas cual raudales de aguas vivas que fecunden la tierra, una tierra nueva con sus habitantes impregnados de lágrimas solidarias que pueden cambiar los malos valores del mundo por unos valores nuevos, por los valores bíblicos, por los valores del Reino para que pueda resurgir un mundo mejor.

Quizás esta liberación no llegará pronto y de forma rápida, pero nuestras lágrimas no serán en vano. Si el mundo llora como con dolores de parto esperando la liberación, quizás el río de nuestras lágrimas pueda influir como un calmante liberador y como muestra de que en el mundo hay seguidores del Maestro, profetas llorones que se unen también al llanto de Jeremías.