En la Biblia vemos una unidad inseparable entre el conocimiento y la práctica.
En mi última publicación hablamos de ángeles que bailan sobre la punta de un alfiler. Nos dimos cuenta que los teólogos escolásticos se enzarzaron en debates que rayaron en lo absurdo. Los temas para esta olimpiada de lo disparatado abundaron. Sí, es cierto, dejamos atrás estas cuestiones. En el siglo XXI ya no nos interesamos por si los ángeles bailan, si tienen sexo y, de ser así, si son hombres o mujeres. No nos interesan estas cuestiones porque las modas han cambiado y tenemos nuestro propios debates bizantinos.
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Pero no solamente existe la teología especulativa como una manera muy efectiva de perder el tiempo. Hay otra variante: la teología abstracta. Podríamos llamarla: “filosofía, disfrazada de teología”.
Una de las primeras corrientes filosóficas que amenazó la doctrina cristiana era sin lugar a duda la gnosis. Pablo avisa a su colaborador Timoteo en su primera carta en el capítulo 6 del tema cuando le escribe:
Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia [gnosis], la cual profesando algunos, se desviaron de la fe.
La gnosis finalmente abrió el camino al neoplatonismo, que a su vez amenazó la teología con su peculiar forma de interpretar la revelación de Dios: el sentido alegórico de la Escritura. Esta tal vez es la variante más elaborada de la teología abstracta. El campeón de esta nueva forma de interpretar la revelación de Dios en la Biblia fue el teólogo Orígenes de la ciudad egipcia de Alejandría.
La interpretación alegórica que Orígenes divulgó era un método que buscaba encontrar un significado más profundo en los textos bíblicos más allá de su significado literal, algo escondido a primera vista y solo accesible a los teólogos más espirituales.
Orígenes aplicó este enfoque alegórico a la Biblia de varias maneras, y sus interpretaciones a menudo se centraban en encontrar significados espirituales y morales más allá de la narrativa que exigía el contexto.
En primer lugar, Orígenes creía que muchas de las historias bíblicas tenían un significado más profundo y simbólico que iba más allá de su sentido literal. Por ejemplo, interpretó el relato de la creación en Génesis como una alegoría de la creación del alma y su caída en el pecado.
En segundo lugar segúnel teólogo alejandrino la Biblia estaba llena de lecciones morales y espirituales y por lo tanto Orígenes utilizó la interpretación alegórica para resaltar estos aspectos. Veía las historias bíblicas como ejemplos de virtud y vicios, y su objetivo era extraer lecciones éticas para la vida cristiana.
Y en último lugar Orígenes creía en la unidad de las Escrituras y que todas las partes de la Biblia estaban interconectadas en su significado escondido. Utilizó la interpretación alegórica para encontrar conexiones y temas comunes en todo el canon bíblico, estableciendo así conexiones inexistentes.
Esta forma peculiar de interpretación abrió las puertas para un entendimiento subjetivo y arbitrario de la Biblia. Tres puntos destacan particularmente que por cierto se dejan notar claramente hasta el día de hoy en la teología de algunas corrientes protestantes.
Uno de los principales críticos de la interpretación alegórica era Tertuliano, quien argumentaba que este enfoque podría llevar a la pérdida de la historicidad de las Escrituras. Al enfocarse en lo alegórico, se corría el riesgo de desestimar los eventos históricos registrados en la Biblia.
Además, la interpretación alegórica es subjetiva por definición, ya que depende de la percepción y la imaginación del intérprete. Esto puede llevar a una amplia variedad de interpretaciones y dar lugar a ideas potencialmente heréticas o heterodoxas. En otras palabras: puedes encontrar en un texto lo que quieras. Es exactamente lo que pasó en el caso de Orígenes.
Al enfocarse en la alegoría, existe el riesgo de perder de vista el significado literal de los pasajes bíblicos. Esto puede llevar a malentendidos y tergiversaciones de la Escritura.
Por cierto, la interpretación “espiritual” y alegórica no debe de ser confundida con la tipología que es una interpretación que se basa precisamente en la historia para resaltar actuaciones analógicas de parte de Dios.
La teología alegórica, sin embargo, no se preocupa en absoluto por lo histórico.
Nosotros llevamos (sobre todo en el área de la teología) más bagaje filosófico griego de lo que queremos reconocer. En el mundo de la filosofía griega, la realidad consiste en dos substancias: la mente (ideas, formas) y la materia. A diferencia de la enseñanza bíblica que habla de una división entre lo que no fue creado (Dios) y su creación (el universo y lo que contiene), la división de los griegos es entre el espíritu y la materia. Esta división es típica de lo que podríamos llamar “intelectualismo”, que ha dejado sus huellas en la teología cristiana por lo menos desde los tiempos de Orígenes.
Un teólogo puede rechazar filosóficamente esta división neoplatónica y al mismo tiempo aplicarla a su teología. De hecho, la universidad moderna perpetúa esa idea griega con su cosmovisión de que las ideas son superiores a la práctica.
Esto explica la ignorancia y a veces incluso la hostilidad de muchos de nuestros intelectuales frente a conceptos como la tecnología, la economía y el mundo laboral, para mencionar solo tres áreas. Nuestras universidades en general y nuestros seminarios teológicos en particular se caracterizan por una cosa: su cosmovisión neo-platónica.
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Esto queda más claro cuando echamos un vistazo a sus asignaturas. Se suele hacer una diferencia entre la teología académica y la teología práctica. Y, por supuesto, ni hay que preguntarse qué parte suele gozar de mayor prestigio. Lo que prima es lo académico, lo intelectual. Lo práctico es simplemente una concesión a lo que la vida pastoral en una iglesia inevitablemente exige.
Por supuesto, no existe nada en la Biblia que justifique este tipo de división. Es la idea de la filosofía griega que enseña la superioridad de lo abstracto sobre lo concreto porque, supuestamente, así se entiende mejor la realidad. Pero en la Biblia vemos una unidad inseparable entre el conocimiento y la práctica. Solo hay que echar un vistazo al libro de los Proverbios, por ejemplo. Cuando Dios dio su Palabra a los profetas y a los apóstoles no la dividió en una palabra espiritual y otra práctica. La Palabra de Dios no se divide en una sección para verdades teóricas y otra para verdades prácticas. De hecho, no hay nada más práctico que una buena teología y una buena enseñanza.
El teólogo que olvida que en primer lugar debe a Dios obediencia antes de todas las cosas (lo cual implica someterse a su Palabra) ya de antemano ha perdido el norte y los resultados de su teología estarán muy lejos de ser una ayuda para el crecimiento espiritual de los creyentes.
Es, dicho sea de paso, la razón por la cual hay estudiantes que están a pleno tiempo en nuestras facultades teológicas y seminarios europeos que se quejan de que poco a poco se están muriendo espiritualmente. La razón principal es que se ha olvidado que la fe no es en primer lugar una ciencia, sino que se define en la obediencia a la revelación divina que tiene efectos prácticos continuos. Una teología que encuentra su meta en el mero hecho de hacer teología académica, alejada de los desafíos de la vida diaria, se autolimita y se condena a la irrelevancia. Me parece que no es casualidad que los teólogos más grandes de la Iglesia (por ejemplo Agustín, Atanasio, Lutero, Calvino, y Jonathan Edwards) fueran al mismo tiempo pastores de iglesias.
Anselmo de Canterbury declaró en su momento: “Creo para que pueda entender”. Su punto de partida era la fe en el Dios trino y su Palabra.
Es urgente recuperar en la teología este enfoque de Anselmo. Y de repente nos daremos cuenta que efectivamente la teología tiene algo que ver con la vida. No es suficiente establecer las doctrinas correctas de la Palabra de Dios. Esta sería el camino neoplatónico. Hay que recuperar la otra parte y aplicar estas verdades eternas a cada área de la vida de forma coherente.
Es significante la explicación de Jesucristo sobre el mandamiento más importante en Marcos 12:29-30. Las dos tablas de la Ley van en función de quien Dios es. Los diez mandamientos son simplemente una consecuencia del carácter de Dios que se revela en Deuteronomio 6:4. El ser de Dios no es objeto especulativo de teólogos, sino tiene consecuencias concretas. El conocimiento de Dios se adquiere en la medida que una persona obedece a Dios.
Por lo tanto, la teología tiene sus consecuencias no solamente para nuestra fe o el hombre interior sino también sobre áreas tan dispersas como la política, la sociedad, la economía, las artes y la educación, para nombrar solamente algunas.
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La teología especulativa, espiritualizada, alegórica y neoplatónica no sirve para nada y ha causado un daño terrible en la Iglesia. La buena noticia es: la Biblia no es producto de filósofos especulativos, sino revelación divina, luz eterna y fuente inagotable de vida. La teología que refleja esta verdad no solamente sirve para algo, sino glorifica a Dios porque nos lleva a la obediencia a nuestro Señor.
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