Negro y pobre

¡Qué tragedia es para muchos ser negro y pobre! Tienen todas las desventajas del mundo. En estas últimas semanas hemos vivido toda esa historia de la llegada de 13.000 migrantes negros a Canarias. Parte de ellos han sido trasladados por el Ejecutivo de Sánchez a la Península para repartirlos entre las diferentes Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Pues bien: han habido protestas, así como propuestas y afirmaciones que rayan el racismo y en la xenofobia además de que muestran una incultura bañada en la insolidaridad y desprecio. 

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En España, desgraciadamente, hemos comprobado estos desprecios que se desprenden de cierto racismo y xenofobia por parte de algunos partidos políticos, familias o individuos. Algunos políticos lanzan frases contra estos migrantes, así como juicios o diatribas escandalosas. Es como si estos migrantes negros y pobres fueran los culpables de que en España crezca exponencialmente la delincuencia y la inseguridad ciudadana. 

En otros ambientes se ha escuchado también a algún otro político que proponía que marcaran a estas personas negras y pobres como si fueran animales para poder estar alertas ante su presencia. La ignorancia, la xenofobia y, desde el punto de vista cristiano, la falta de projimidad resultan un escándalo humano.

Sí. Son negros, quizás pobres. Ese es su problema porque no ocurrió lo mismo con otros migrantes blancos que fueron acogidos en España con los brazos abiertos como fue el caso de los ucranianos u otros. De los negros pobres oímos de sus luchas, de como deambulan intentando cruzar fronteras arriesgando sus vidas dejando en muchos casos jirones de sus escasas ropas, de su carne, de su piel en los pinchos de alambradas peligrosas, así como corriendo riesgos de su vida en medio los mares muchas veces embravecidos y en débiles cayucos o lanchas inseguras. Hambre, sed, insomnio, estrés y, en algunos casos, la muerte.

Después de todo esto los más privilegiados pueden contar con la llegada a España o a otros países que para ellos son el símbolo del paraíso en la tierra. Una vez allí la como regalo malévolo se pueden encontrar con la xenofobia o el racismo. Son negros y pobres. En tantos y tantos casos no se les trata con la dignidad con la que merece ser tratada cualquier persona por el simple hecho de serlo.

Yo siempre he querido vivir una vida comprometida con los más débiles del mundo. De ahí mi trabajo en Misión Urbana, aunque, si os digo la verdad, sé que mi trabajo, tanto escrito como conferenciado, hablado o de acción directa, siempre me ha parecido muy limitado. Me avergüenzo a veces de mi falta de capacidad para tratar estos temas. Pero en fin, al menos quiero gritarlo, denunciarlo y, si es posible, crear concienciación entre los creyentes, fundamentalmente los evangélicos —aunque también entre los no creyentes—, acerca de estas problemáticas humanas. 

Quiero resaltar una cosa muy importante y es que no quiero guardar silencio y siempre que puedo lanzo mi grito hablado o escrito. Hay muchos casos en los que callar es hacerse cómplice y en los que dar la espalda guardando silencio y sin actuar para nada, puede ser caer en el pecado de omisión. Yo, como creyente, sé que la projimidad, el amor al prójimo es algo esencial y central en el Evangelio. Quien pasa o no está abierto al concepto de projimidad que nos dejó Jesús no puede vivir la experiencia de esa vivencia de la espiritualidad cristiana que todo creyente debe tener.

Aquí no se trata de ser un buenista, de practicar un buenismo fofo pidiendo que se deje entrar a España a todo el mundo y que desaparezcan las fronteras para que entre quien quiera, sino que se trata de darse cuenta de que existe una especie de mundo del no ser, de la no vida en dignidad, un mundo desesperado que no encuentra ninguna mano tendida de ayuda, un mundo empobrecido y castigado por la injusticia social.

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Ante esto, si nos encontramos con alguien que ha llegado a nuestras puertas desde estos ambientes, países o focos de conflicto, lo ideal sería que no cerrásemos ni nuestros oídos ni nuestros corazones ante sus situaciones, necesidades o súplicas y, menos aún, que no sea por el hecho de que una persona es negra y pobre, porque tiene otro color de la piel y otras desgraciadas circunstancias que le han hecho emigrar aún a riesgo de jugarse la vida. 

Yo he dicho a veces que el problema de estos negros empobrecidos que cruzan nuestras fronteras quizás sea la punta de un iceberg que se aproxima a Europa, a todo el mundo rico, a un mundo en el que se da el desigual reparto de bienes, el despojo de los pobres y con la circunstancia que ya denuncia la Biblia de que “el despojo de los pobres está en vuestras casas”, en las casas y mesas de todos los injustamente enriquecidos. Cristianos del mundo: hay muchos estigmatizados que nos necesitan.