Orando por ti

Los Beatles no solo fueron pioneros en cuanto a la música, creando estilos diferentes y sonidos inexplorados hasta entonces, sino también en muchos otros detalles. El disco Sgeat Peppers fue el primer álbum pop que llevó incluidas las letras de las canciones. A partir de ese momento, miles de cantantes lo hicieron. Nada como ser original.

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Los evangelios narran la historia de Pedro, quizás el discípulo más conocido del Señor. ¿Sabes la razón? ¡Siempre quiso ser él mismo! Es curioso que lo primero que hizo Jesús al encontrarse con Pedro fue cambiarle su nombre. Se llamaba Simón (que significa “caña”), y se comportaba así en la mayoría de las ocasiones. Si, decía siempre lo que pensaba, pero muchas veces era llevado de un lugar a otro, como una caña por el viento, tanto por lo que otros decían como por las circunstancias en las que se encontraba. Cuando Jesús le llamó, le dijo: “Tu vas a ser Pedro”, lo que significaba que un día llegaría a ser una roca ¡Tenía que vivir de una manera diferente, sabiendo dónde estaba y quién era!

Pedro solía decir lo que pensaba sin pensar en lo que decía, y era la típica persona que, como decimos hoy, se apuntaría a un bombardeo. Sonreímos al leerlo porque algunos somos así: nos gusta estar siempre delante, ¡los segundos planos son para otros! No somos capaces de vivir callados ni quietos. Nacimos para la aventura. 

Pedro amó a Jesús porque descubrió que el Maestro quería que fuera él mismo, que no aparentase nunca. ¡El Señor siempre le escuchaba, dijera lo que dijera! Con el tiempo, Dios hizo de Simón una roca: inconmovible, inquebrantable. Alguien que no iba dando tumbos por la vida como solía suceder antes.

Más de una vez Pedro se pasó cien pueblos con sus palabras, al igual que muchos de nosotros. Se sintió fuerte cuando Jesús anunció que cuando fuera a la cruz todos le abandonarían. Pedro aseguró que él jamás haría tal cosa:“¡Si tengo que morir contigo, lo haré!”. Todos sabemos como terminó la historia, porque a menudo tenemos que tragarnos nuestras bravuconadas por muy sinceras que parezcan: cuando nos presionan nos escondemos. ¡Somos capaces de negar a quién más amamos! ¡Nos importa más salvar nuestra vida y nuestra reputación, que ninguna otra cosa! (Juan 18:15-27).

Visto desde aquí, todos habríamos puesto el “fin” a la historia y abandonado a Pedro. Hemos desertado en muchas ocasiones de nosotros mismos: somos los primeros en desistir de lo que hacemos y decimos ¡Incluso de lo que somos! Pero DIOS NO DESISTE DE NOSOTROS. Para Él no hay un final de la historia, siempre es un punto y seguido.

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Jesús restauró a Pedro porque Él jamás quiere que un amigo suyo sea vencido. Dios jamás abandona a los heridos, sino que los fortalece para que ellos mismos puedan traer sanidad a los demás. Después de resucitado, el Señor se encontró con Pedro (Juan 21) para preguntarle por tres veces si le amaba ¡tantas como las ocasiones en las que su amigo le negó! Dios se encarga de que los que somos como “cañas” sacudidas por todo y por todos, terminemos, con su ayuda, siendo rocas a las que muchos puedan aferrarse.