El riesgo está en que esta vida abundante que anunciamos, la veamos, de forma empecinada, como metahistórica, apocalíptica, perteneciente al más allá, formando parte del mundo de la eternidad, entendiendo por eternidad aquello que esperamos cuando abandonemos esta vida.
Afortunadamente algunos ya se han dado cuenta que también deben introducir en su evangelización mensajes en defensa de la vida, la de nuestro aquí y nuestro ahora. Se deja ver esta defensa, fundamentalmente, en los temas del aborto y de la eutanasia. Hay muchos cristianos difundiendo valores de vida a favor de los no nacidos. Quieren que la buena noticia llegue también a los fetos amenazados de muerte para que no se produzcan estos exterminios. Asumen, en su evangelización, la defensa de la vida como parte de la buena noticia que han de comunicar.
En España ha habido Marchas por la Vida que, en el fondo, lanzaban mensajes evangelizadores a la sociedad, evangelizando la cultura. Hoy se echan de menos estas marchas, abandonadas, quizás, por miedo a que se radicalicen, como ha ocurrido en otros países que han asumido, incluso, posicionamientos violentos en contra de los médicos y clínicas abortistas, o miedo inconsciente a que la sociedad acabe hablando de los cristianos como involucionistas, retrógrados y alejados de todo proceso de progreso ético…, o, quizás, es que, simplemente, ya no hay cristianos que crea en estas marchas por la vida, pero la idea cristiana a favor de la vida sigue latiendo en estas áreas, al igual que en los temas de la eutanasia y los cristianos han conseguido cierta sensibilización.
Hay unas palabras de Jesús, en torno a la vida, que, a veces, nos dejan un poco confusos: “El que ganare su vida la perderá, y el que perdiere su vida por causa de mí, la hallará”. Parece como si algunos tuvieran que perder su vida por causa del Evangelio, cuestión que es importante en un mundo en el que, en muchos casos, la vida se asegura para siempre con la muerte o la infravida de los otros por opresión o despojo. Perder la vida por causa de los otros, para que otros puedan vivir, no sólo en el más allá, sino que puedan vivir con dignidad en nuestro aquí y nuestro ahora, parece que hoy no resulta evangelizador, y hasta aseguramos nuestra vida con el despojo de la vida de los otros, con su empobrecimiento y reducción a la infravida de la exclusión social, aunque, aún dentro de estos parámetros, los que esto hacen se consideren triunfadores.
Todo esto nos lleva a que el evangelio hoy, la buena noticia de vida, debería llegar también, por parte de los cristianos, no solamente a los temas del aborto y de la eutanasia, sino a los temas en que tantos niños, por ejemplo, están perdiendo la vida por el hambre, la escasez de medicinas, ausencia de agua potable, etc. Si la concienciación cristiana en estas áreas, al anunciar el Evangelio de la vida, fuera, al menos tan enfática como lo es el anuncio del Evangelio de la vida en contra del aborto y de la eutanasia, quizás los parámetros del mundo en estas áreas podrían comenzar a moverse, a cambiar.
La iglesia, en su proceso evangelizador, tiene que asumir la defensa de la vida como una parte esencial del Evangelio de Jesús. Esta defensa de la vida debe llegar también a todos aquellos por los cuales se preocupó Jesús: los pobres, los despreciados, los proscritos, los oprimidos, los injustamente tratados, los torturados e injustamente privados de libertad. Hoy no solamente se da el holocausto del aborto, sino el holocausto de la condena de tantos niños pobres a la muerte o la infravida, al no desarrollo, al no poder tener la más mínima autoestima de ellos mismos, condenados al no ser de la marginación, de la pobreza y de la exclusión. El Evangelio de la vida con sus valores restauradores y liberadores también tiene que llegar hasta ellos. Es un contrasentido que parcelemos la defensa de la vida a sólo algunas de las facetas que nos atraen o nos llaman la atención. Hoy la defensa de la vida de los pobres del mundo es un tema bioético tan importante como la defensa de los no nacidos. Hoy hay multitud de agonizantes que no encuentran el más mínimo aliento de nadie para seguir viviendo.
El Evangelio de la vida abundante también busca la promoción de la vida de estas personas, de estos niños, como parte fundamental del mensaje cristiano. Hoy sigue siendo Evangelio de la vida el luchar contra la pobreza y el hambre en el mundo, el trabajar por eliminar este gran escándalo de la humanidad al cual se le da la espalda en muchos ambientes cristianos. El hecho de que haya tantos cristianos de espaldas al dolor de los hombres, está negando la fuerza de la evangelización. Los cristianos deben comunicar un mensaje de vida que les convierta en profecía de liberación de los que, en infravida, se mueven en medio de los ámbitos de pobreza y de conflicto, en medio de los ámbitos de falta de paz y de libertad, en medio de los ámbitos en donde se da la injusticia. ¡Señor, ayúdanos a saber comunicar el Evangelio de la vida tanto con palabras como con hechos y compromisos de vida, no reduciendo el compromiso con la defensa de la vida sólo a unas cuantas áreas específicas, sino haciéndolo integral!
Quien defiende la vida del no nacido y no se preocupa, o no defiende con la misma intensidad, la vida de tantos niños que mueren diariamente por el hambre, enfermedades vencibles, la falta de medicinas o de agua potable; quien no defiende la vida de los que están en la infravida de la exclusión, aunque grite contra las políticas abortistas, quien parcela así el Evangelio decantándose por un aspecto y olvidando los otros, sea por intereses políticos o por vivencias sesgadas de la espiritualidad cristiana, no sólo mutila el Evangelio, sino que está mintiendo.
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