Hay padres que crían a sus hijos a base de “mimitos” y sin ninguna disciplina.
Años atrás, me regalaron un perro de raza bull-terrier. Cuando fui a recogerlo, venía en una jaula y los de la agencia estaban asustados pues siempre que se acercaban les gruñía enseñando los dientes. Era un perro bien grande para lo que es esa raza y su cabeza en forma de huevo, con sus pequeños ojos suele inspirar cierto respeto/temor. Entonces, les dije que se salieran, le abrí la puerta al “perrito” sin mirarlo ni hacer caso de sus gruñidos, y la orden de “¡Vamos! ¡Vamos!”, le puse la correa y él solo se subió en el coche.
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Evidentemente, como esa suele ser la costumbre de todo dueño de perros, al bull-terrier no le resultó extraño. En el camino paré en un gran parque con mucho verde y dejé que fogara como media hora, dado que venía desde País Vasco y estuvo en su jaula desde las siete de la tarde del día anterior hasta que fui a recorgerlo a las 11 de la mañana. Cuando llegué a casa lo puse aparte en una mini parcela hasta ver su comportamiento. Luego, cuando fui a ponerle la comida, al acercarme me gruñó y me enseñó los dientes. Entré sin mirarlo ni hacerle caso y le puse de comer. Luego, llamé a su dueño y le dije que me explicara por qué el perro gruñía cuando alguien se le acercaba, ya que eso no es normal en un perro que haya vivido con una familia y correctamente educado.
El dueño me dijo que él no se había ocupado nunca del perro, sino que había sido su pareja; pero que no me preocupara: “Eso lo hace con frecuencia; pero el perro no muerte”. “Todavía”, pensé yo, pero tarde o temprano tal cosa podría suceder. Luego, me dijo que iban a tener un hijo y que no sabían cuál sería la reacción del animal. O sea, “el perro no muerde”, pero “por si acaso… lo regalamos”.
Como suele suceder en bastantes casos, dicha pareja compraron el perro cuando era un cachorrito. La mujer lo cuidó como si fuera “un bebé”: Todo cariño pero sin ninguna disciplina. El cachorrito se fue haciendo mayor y como todo eran mimitos, se fue haciendo con “su territorio” y poco a poco se fue convirtiendo en el “líder de la manada”, haciendo lo que él quería. Como el hombre no se ocupaba de él, el terrier ocupó su lugar de “líder”. A la hora de comer, era como si dijera: “Fuera de mi vista, esto es mí comida”; si se subía en el sofá nadie podía echarle de allí: “Fuera de aquí; este es mi sitio”. Lo cual hacía patente con un sonoro gruñido. Así es un perro sin disciplina: Un peligro para los propios dueños (y para extraños) que creían que el “perrito” sería siempre eso: Un perrito, que nunca crecería y se haría grande, con la fuerza y el fuerte carácter de un perro de dicha raza.
Esto me hizo pensar que con los humanos pasa exactamente igual. Hay padres que crían a sus hijos a base de “mimitos” y sin ninguna disciplina. Esos hijos nunca supieron lo que era enfrentarse con un “no” cuando era necesario. Todo fue fácil en su vida y sin que ninguno de los progenitores les negara nada. Con el tiempo, crecieron y se fueron haciendo mayores. Mientras, se fueron haciendo con “su territorio” hasta convertirse en unos dictadores y abusadores de sus padres. Hijos, quienes con “gruñidos” y una agresividad semejante a los perros mal educados, están continuamente “enseñando los dientes” para no perder “el territorio conquistado”. Tal “territorio”, podría definirse como no trabajar, tener vivienda gratis, comer gratis, vestir gratis y encima, tener alguna “paguita” de 400 eurillos, “para los gastillos”. Y todo, a cuenta del contribuyente o, a base de esquilmar la pensión de “los viejos”, que según alguna ministra del Gobierno “para eso es la pensión de los padres y abuelos”. ¡Y anda que no los hay así! Pero a lo mejor esa filosofía de vida es la que interesa a no pocos gobernantes. Sería la mejor forma de tener a su favor gran parte de la población de nuestra sociedad, dado que, por nuestra propia naturaleza, tendemos a lo más fácil, a lo que no cuesta y a conseguir lo que queremos con el mínimo de esfuerzo.
Luego, cuando tal comportamiento se extiende en una sociedad, viene a cumplirse lo que está escrito en el libro de los Proverbios de Salomón: “Hay generación que maldice a su padre y a su madre no bendice” (Prv. 30.11). En un contexto parecido, el apóstol Pablo citó a un poeta antiguo y cómo él había descrito a su propia sociedad: “Uno de ellos su propio profeta –poeta- dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones y ociosos. Este testimonio es verdadero…” (Tito 1.12-13)
Lo cierto es que cuando dicha mentalidad y comportamiento se extiende, luego cuando gobiernan otros que no tienen la misma mentalidad de estar regalando lo que no debe regalarse, una vez que se han concedido tantos “derechos” no es fácil que los beneficiarios de los mismos renuncien a ellos sin que se produzcan altercados y hechos violentos en las calles. Entonces, ya no será nada fácil dar marcha atrás.
Pero la verdad es que nunca ha habido tantos “especialistas” y tantos libros relacionados con el tema de la educación. Sin embargo, los resultados no parecen estar al mismo nivel que las supuestas herramientas de las cuales dispone la sociedad en esta materia. Mientras tanto, el cristiano no tiene por qué asumir la misma filosofía de vida de aquellos que creen que formarán una mejor sociedad menospreciando el mérito del que trabaja, regalando títulos escolares no merecidos, concendiendo “paguitas” a los jóvenes y haciendo lo posible para que éstos no sepan lo que es el trabajo bien hecho, la disciplina y el respeto por los mayores y a las autoridades. Pero lo contrario será una realidad que ya se está viendo en gran parte de la sociedad.
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Pero por nuestra parte seguiremos atendiendo al antiguo consejo divino, sobre esta y otras tantas cuestiones que son vitales para los seres humanos. En especial, para el cristiano y la familia:
“Instruye al niño en su camino y aun cuando fuera mayor, no se apartará de él” (Prov.22.6).
“El que evita el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (Prov.13.24).
Pero dado que vivimos en una sociedad que es cada vez más egoista, lo dicho anteriormente exige una disciplina, un trabajo y un sacrificio que una gran mayoría no está dispuesta a asumir. Y los resultados suelen ser evidentes; tanto como en el caso del mencionado bull-terrier, el cual se constituyó en el lider de la manada y se volvió agresivo e insoportable como en tantos y tantos miles de jóvenes de nuestra sociedad.
¡Que el Señor nos ayude!
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