Epidemia de suicidios

En una entrevista de la periodista Yaiza Perera a Mercedes Navío, coordinadora de salud mental, ésta afirma que la pandemia de Covid ha aumentado en un siete por ciento el número de suicidios en España. El teléfono de atención a la conducta suicida ha atendido en un año 118.885 llamadas, unas 335 al día, según datos facilitados por el Ministerio de Sanidad el 30 de abril. La media por llamada ha sido de unos doce minutos, lo que suma más de 22.456 horas de servicio.

Javier Jiménez Pietropaolo, psicólogo clínico y presidente honorario de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio, dice que en España más de 200 personas intentan quitarse la vida cada día. El año 2021, 2.982 hombres y 1.021 mujeres, 4.023 en total, murieron por suicidio.

El suicidio golpea con dureza a los ancianos. Durante el 2020, 1.235 personas de entre 65 a 95 años se quitaron la vida, según datos del Instituto Nacional de Estadística. “En este colectivo de la sociedad, obviado en muchas ocasiones, se entremezcla el dolor de las enfermedades crónicas con el aislamiento, además de otros factores como el cansancio de vivir y el miedo a ser completamente dependiente”.

El suicidio sigue siendo la principal causa de la muerte de los jóvenes entre 15 y 29 años, según el Instituto Nacional de Estadística. El año 2021 murieron 316 jóvenes comprendidos en esas edades. Por otro lado y según datos del Estudio sobre Conducta Suicida y Salud Mental, las consultas al teléfono de Atención al Menor se han incrementado en un 128% en los últimos años. El Estudio sobre Conducta Suicida apunta que “la violencia ejercida contra los menores afectados son los principales factores asociados a su conducta suicida”.

Los niños tampoco se libran de esta plaga suicida. A lo largo del año pasado la Fundación Anar recibió un total de 217.693 peticiones de ayudas encaminadas a atender casos graves de niños con intenciones suicidas. Estas llamadas trataban de agresiones sexuales o maltrato físico a niños y niñas. Siete de cada cien casos atendidos por la Fundación eran de niñas, mientras que los niños lo hicieron en menor medida.

El dolor del suicida es tan desgarrador que cree que no hay otra salida. Pero puede haberla. El citado psicólogo Javier Jiménez Pietropaolo estima que “no es sencillo ponerse en la piel de una persona que piensa en desaparecer para siempre, pero es preciso sacudirla, lograr que se deje ayudar, mostrarle que no está sola, que busque personas con las que hablar de sus intenciones, familiares o amigos cercanos. Si es preciso, encaminarla a que concierte una cita con un profesional de salud mental y esperar que con el tiempo las ideas suicidas desaparezcan”.

Tengo ante mí la entrevista realizada por Noa de la Torre al catedrático de la Universidad de Harvard, Tyler Vanderweele y publicada por el diario madrileño El Mundo el pasado mes de marzo.

Vanderweele es graduado en Matemáticas, Filosofía y Teología. En un destacado recuadro del periódico afirma: “El aumento del suicidio se debe a la caída de la religión”. En otro lugar de la entrevista añade: “El declive de la vida religiosa se ha debilitado porque prevalece la identificación con los partidos políticos. La comunidad religiosa es realmente importante para el bienestar humano”.

La Biblia no legisla directamente sobre el suicidio, que no parece haber sido frecuente en un pueblo sabedor del supremo valor de la vida humana. Indirectamente el suicidio en la Sagrada Escritura está prohibido por los numerosos textos en los que se proclama a Dios dueño y señor de la vida y de la muerte.

En los 67 libros que tiene la Biblia sólo se registran cuatro casos de suicidios: Abimélek (Jueces 9:54). Saúl y su escudero (1º de Samuel 31:4) y Judas Iscariote (Mateo 27:5).

La Palabras de Dios sostiene que la vida humana es un bien supremo entendida como una magnitud “desde Dios”, “ante Dios”, “hacia Dios”. “El temor de Jehová es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte” (Proverbios 14:27).

Suicidio incluido.