Conversión por miedo, ¿es conversión?

El daño es grande cuando mediante amenazas se exponen las obras de un dios justiciero a personas indefensas, con poca formación sobre el verdadero mensaje de Jesús. Pero es la maña que tienen algunos predicadores y los siervos que les siguen para hacer que la gente se “convierta” y engordar así la lista de súbditos. Meten tal miedo en las entrañas de los presentes que es imposible resistirse a repetir, por si acaso, las palabras del famoso amuleto evangelístico: yo, Fulanito de tal, acepto a Jesús como mi Señor y salvador personal. Y la cosa es que pronunciarla no cambia la vida de nadie si no hay un estado de convencimiento anterior que lleve a proclamarla, y esto sólo puede hacerse desde la libertad, nunca desde la coacción. Comprobado está que quienes creen desde el temor fracasan al primer contratiempo, ¿o no?

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Si la alegría se contagia, el temor, tan malo como peligroso, cala en cualquier lugar donde se siembra, se esparce y se agiganta. Se apodera de cuantos se dejan invadir por él. ¿Es este el destino del ser humano?, ¿y el de la iglesia?, ¿es el de cualquier persona?

Seguir a Jesús. Este cambio de vida tan hermoso no puede compararse con el pánico, que de gracia de Dios no tiene nada.

Conversión por miedo, ¿es conversión? No. Porque no es genuina. No. Porque lo que realmente está haciendo esta persona es entregarse a la voluntad de quien le ha llevado a esa situación, ha corrompido el evangelio de Jesús y la obra de su Espíritu.

No se puede meter a alguien en la iglesia con artimañas basadas en el terror y la autoridad.

La sumisión a tal autoridad injusta lleva a la oscuridad y a la debilidad. Quien lo ha probado lo sabe y quien lo sabe huye de este estado en el que la bendición no hace acto de presencia ni se la espera.

No hay que conformarse con todo lo que se expone en los ambientes eclesiales. Hay que buscar al Señor, ahondar en el mensaje también por cuenta propia. Hay que hacerlo con paz.

Si buscas al Señor le vas a encontrar con toda seguridad porque se acerca a ti y puedes conocer su amor.

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Es la libertad de la obra del Señor en nosotros la que nos salva, porque donde hay amor no hay temor. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el temor, pues el temor supone castigo. Por eso, el que teme no ha llegado a amar perfectamente. 1 Jn 4,18.