‘La casa y las riquezas son herencia de los padres; mas del Señor la mujer prudente.’ (Proverbios 19:14).
La idea de que el matrimonio no es más que un convencionalismo social del que se puede prescindir sin más, por lo que para la unión sexual entre hombre y mujer no hace falta su existencia, se ha extendido por doquier, hasta el punto de que las cifras de los que cohabitan casados y los que cohabitan sin estarlo se acercan. Y para englobar a unos y a otros se ha acuñado el término pareja, porque el de cónyuge no cuadra, ya que remite directamente al matrimonio. Pero aún en el caso de que haya matrimonio, en muchas ocasiones se ha convivido antes, porque ya no se considera necesario esperar a tener relaciones conyugales hasta casarse.
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Pero esta idea no sólo se ha quedado circunscrita a la corriente de este mundo, sino que ha encontrado eco en muchos que profesan ser cristianos, lo cual muestra que en vez de ser sal y luz para este mundo, es este mundo el que inculca sus pautas en ellos. Para justificar su postura han echado mano de la idea de que el casamiento y el matrimonio son una invención eclesiástica, que con el paso de los siglos se fue imponiendo, pero sin tener ninguna autoridad bíblica. Se arguye de que con tal que haya amor, eso es lo que importa. Lo demás son fabricaciones interesadas.
Claro que como siempre ocurre cuando se quiere sacar adelante el propio pensamiento, se ignora todo aquello que la Biblia tiene que decir que vaya en contra y así se deja a un lado un pasaje tan importante como el que dice: ‘Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.’ (Hebreos 13:4). El texto pone en contraposición el matrimonio con dos perversiones del mismo, como son la fornicación y el adulterio. La fornicación es el uso de la relación conyugal, sin que exista estado conyugal. El adulterio es el uso de la relación conyugal, infringiendo el estado conyugal. En el primer caso, se escamotea ese estado; en el segundo, se viola. En términos ilustrativos se puede decir que en la fornicación no se entra por la puerta que da acceso a la relación conyugal, sino que se salta por encima de la cerca que la delimita; mientras que en el adulterio se fuerza y rompe la puerta, para tener acceso a esa relación.
El texto describe el matrimonio en sus dos facetas de estado y relación. Pero antes de nada, es necesario decir que hay en el pasaje una definición implícita de matrimonio, en el sentido de que es algo que compete a hombre y mujer. A nadie, en ningún párrafo bíblico, tampoco en éste, se le ocurrió jamás imaginar que el matrimonio fuera algo distinto a eso. Y una vez dada por sentado esa verdad, es necesario distinguir los dos grandes principios aludidos de estado y relación, que resumen lo que es el matrimonio. El matrimonio es un estado, lo cual quiere decir que es una posición que marca un antes y un después y que tiene dos proyecciones vitales, una entre los propios contrayentes del matrimonio y otra ante los demás, teniendo, en el caso de creyentes, una tercera, que es ante Dios. Ese estado es lo que confiere la validez por la que los contrayentes son esposo y esposa, no pareja ni otra cosa. Y ese estado es lo que otorga derecho a los contrayentes, ante terceros, para ser considerados desposados a todos los efectos, siendo un estado que tiene el respaldo de Dios, porque él fue el autor del mismo.
Pero después de hablar del matrimonio en su faceta de estado, el autor continúa hablando sobre la relación conyugal en ese estado, a la que denomina lecho sin mancilla. Es muy importante tener en cuenta este orden: Primero el estado conyugal, luego la relación conyugal; es decir, no primero la relación conyugal y luego el estado conyugal, ni tampoco la relación conyugal sin estado conyugal. Cuando primero existe el estado conyugal, entonces la relación conyugal está en su sitio y es cuando ese lecho es sin mancilla, es decir, sin vergüenza ni culpa, porque es un lecho limpio, habiendo una diferencia abismal entre la remuneración que recibe dicho estado, al que se califica de honroso, y la que reciben las dos perversiones mencionadas, que quedan bajo el juicio de Dios.
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Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘La casa y las riquezas son herencia de los padres; mas del Señor la mujer prudente.’ (Proverbios 19:14). El pasaje muestra que así como hay un momento en el que alguien se convierte en heredero de las posesiones paternas, así hay un momento en el que alguien se convierte en cónyuge, en este caso en esposo. Pero el texto muestra la diferencia que hay entre lo que viene de los padres, sin más, y lo que procede de Dios. Si hay una ganancia en lo primero, no tiene ningún parangón con la que hay en lo segundo. El heredero varón no es rico por lo que tiene, por más que sea abundante lo que sus padres le hayan dejado. La verdadera riqueza está en otra parte, en la esposa prudente que Dios le da. El hombre que la tiene, es verdaderamente rico.
'Después de la palabra de Dios', dijo Lutero, 'no hay tesoro más precioso que el santo matrimonio; el más alto don de Dios en la tierra es una esposa piadosa, alegre, temerosa de Dios y ama de casa, con la que puedas vivir pacíficamente y a quien puedas confiar tus bienes, cuerpo y vida'.
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