Atención: idolatrías necias en la modernidad

En el mundo actual nos podemos confundir cuando hacemos el esfuerzo o la reflexión de que quiénes son los idólatras que pueblan la tierra. No, no los busquemos solamente entre aquellos que se construyen imágenes de barro o de palo de las que dice la Biblia que lo mejor de ellas para nada es útil, no son aquellos que entendemos por religiosos que se arrodillan ante ellas, las adoran o le rinden pleitesía.

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Esos son los idólatras de siempre, los idólatras a los que hemos criticado por su relación con ídolos de palo, barro o hierro, los idólatras del ritual y de la práctica religiosa. Parece que solamente vemos esta idolatría como si fueran los únicos que aún están adorando a ese becerro de oro que nos causa cierto horror.

Esas antiguas idolatrías son las que se daban ya en el Antiguo Testamento, idolatrías del pasado que sobreviven en el presente. Sin embargo hay otras idolatrías que nada tienen que ver con el leño o la escultura religiosa, imágenes de las que no se puede decir que sean solamente mediaciones para acercarse a lo divino, mediaciones que nos ayudan a relacionarnos con aquello que no vemos, con lo trascendente. Son las idolatrías que salen del corazón del hombre.

Muchos idólatras de la modernidad tienen como característica el tener un corazón emponzoñado con la avaricia, el deseo de poseer riquezas de este mundo, los que caen en el hecho de divinizar cosas terrenales que ya dice la Biblia que la polilla y el orín corrompe. Estos son los idólatras del dios Mamón, del dios de las riquezas. ¡Cuánta idolatría en torno al dios Mamón hay en el mundo hoy ante la m irada de tantos y tantos empobrecidos hasta llegar al mundo de los hambrientos! Idólatras despojadores, ladrones del mundo que se inclinan ante el oro y el poder. Convierten en objetos de adoración, en dioses cantidad de cosas, posesiones y actitudes egoístas a las que divinizan en torno a el falso dios de las riquezas.

Idólatras modernos, aunque alguien podría decir que siempre los hubo, pero que hoy abundan de forma escandalosa, que se enriquecen y devoran la viña del pobre y ponen sobre sus mesas la escasez de estas víctimas de la moderna idolatría que puede ser gravísima en relación con el prójimo, con el concepto de projimidad. Idolatría que sale del corazón del hombre que es capaz de engañar a muchos de los sencillos que llegan a ver, por ejemplo, la riqueza como prestigio. ¡Terrible engaño! Es la fuerza de convicción del idólatra de la modernidad.

La construcción y adoración de imágenes de palo se puede decir que es algo mucho más externo, aunque tiene la condena del Dios por hacerse objetos con la falsa idea de que sean semejantes a dioses o seres espirituales. Sin embargo, el idólatra moderno saca construcciones malignas de su interior que crean víctimas entre sus semejantes y que, al divinizar la posesión, crea una imagen maligna que brota del interior del hombre: La codicia.

Sus ídolos pueden ser construir graneros como el rico necio y su materialismo puede aludir en su necedad incluso al alma: Frase que hoy acogería el idólatra necio moderno dando la espalda al grito de los pobres y sufrientes del mundo y ante su mirada de incomprensión: “Alma mía, come, bebe, regocíjate”. Una idolatría espantosa que da la espalda al Dios de la vida, que da la espalda al prójimo sufriente y se entrega al ídolo de las riquezas, al gran ídolo mamonista.

Estas idolatrías no son solamente un atentado contra el hombre, sino que lo son contra el mismo Dios que se muestra como el valedor de los pobres y oprimidos. Los acumuladores del mundo, los que acumulan riquezas de una forma desmedida, son los idólatras modernos que empobrecen a más de media humanidad hasta llegar a los alrededor de mil millones de hambrientos. ¡Necios idólatras!   

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Muchos en el mundo hoy divinizan al dinero. Recordemos la frase de nuestro escritor Quevedo: “Madre yo al oro me humillo, él es mi amante y amado, pues, de puro enamorado, anda contino amarillo”. Frase que aceptarían todos los idólatras modernos que en el mundo existen inclinados ante lo material, la ganancia, las posesiones terrenales. Liturgia de muerte para muchos y, en el fondo, también liturgia de muerte para ellos mismos. ¡Idólatras! ¡Necios!