Para una persona que es renovada o avivada por el Espíritu Santo, la vida no sigue igual.
El título de este artículo lo dice todo: en muchos casos estamos ante un caso de fraude de etiquetas cuando se habla de un avivamiento. Hay una serie de indicios que nos ayudan a descartar lo que es una imitación barata. En el artículo pasado hablamos de los primeros cinco parámetros. Hoy les quiero compartir otros siete más.
Ese amor se distingue del entusiasmo inicial y se da cuando una persona llega al punto donde tiene que confesar: “No puedo vivir sin Cristo. Él es todo para mi”. Lo que causa esta reacción es una apreciación -a veces repentina- del inmenso amor de Cristo hacia el pecador y un entendimiento más profundo de lo que significa la redención de Jesucristo aplicada de forma inmerecida a nuestra vida. El Señor lo expresa en la frase lapidaria: “… sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho. Más aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (Lucas 7:47). La segunda parte del versículo deja claro que el perdón de los pecados no es una consecuencia de un amor grande de parte del pecador, sino justo al revés.
Una vez que el Espíritu Santo nos convence del profundo amor de Cristo y del don inmerecido del perdón de los pecados, aumenta nuestro amor hacia los demás. Es la secuencia del resumen de la ley: primero el amor a Dios y luego el amor al prójimo. Hemos recibido misericordia y ahora somos misericordiosos con los demás. De forma automática crece nuestra empatía y nuestro deseo de ayudar al prójimo y llevarle a Cristo. Esto se ve ejemplificado en la reacción de los deudores: después de haber salido de la cárcel y haber recibido la condonación completa de su deuda, no tiene reparos en exigir el pago de la deuda insignificante a su amigo (Mateo 18:23-35). Es el mejor ejemplo de una persona que no ha experimentado una auténtica obra del Espíritu Santo.
En este contexto también hay que hablar del deseo de que otros encuentren la salvación en Cristo. No se puede pensar en un avivamiento, sea personal o colectivo, donde no aumenta lo que Oswald Smith llamaba “pasión por las almas”1. Los grandes movimientos misioneros han sido en su gran mayoría fruto de un avivamiento. Un avivamiento sin un empuje para el evangelismo o las misiones no merece este nombre.
Otro efecto de un avivamiento personal y colectivo son las repercusiones en la vida personal y en una sociedad. Para una persona que es renovada o avivada por el Espíritu Santo, la vida no sigue igual. Es absolutamente correcta la frase que Jesucristo nos redime en nuestro estado de pecadores, tal y como somos, pero que no nos deja igual.
Un lugar donde no se nota un profundo arrepentimiento y un cambio personal y colectivo no ha vivido un avivamiento. Jesucristo nos enseña claramente que por sus frutos los conoceremos. En donde no se llama pecado a lo que la Biblia llama pecado puede haber ocurrido una explosión de sentimientos, pero jamás un avivamiento bíblico. Tanto en el momento de descubrir la Ley de Dios en el templo bajo el reinado de Josías como en la restauración de Judá después del exilio bajo el liderazgo espiritual de Esdras la gente no solamente se arrepintió de sus pecados sino que además los confesó para evitarlos en el futuro -a veces pagando un coste muy alto.
Es lo que ocurrió en el famoso avivamiento de Gales que tenía su origen entre los trabajadores de las minas de carbón: al dejar de beber y de usar palabrotas, los mulos de las minas ya no obedecieron, porque no estaban acostumbrados a este cambio repentino del tratamiento que recibieron de los mineros. Eso nos puede parecer casi cómico, pero son un ejemplo de las consecuencias de un arrepentimiento auténtico.
Un avivamiento o un despertar espiritual que no lleva a una persona, una iglesia o un pueblo a amar la Biblia y sus eternas verdades no es auténtico. Los ejemplos del punto anterior demuestran que no hay un movimiento del Espíritu Santo sin una vuelta a la Palabra de Dios. No se puede separar el amor de Cristo de un amor a su Palabra. Dos profesores míos en el seminario donde cursé mis estudios teológicos venían del racionalismo teológico y eran discípulos fieles de Rudolf Bultmann. Ambos tenían doctorados en teología por las más prestigiosas facultades teológicas de Alemania. Ambos habían publicado libros donde pusieron en duda la autenticidad y relevancia de la Biblia. Pero ambos vivieron su Damasco personal y renunciaron acto seguido a todas sus publicaciones críticas con la inspiración de la Biblia para enseñar la plena fiabilidad de la Palabra de Dios.
Otro de los puntos que también menciona Edwards tiene que ver con el rechazo del error. En un avivamiento personal o colectivo no solamente se afirma la verdad, sino también se rechaza el error con toda contundencia. Una buena parte del Nuevo Testamento, al igual que del Antiguo, fue escrito con la intención de rechazar el error. No todo lo que reluce es oro, tampoco en un avivamiento como se ha demostrado no solamente en la Escritura, sino también en dos mil años de historia de la iglesia. Martín Lutero dijo en su momento: “Donde Dios construye su iglesia, el diablo pone su capilla al lado”. Sin lugar a dudas, esto es particularmente cierto en momentos, cuando el Espíritu de Dios se mueve de forma extraordinaria. Del discernimiento aplicado de las iglesias depende, si se retiene el terreno ganado o no.
Desde los primeros momentos de la historia de la salvación hay que esperar una feroz oposición de los enemigos de la fe. Ejemplos de esta verdad son sin lugar a dudas los primeros años de la iglesia cristiana, el tiempo de la Reforma y la explosión de la fe cristiana en el siglo XX. Un avivamiento nunca gana las simpatías del mundo -y por cierto normalmente tampoco de las iglesias institucionalizadas. Nunca faltarán aquellos que atribuyen la intervención divina a causas naturales, - como si fuera solamente la acusación de estar borrachos (Hechos 2:13).
En algún momento la lluvia espiritual parará. Esto puede tener varias razones. Pero la razón principal tiene que ver con la soberanía divina. Terminamos donde empezamos: con Dios y su control sobre todas las cosas. La salvación es de Él y así ocurre con cada avivamiento auténtico. El hecho que las bendiciones especiales en algún momento dan paso a la “normalidad” no debe de inducirnos al error que todo ha sido un mero espectáculo y una equivocación. Las consecuencias de un avivamiento auténtico son duraderas y se dejan notar a veces durante siglos. Es responsabilidad de los creyentes retener, cuidar y aumentar lo recibido con dedicación, enseñanza bíblica y el ejemplo de una vida transformada por el Espíritu Santo.
A raíz de lo expuesto me permito resumir el contenido en una serie de preguntas “diagnósticas”:
1. ¿Recibe Dios toda la gloria?
2. ¿Se pueden observar vidas auténticamente cambiadas de forma permanente?
3. ¿Hay un auténtico arrepentimiento de los pecados cometidos?
4. ¿Hay un cambio en la forma de pensar en la línea de Romanos 12:1-2?
5. ¿Las conversiones y el arrepentimiento se producen de forma sobrenatural o a raíz de manipulación retórica o psicológica?
6. ¿Aumenta el amor a Jesucristo?
7. ¿Aumenta el amor hacia los demás?
8. ¿Se nota el fruto del Espíritu Santo según Gálatas 5:21-23?
9. ¿Aumenta el amor hacia el estudio de la Palabra de Dios?
10. ¿Se denuncia el error doctrinal y ético?
11.¿Hay oposición de parte de los que no son cristianos o representan el institucionalismo eclesial?
12. Cuando termina el periodo especial de bendiciones divinas, ¿se toman medidas para preservar lo ganado y aumentar los esfuerzos para evangelizar dentro y fuera del país?
Las respuestas a estas preguntas nos pueden ayudar a distinguir entre un avivamiento auténtico que viene de Dios y aquellos movimientos que son el resultado de una manipulación humana. Nos conviene aplicar el viejo aviso comercial: “Rechacen imitaciones”.
Pero lo que es mucho más importante: ¡Qué Dios permita que en algún momento vivamos un avivamiento auténtico en nuestro país!
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