El sorpresón de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez acaba de sorprender a propios y a extraños con la convocatoria anticipada de elecciones. Tendemos a pensar que las decisiones políticas obedecen a razones ocultas para el pueblo llano tomadas en entornos por encima de lo perceptible para la gente. Ciertamente, por lo que conozco de ese entorno, en política se intenta que los criterios de decisión sean de racionalidad y oportunidad, pero con más frecuencia de lo que se cree obedecen a móviles menos articulados, incluidos los emocionales. Reconocerlo nos ayudará a los evangélicos a entender mejor la política y sus idas y vueltas.

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Así, es probable que el presidente no haya soportado la perspectiva de seis meses de presiones de fuera y de dentro y haya decidido cortar el martirio de esa anticipación agónica adelantando las elecciones. Esa persona fría, ese corredor de fondo que no se para ante los más graves obstáculos, es también una persona que se agobia ante la anticipación del sufrimiento progresivo de los próximos meses. Y decide así –seguro que con cierto vértigo– la huida hacia adelante.

En esta aproximación a la realidad política hay que aprender a leer la mirada de los políticos, a ver los ojos intencionadamente fijos de Ione Belarra para ocultar su angustia, los ojos fríamente serenos del propio Sánchez para simular seguridad por encima de sus temores, y los de todos los cargos socialistas intentando esconder la sorpresa de los resultados (con la única excepción de la presidenta de La Rioja). Todos los partidos saben que hoy tienes el poder y mañana lo pierdes, pero lo que no debe suceder es que esa onda de la que hablaba Revilla te sorprenda tanto que tengas que tomar drásticas decisiones sobre la marcha, en una noche de insomnio. El gobierno ha sido víctima así de su estrategia de control de todas las instancias que deberían quedar libres de él, desde la Fiscalía General al CIS; es posible que la descarada manipulación del CIS (que anunciaba hace una semana una victoria del PSOE) haya llegado a convencer hasta a sus propios gestores y controladores y la realidad les haya estallado en la cara; de ser así, la mentira tendría un coste para sus propios autores.

Se ha dicho que una de las razones para la decisión del presidente fue forzar a U-Podemos y a Sumar a entenderse, porque el PSOE los necesita para sumar mayorías, pero bien pudiera ser que haya buscado fagocitar el nicho de voto de ambos grupos, cuando están en debilidad, y no sería extraño considerando el conocido talante del presidente, que en reiteradas ocasiones ha seguido el criterio de “Te he necesitado hasta ahora, pero no dudo en prescindir de ti, si me conviene”.

Sin duda, U-P ha sido una mosca molesta para el presidente. Se espera de una organización de izquierda marcada que defienda postulados de apoyo a los más desfavorecidos, y los evangélicos sintonizamos con eso y lo practicamos, pero U-P se ha dedicado a la imposición totalitaria de su dogmática, centrándose permanentemente en sus doctrinas sobre la sexualidad y su sometimiento a la Ideología de Género, cuando se podría haber dedicado más a empujar políticas de justicia social.

Cuestiones como la del “sí es sí” han supuesto un notable desgaste para el gobierno. Siendo así, una buena alternativa para Sánchez habría sido mantener el calendario y sacar a U-P del gobierno, lo que le habría sido más rentable electoralmente. Y, mejor aún, hacer una purga selectiva, manteniendo a Yolanda Díaz en el cargo (algo conozco su trayectoria, por lo que auguro que acabará en el PSOE), sembrando el desconcierto en U-P.

Otro elemento que como evangélicos debemos ponderar es algo tan humano como la soledad. Sánchez ha ido prescindiendo con total frialdad de sus más allegados, nunca le ha temblado el pulso para desembarazarse de quienes le apoyaron en los momentos más duros; Susana Díaz le recordaba que ni sus más fieles podían confiar en él. Los evangélicos sabemos que este tipo de personas concitan las más sometidas adhesiones mientras tienen el poder, pero las pierden todas al caer. Y quizás para anticiparse a eso adelantó las elecciones, para secar la contestación interna, sabiendo que las disensiones de los tuyos se cortan de plano cuando rediriges su mirada a la amenaza externa; es una estrategia que va más allá de lo político, más emotiva que racional; los evangélicos deberíamos saber identificarla.

Y evidentemente el presidente ha intentado bloquear toda la estrategia de acoso planificado del PP y cortar su ritmo, que en política es tan importante. Ha sido inteligente.

De paso intentará hacer coincidir la campaña electoral con la visibilización de los pactos del PP con Vox, lo que espoleará a mucha gente frente a la amenaza de la extrema derecha. El PP intentará retrasar cuanto pueda la negociación de esos pactos, y lo hará en la constitución de gobiernos autonómicos, pero para los municipales hay un plazo que no podrá sobrepasar; sólo le quedará airear los pactos del PSOE con Bildu en Navarra.

Todo esto acontece en un entorno socio-político en el que se está sustituyendo el debate político racional por la descalificación y el histrionismo; fue paradigmático el episodio de Ayuso vs Bolaños en el que lo que primó a uno y otro lado no fueron las razones, sino la testosterona política, y además, el electorado así lo ponderó y premió a la que tenía más “testosterona”; espero que los evangélicos ayudemos a recuperar más altura en el debate político.

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En fin, Pedro Sánchez ha decidido huir hacia adelante en una estrategia que tiene mucho de oportunidad política, pero también de elementos tan humanos como la soledad o la ansiedad.

Creo que este adelanto de las elecciones supone un interesantísimo caso para que los evangélicos aprendamos a leer mejor la política, sus condicionantes, sus razones subyacentes y evidentes y los elementos humanos que ahí están y no hay que rascar mucho para identificarlos; desde esta perspectiva podemos ofrecer mejor nuestras propuestas. Y de paso podemos aprender a tomar cierta distancia de las ofertas políticas y al mismo tiempo hacer una más edificante aproximación a los partidos: Nuestro modelo del Reino es tan superior, que ningún partido merece nuestra adhesión incondicional y ninguno merece nuestro pleno rechazo visceral.