Venganza ilimitada

The avengers (“Marvel los Vengadores”, es el título en español – 2014) es una de las muchas películas de superhéroes de los últimos años. Casi al final del film, los vengadores pelean contra sus enemigos en una última batalla final, destruyendo edificios, calles, vehículos, ¡Todo lo que encuentran en medio de la ciudad! Lo mejor de la película fue sin duda el comentario de mi hija Kenia cuando estábamos viendo la pelea: “Ya verás como se va a poner el alcalde cuando vea cómo lo están dejando todo”. 

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Bromas aparte, la verdad es que en ese tipo de películas uno de los motivos que mueven a la acción es casi siempre la venganza; la de los “malos” contra los “buenos”, y la de los buenos contra sus enemigos. Venganza y violencia por todas partes, eso parece ser lo que más le agrada al gran público. 

Si eso sucede en una simple película y nos gusta presenciarlo, ¡mucho más terrible lo es cuando deseamos hacer lo mismo en la vida real! La venganza es una respuesta con carácter irreversible que lleva a la destrucción de todos, porque hace aumentar la violencia, no importa cual de las dos partes tenga razón o quiera impartir justicia; cuando nos vengamos queremos infringir más dolor al enemigo, sin importarnos lo que pueda suceder después. La venganza nos obliga a entrar en un proceso que no tiene final, salvo que alguno de los dos contendientes muera, pero entonces sus hijos/amigos/seguidores, comienzan a tomar partido en el asunto, con la situación se hace “eterna”. La venganza no tiene final, porque la violencia se alimenta a sí misma.

La violencia, además, se agrava con el uso del poder. Pocas cosas hay tan peligrosas para el ser humano como ser poderoso: cuando tenemos el poder o la autoridad en nuestras manos, solemos usarlo para hacerle daño a aquellos que, creemos,  han sido injustos con nosotros. 

¡Y aún podemos ir más allá! El hecho de no responder nunca con violencia, no significa que la hayamos vencido. Si reaccionamos guardándolo todo en nuestra memoria, como si tuviéramos un libro en el que nada se borra ni se perdona, la venganza sigue viva dentro de nosotros, y tarde o temprano saldrá sin que nos demos cuenta. 

La única solución a la violencia es el perdón… ¡pero sólo el perdón tal como Dios lo ve! Decir “te perdono” sólo de palabra, no sirve de mucho, porque si las amenazas siguen ahí, a nuestra rabia estamos añadiendo hipocresía ¡De esa unión no puede salir nada bueno! Sólo la gracia de Dios puede enseñarnos a perdonar de una manera incondicional; sólo su amor plasmado a través de nuestra vida puede ayudarnos a dejar a un lado la venganza y la violencia.

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Déjame añadir algo más, por si alguno piensa que si no nos vengamos, los demás nos verán como personas débiles y vamos a terminar “consumidos” por todos: la promesa de Dios permanece en pié siempre ¡No lo olvides! “El Señor mismo irá delante de ti y estará contigo...por lo tanto no tengas miedo ni te acobardes” (Deuteronomio 31:8).