Nuevas oportunidades

Una hoja amarillenta cayó al suelo. Al palpar la tierra noté que estaba húmeda por lo que deduje que no era falta de riego. Algo le pasaba a esa planta que tan lustrosa había lucido en mi balcón.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Durante semanas observé su progresivo deterioro. Sus hojas fueron marchitándose una a una hasta que sólo quedó el tallo.

Me entristece ver morir una planta en la que he invertido tiempo, pero al parecer mis cuidados para con ella no habían sido correctos ya que en aquel precioso ficus no había visos claros de mejoría.

Abnegada, lo quité del balcón dejándolo olvidado en un rincón del lavadero. Aproveché la tierra para sembrar otra planta y así, sin substrato, sin alimento, con las raíces al aire, permaneció semanas dentro de un tiesto vacío. Cual fue mi sorpresa al descubrir que un pequeño brote nacía de aquel tallo seco. Un brote minúsculo que hacía su aparición para decirme que aún había esperanza. Decidí de inmediato darle una segunda oportunidad. Tomé un nuevo tiesto y volví a introducir las secas raíces en la humedad de la tierra. 

Han pasado varios meses y mi ficus vuelve a resurgir con fuerza. Las hojas cubren su tallo. Verdes hojas, lisas y brillantes. Dios me sigue enseñando a través de escenas sencillas, de elementos simples. Le di una nueva oportunidad a esa planta marchita y ahora me devuelve agradecida un hermoso verdor.

Dios me da nuevas oportunidades cada día. No se cansa, no claudica, siempre espera. Yo quiero reverdecer, dejar atrás el mustio embalaje con el que a veces me envuelvo y dar un giro a mi presente para presentarme ante Él lo más hermosa que pueda. Ofrecerle mi vida como fresca fragancia; aroma digno y aceptable , olor fragante para mi Rey.