Cuando se rompe una barrera, es fácil romper una segunda y todavía más fácil romper otra, resultando facilísimo romper la cuarta y todas las que hagan falta.
La denominada liberación sexual que comenzó en los años sesenta del pasado siglo vino para ajustarle las cuentas a la moral que había predominado durante siglos, por la cual el uso del sexo estaba circunscrito al matrimonio. Pero como esa norma fue considerada represora para el individuo, hasta el punto de ser calificada como un convencionalismo hipócrita, sostenido por un estamento social y religioso que lo empleaba para tener sometida a la gente, se hacía necesario acabar con esa moral cuanto antes y para siempre.
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La psiquiatría, el psicoanálisis y la psicología hicieron causa común en esta lucha para desmantelar todo lo que hasta entonces había prevalecido, pues la sexualidad, según esas disciplinas, era una fuerza natural humana a la que había que dar un cauce mucho más amplio del que se le había dado, por el bien y la salud integral del individuo y la sociedad en su conjunto, habida cuenta de que la represión sexual era fuente de innumerables neurosis y todo tipo de trastornos de la personalidad.
Igualmente la juventud occidental enarboló esa bandera y bajo nubes de humo de cannabis, flores en el pelo y música rock acuñó el lema: haz el amor y no la guerra. Sí, parecía muy contundente el eslogan, en vista de lo que estaba pasando en Vietnam.
Pronto el cine se encargó de caricaturizar al tipo de clérigo, anclado en la antigua moral sexual, como reaccionario e intolerante, exaltando, al mismo tiempo, las bondades y beneficios del nuevo orden de cosas, con escenas de sexo cada vez más explícitas. ¿Quién se atrevería a seguir combatiendo lo que a todas luces era la incuestionable nueva verdad? En realidad hasta cabía preguntarse cómo se las arregló la humanidad para propagarse, hasta que llegaron estos descubridores de la verdadera sexualidad. Y mientras que en lo antiguo todo eran prohibiciones, en lo nuevo todo eran concesiones; por tanto no cabía duda de qué era lo malo y qué era lo bueno. ¡Qué diferencia entre la libertad y la opresión! Por supuesto, la censura pasó a ser cosa del pasado, asociada con mentes retrógradas puritanas.
El desarrollo de la fotografía vino a potenciar también las posibilidades de la liberación sexual, pues lo que empezó siendo erótico acabó siendo pornográfico, empleándose a muchas mujeres para satisfacer el deseo de los hombres, en una espiral insaciable de codicia. Naturalmente, la televisión no se iba a quedar atrás en esta ofensiva por la liberación sexual, pasándose de una calificación moral rigurosa de sus contenidos a otra permisiva, por la que en una película catalogada para mayores de siete años pueden salir mujeres casi desnudas, apareciendo la desnudez total en películas para mayores de doce años. Internet supuso un salto cualitativo en la liberación sexual, porque las imágenes ya no eran solamente estáticas sino dinámicas, no necesitándose además tener que ir a comprar ninguna revista al kiosko de la esquina, porque en el propio domicilio y gratis se conseguía a golpe de ratón todo lo que se deseara.
Pero faltaba la telefonía móvil para multiplicar exponencialmente la liberación sexual, al ser posible verlo ya todo sin restricción alguna y teniéndolo en la palma de la mano. Y como los móviles no son cosa de adultos solamente sino también de niños, éstos igualmente pueden beneficiarse de lo que los mayores disfrutan, de modo que los menores saben por experiencia propia lo que es la liberación sexual. ¿Cómo íbamos a hurtarles un avance que no debía quedar restringido para un cierto sector de la población nada más? Porque si de lo que se trata es de que la liberación sexual vaya a más, es urgente que las nuevas generaciones, y cuanto antes mejor, se impregnen de esta forma de pensar.
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Al principio de los tiempos hubo un discurso del engaño, por el que se presentó la norma de Dios como algo represivo y limitador, frente a las inmensas posibilidades que la libertad total tenía. ¿Cómo se podía prohibir algo tan bueno, si no fuera porque el que lo prohibía era un ser funesto? Recréate en lo prohibido que ves y alarga tu mano, a fin de alcanzar la plenitud, fue la sugerencia. Y al hacer caso de ella, lo que se experimentó fue que la pretendida liberación no era otra cosa que esclavitud, dolor, muerte y condenación. Pero ya era tarde para volver atrás.
Hoy, el discurso del engaño de la liberación sexual está dando el fruto maduro de la maligna semilla que se sembró hace varias décadas y que ha llegado, de momento, a una plenitud insospechada, aunque todavía puede alcanzar cotas mayores. Por eso ahora hay niños de diez o doce años que se han convertido en violadores. ¿Quién sabe lo que el futuro depara todavía? Y es que cuando se rompe una barrera, es fácil romper una segunda y todavía más fácil romper otra, resultando facilísimo romper la cuarta y todas las que hagan falta, porque ¿cómo y dónde se pone ahora el freno, si el freno se quitó hace ya tiempo? ¿Quién será capaz de reconducir, a estas alturas, la desviación que se puso en marcha y que tan lejos ha llegado? La cuestión se ha ido de las manos y está fuera de control, porque el axioma de la liberación sexual era que a la sexualidad había que sacarla del control. ¡Ay! Aquellos promotores de los años sesenta y sus seguidores posteriores nunca creyeron que su maravilloso plan se convertiría en un monstruo devorador de adultos y de niños. ¿Cómo iban a creerlo, si en lo único que creían era en su propia sabiduría?
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘La discreción te guardará, te preservará la inteligencia, para librarte del mal camino, de los hombres que hablan perversidades.’ (Proverbios 2:11-12). La palabra que se ha traducido por perversidades procede de una raíz que significa cambiar y voltear, coincidiendo con la procedencia de la palabra en latín, que proviene de vuelto del revés, trastornado. Y llama la atención que lo que comienza con palabras, acaba en hechos, de ahí que las palabras perversas se tornen en mal camino.
Hay quienes inventaron un discurso vuelto del revés sobre la sexualidad, que con el paso del tiempo ha llegado a ser toda una realidad de aberraciones, a cual peor. Pero el pasaje también habla de la verdadera liberación. ¿”Liberación sexual” o liberación del discurso del engaño? Tú decides cuál de las dos liberaciones escoges.
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