Nos atrevemos a señalar algunas características de aquel grupo que para nada se puede calificar de iglesia de Cristo y del cual habría que salir huyendo.
A veces hemos oído a algunos preguntar cuándo es necesario dejar una “iglesia”. Para muchas personas no es fácil determinar eso. Normalmente, en un principio las personas pueden ser impresionadas por algunas de las características de ciertos grupos. Luego cuando llegan a pertenecer a ellos y para cuando quieren darse cuenta han quedado presas de un sistema religioso del cual no reciben bendición alguna; y sin embargo sí acaban experimentando abuso espiritual, siendo explotados en relación con su tiempo, su economía e incluso sus propias facultades. Es por eso que nos atrevemos a señalar algunas características de aquel grupo que para nada se puede calificar de iglesia de Cristo y del cual habría que salir huyendo de él, cuanto antes.
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1.- Huid de los líderes religiosos que se interesan en conocer los detalles de vuestra economía, para saber cuánto ganáis y lo que ofrendáis a la comunidad. A esos “líderes” hay que pararles los pies desde el principio. Esos dirigentes religiosos no tienen ningún derecho de preguntar ni saber la economía de los miembros de sus congregaciones. El interés debería orientarse cuando algún miembro esté pasando por necesidad a fin de prestarle la ayuda necesaria. Pero si el énfasis está puesto en lo señalado más arriba, quizás el próximo paso sería huir de ese grupo religioso.
2.- Huid de aquellos pastores que hablan mucho de su autoridad y que la basan sobre lo que afirman de sí mismos y no sobre el ejemplo de vida, de amor y del servicio al cual todos los ministros del Señor somos llamados. Estos últimos, raramente hablarán de “su autoridad”. La autoridad se recibe de Dios y se demuestra con el ejemplo, por lo cual se acepta sin necesidad de imposición alguna. Hace casi cincuenta años, un buen amigo y auténtico pastor, me dijo: “Cuando veas que un pastor habla mucho de su autoridad, es porque el tal no tiene ninguna”. Hay que huir de esos “líderes” religiosos, también.
3.- Huid de aquellos líderes religiosos que quieren imponer sus criterios a vuestras vidas, matrimonios, familias, etc., sin respeto a vuestra libertad a pensar y decidir una cosa u otra. Los verdaderos pastores no estarán tan interesados, ni han sido llamados por Dios para “manejar” a su criterio las vidas ajenas; y eso por mucho que se use el nombre del Señor y su Palabra. Hace muchos años un querido hermano me dijo que un pastor anterior le solicitó: “Entrégame a tu familia y deja y confía en que yo la dirija”. La petición no podía ser más pretenciosa y fuera de lugar. Hay que huir de un “grupo” en el cual el que lo dirige, cree tener derechos sobre los demás, que nadie le dio.
4.- Huid de aquellos pastores o líderes que pretenden controlar vuestras vidas sin respeto a vuestra libertad, usando supuestas profecías directivas, sueños u otros medios con las consabidas palabras: “El Señor me ha dicho...”; “El Señor me ha dado un sentir muy fuerte sobre ti...”; “El Señor me ha dado un sueño para ti...”. Tienen apariencia de “autoridad del Señor”, pero es falsa. La consejería verdadera transcurre por cauces bien diferentes, de amor y de respeto a la libertad de los creyentes, para tomar sus propias decisiones sobre la base de la S. Escritura. Una respuesta fácil y rápida: “Bien, ya que se trata de mí, y de mi vida, espero que el Señor me hable a mí también sobre eso”. Pero quizás se deba plantear la posibilidad de “salir corriendo” de ese lugar.
5.- Huid de aquellos pastores o líderes religiosos que os prohíban tener comunión/relación con otros hermanos en la fe o que os dirijan a cortar los lazos de relación con vuestra familia. Son sectarios y no hay que seguir sus consejos en absoluto. Todos somos responsables por “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la Paz” (Ef.4.3) incluso con aquellos que no piensan en todo como nosotros. Hace más de 40 años, me acerqué a una obra que tenía mucho crecimiento, por la obra social que llevaba a cabo. Esta era presidida y gobernada por un “apóstol”. Él enfatizaba mucho la autoridad (la suya, claro) y la sumisión de todos a dicha autoridad. Él me dijo, durante una comida en la cual su esposa y mi Lola también estaba presente: “Si quieres trabajar conmigo, tienes que romper relaciones con los demás pastores de la ciudad... También me tienes que consultar si vas a invitar a alguien a predicar a tu iglesia...”. Cuando le pregunté que si yo me sujetaba a él, él mismo a quién se sujetaba, el me dijo: “¿Acaso no vas a confiar en mí, con 25 años de ministerio?” Pues, mire usted, no. Ahí se acabó nuestra relación. Hay que huir de esos individuos y esos ambientes, como de la peste.
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6.- Huid de aquellos “apóstoles” y “pastores” que os animen a dejar vuestros estudios o profesión “para dedicaros más a la obra del Señor”, sin que previamente hayáis tenido un trato personal del Señor con vosotros. No hay más ni mejor “espiritualidad” en dejar todo “para dedicarse a pleno tiempo en la obra del Señor”, excepto cuando es el Señor mismo quien llama y envía. La verdad es que el mundo evangélico está lleno de personas frustradas que pensaron y actuaron de esa manera para dedicarse “al ministerio”; pero al mirar para atrás, desean con toda su alma que no se hubieran dado aquellos pasos. Se pierde mucho en el camino. Pero aquellos pastores que aconsejaron mal no son los que sufrieron –ni sufren- las funestas consecuencias. Es mil veces preferible ser un buen cristiano ejerciendo en cualquier oficio o profesión, que ejercer un ministerio para el cual uno no ha sido llamado por el Señor de los ministerios o que, habiendo sido llamado por el Señor se ejerce a destiempo y mal. Hay que huir también de esos falsos “consejeros”.
7.- Huid de aquellos líderes religiosos que, desde su posición, pretendan hacer un “pacto de amistad, delante de Dios” con vosotros, al estilo de David y Jonathan (1Sm. 18.1-5). Ellos usarán ese "pacto" para conseguir lo que quieran de vosotros, incluso pasando por encima de vuestra voluntad, la de vuestro cónyuge o incluso la de vuestros padres. Esto es una novedad en algunos grupos. Es otra forma de usar la Biblia de forma torcida, tanto en la exégesis como en la aplicación de ella. ¡No les hagáis caso! Salid pitando de ese lugar y de esa relación o terminaréis en ruina y con grandes daños emocionales.
A menudo, todo lo mencionado y mucho más procede de espíritus engañadores, mentirosos y de falsos pastores (o pastoras) que lo que quieren es tener poder sobre la gente, enseñorearse sobre ellos para sacar provecho y llenar sus bolsillos -o sus cuentas corrientes- (2ªCo.11.13-15; Filp. 3.17-19; 2ªP.2.1-3). A veces son personas con problemas que usan el “ministerio” o bien para forjar una identidad que nunca tuvieron o bien para sacar provecho del ministerio. Pero el ministerio cristiano nunca debería servir, para formar la identidad de nadie y mucho menos para aprovecharse de la gente.
El verdadero ejemplo nos lo dio nuestro Señor y Maestro:
“Los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas y sus grandes ejercen sobre ellas autoridad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”. (Mr.10.42-45)
La grandeza del verdadero ministerio que es según Dios se basa y se ejerce sobre la base de una vida entregada por amor al servicio ejemplar y sacrificado, tal y cómo nos mostró Jesús por medio de su Palabra y su ejemplo:
“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros vuestros pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”. (J.13.14-15)
Los Apóstoles siguiendo al Señor, también nos dejaron su enseñanza y ejemplo:
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplo de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. (1ªP.5.1-4)
Esta última cita de la Primera Epístola del Apóstol Pedro, recoge todos aquellos principios que los apóstoles aprendieron de su Señor y que deben adornar el carácter, regir las motivaciones y dirigir el comportamiento de los siervos que Dios ha llamado al ministerio. Y todo cuanto no se ajuste a esa verdad, o conjunto de principios, debe ser rechazado y “huir” de todo ello.
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