Hubo un tiempo muy emotivo en el que oramos por Ucrania y por Rusia. Pude abrazar a Vitaly y a Igor, de las Alianzas Evangélicas rusa y ucraniana.
En la Alianza Evangélica Europea (EEA) celebramos en Sarajevo la última edición de Hope for Europe. Se trata de un encuentro que nos estimula a los evangélicos a ser conscientes de nuestra aportación como instrumentos de esperanza en una Europa cada vez más escéptica.
Asistí como vicepresidente de la Alianza Evangélica Española, la entidad que representa al protestantismo español en la EEA. Vengo de Galicia, del Finis Terrae, de lo último de la tierra, donde Europa se despide cada día del sol en el mar, así que llegar a Sarajevo fue todo un camino. Hice tres escalas, una de ellas en Viena, y allí pude contemplar al atardecer el plano y tranquilo reflejo del palacio de Belvedere en su estanque, como un reflejo de la tranquilidad en la que nos dormimos en esta parte del mundo.
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Sarajevo nos despierta de este plácido sueño que creemos que disfrutaremos para siempre; fue allí, en el puente Latino, que comenzó la I Guerra Mundial, y en los 90 tuvimos en Bosnia la que pensábamos que sería la última guerra de Europa. Pero a poco más de 700 Km de Sarajevo se está produciendo ahora un nuevo conflicto con realistas amenazas nucleares; me fue inevitable integrar todos los mensajes que fui recibiendo en Hope for Europe en el entorno geográfico en el que nos encontrábamos, tan cargado de conflicto, amenaza y huellas permanentes de la guerra. Ha sido todo un reto hablar de esperanza para Europa en Sarajevo.
Jeff Fountain, el presidente del Schuman Centre for European Studies, nos colocó el marco de inicio preguntándonos si todavía hay esperanza para Europa. Y es cierto que esta Europa decadente, post-cristiana, sin valores, atrapada en desafíos a la paz, a la armonía social o al propio sistema democrático, genera en los creyentes sensación de escepticismo, pero el escepticismo liquida toda posibilidad de cambio. Jeff nos provocó a ser instrumentos de paz y renovación apoyados en una perspectiva bíblica de la historia, en las promesas de Dios, en la seguridad de la restauración de todas las cosas en Cristo, en la confianza escatológica de un mundo en el que morará la justicia, y entretanto oramos, esperamos y trabajamos para que Dios provoque un nuevo despertar en Europa. Fue un gusto mantener con él después una conversación personal enriquecedora.
Todo el resto del encuentro desarrolló una equilibrada variedad de actividades, con plenarias, reflexiones bíblicas, alabanza, encuentros de grupos con intereses comunes, establecimiento de redes, momentos de oración y la asamblea general de la Alianza Evangélica Europea. Pero fueron especiales los momentos para encuentros personales, compartiendo experiencias, visión, proyectos y fraternidad. No es posible resumir tanta riqueza de aportaciones, y por eso les comparto sólo algunas pinceladas personales.
En marzo escuché a la presidenta del Parlamento de Guatemala, la querida hermana Shirley Rivera, terminar una presentación cantando un corito. En Sarajevo Usha Reifsnider empezó su brillante predicación cantando igualmente un corito; nos retó a que abriésemos el cuadrado que engloba énfasis en conversionismo, biblicismo, crucicentrismo y activismo,y pusiésemos a Cristo en el centro de nuestra proclamación: “¿Queremos llevar a las personas a la iglesia o llevarlas a Cristo?”
Hubo un tiempo muy emotivo en el que oramos por Ucrania y por Rusia. Fueron momentos de unidad en intercesión, en la confianza de que la oración eficaz del justo puede transformar el curso de la historia. Pude abrazar a Vitaly y a Igor, de las Alianzas rusa y ucraniana.
Conocí a dos hermanas con una vitalidad enorme, las dos con una discapacidad: Gesina, holandesa, con unos ojos azules llenos de paz y seguridad, lleva encima años de experiencia y labores espectaculares en Malawi y Albania; y Martina, alemana, se fijó en que muchos refugiados ucranianos estaban siendo acogidos por varios países, pero pocos se ocupaban de los discapacitados, así que afrontó la complicada tarea de traerse a los que pudiese; con el apoyo pleno de la Alianza alemana, dirigió la llegada de ¡500!
Con el danés JØrn avanzamos en su proyecto de acercamiento a los diputados para que conozcan nuestra realidad como evangélicos. Pudimos volver a encontrarnos miembros de los grupos de trabajo en marcha de la Alianza Europea, como los de acción socio-política o la Advocacy Network. En la reunión de secretarios generales aprendimos unos de las experiencias de otros en un entorno de apoyo mutuo y fraternidad.
Despedimos a Thomas Bucher y recibimos a Connie y Jan como nuevos secretarios generales en bicefalia. Thomas Schirrmacher, secretario general de la Alianza Mundial (WEA), clausuró el encuentro asegurando que “la llamada a la unidad del cuerpo de Cristo es una llamada a la cooperación de las muy divergentes partes del cuerpo”. Este es un reto ineludible para nuestra organización: la unidad de la WEA debe construirse de forma que toda Alianza nacional vea que sus posiciones son respetadas y se asegure que los acuerdos y manifestaciones públicas de la WEA permitan que todos nos sintamos cómodos, nunca forzados.
Los Balcanes son un lugar en el que la crueldad de los frutos de la Caída son patentes, e igualmente patentes son los frutos de las vidas transformadas por Cristo. Comí un día con Vladica, pastor gitano serbio. Me sorprendió la profundidad de los vínculos que traspasan fronteras, empezando por los de la fe; me comentó que la fraternidad es plena entre los hermanos gitanos de los países balcánicos: han conseguido fijar lazos de afecto y confianza en medio de un entorno lleno de resentimiento y dolor.
Eva González Mrsic, nieta del conocido hermano Benigno González, se casó con un croata e iniciaron una aventura de plantación de iglesias en Split; les cogió la guerra y se vinieron para Cataluña, pero enseguida se volvieron con ayuda humanitaria; me contó cómo en su viaje de vuelta veían pasar misiles por encima del coche. Su marido pasó este enero a la presencia del Señor y ella decidió quedarse allí en Croacia; desde entonces oro por ella.
Rafael y Priscila se vinieron de Costa Rica a Bosnia como misioneros; el frío les aprieta, pero están llenos de optimismo y me hablaron con entusiasmo de sus contactos con los musulmanes.
En la noche de los Balcanes cada uno de ellos es una luz que da motivos para tener esperanza para Europa.
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El Museo de los Niños de la Guerra en Sarajevo recoge relatos de niños que sufrieron, junto a algunos de sus objetos personales: el bolso de la abuelita muerta en un bombardeo, el jersey tejido por la mamá… Me impresionaron especialmente dos: Una niña presenta su foto en el regazo de su madre; ella fue el fruto de una violación contra su madre; relata cómo a ese sufrimiento se añadió el desprecio de sus vecinos por su origen, pero ella reclama que en su vida no hay vergüenza alguna, porque lleva en el corazón el amor de su madre y del buen hombre que después se casó con su madre, “¡soy la hijita de mi madre!”.
Otro es más luminoso: recoge la carta de una niña británica, Astrid, que le envió a una desconocida niña bosnia, Lejla; la acompaña de unos lápices de colores, un peinecito y un espejo. Para Lejla esto fue una continua luz de esperanza en medio de la noche de la guerra.
Dos recuerdos: una foto y una carta, una muestra el terrible fruto del pecado y otra la amorosa gracia de Dios. Está claro: como decía Jeff Fountain al inicio, en medio de una Europa que se muere de escepticismo y se retrae de temor y dolor, hay lugar aún para la esperanza, y esa esperanza la traemos los hijos de Dios. No la apaguemos ¡jamás!.
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