Estamos, por lo tanto, ante el testimonio de una persona que ha sido evangélica y conoce el lado más oscuro de este mundo.
La escritura sueca Asa Larsson se despide después de veinte años con Los pecados de nuestros padres, del personaje de Rebecka Martinsson, una abogada como ella, que investiga en sus novelas el asesinato de pastores en el pequeño pueblo donde se crió, no lejos del Círculo Polar. Desde su primer libro aparece la religión en esta Suecia secularizada con predicadores evangélicos como el de Aurora Boreal (2003), que ha fundado una iglesia de cristal, uniendo la congregación pentecostal, la misión luterana y la iglesia bautista de la localidad, con la renovación carismática.
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Aunque en la descripción de la novela, la mayor de parte de las informaciones habla de una secta, no hay duda de que se trata de una iglesia evangélica. No es un grupo influenciado por el laestadianismo –el movimiento luterano conservador en que se educó la escritora–, donde su abuelo fue predicador al dejar el esquí, después de ganar una medalla de oro en las Olimpiadas de 1936. Se trata claramente de lo que en Suecia se llama una iglesia libre, un grupo evangélico carismático, donde la autora estuvo cinco años en la década de los 80. “De joven leí mucho la Biblia y eso se refleja en mi escritura”, dice. Todavía se declara “creyente”, ya que dice que “de lo contrario no podría soportar los horrores de este mundo.
Martinsson no es solo por eso una abogada como ella, especialista en derecho tributario, sino que vuelve al mismo pueblo donde se crió (Kiruna), a enfrentarse con un crimen en una iglesia como en la que ella estuvo en lo que llama su etapa aleluya. “Allí dentro conocí a gente muy agradable –dice Larsson–, pero también a otra que daba miedo”. Según se da cuenta ella ahora, allí “imperaba la represión, la manipulación emocional y el sometimiento en todas sus formas”. Era una de esas iglesias que rozaba lo sectario. Estamos, por lo tanto, ante el testimonio de una persona que ha sido evangélica y conoce el lado más oscuro de este mundo.
[photo_footer]La escritura sueca Asa Larsson Asa se despide después de veinte años del personaje de Rebecka Martinsson.[/photo_footer]
Dicen que Aurora Boreal mantuvo una noche en vela a Stieg Larsson, el autor de la saga de Millenium que no es familia de ella. La protagonista de Asa nació un año antes que Lisbeth Salander, aunque es también una mujer de baja estatura, decidida, independiente y sin hijos. Su nombre (Rebecka Martinsson) es un juego de homenaje al detective fundacional de la novela negra sueca (Martin Beck), obra del matrimonio de Maj Sjöwall y Per Wahlöö.
La traducción presenta los habituales problemas de equiparar el lenguaje católico a la terminología protestante. Constantemente se habla de “misas, rezos y curas”. Los dones espirituales son literalmente “regalos”, y la respuesta a las oraciones, “atención de ruegos”. Los pentecostales son “de Pentecostés”, y los bautistas, “baptistas”. A nadie le extrañará que los traductores tengan nombres españoles.
Sobre la novela se hizo una película con el mismo título en 2007, que no hay que confundir con Aurora Borealis, una producción americana que se hizo dos años antes. Esta es sueca, protagonizada por una antigua chica Bond, Izabella Scorupco. El ambiente nevado recuerda al Fargo de los Coen, donde hay también una policía embarazada, como la que investiga aquí el crimen del pastor. La escritora dice que pensó inconscientemente en ella, al trazar este personaje que ayuda a Rebecka a resolver el misterio. Sus libros dieron lugar a una serie en 2017 con el nombre del personaje.
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El asesinado (Victor Strandgard) es el hijo de un político democristiano que sufrió hace nueve años un accidente de bicicleta, siendo reanimado en el hospital de lo que parecía una muerte segura. Su experiencia le llevó a creer que había estado en el Cielo, donde había visto a Jesús y a los ángeles. Sobre ello escribió un libro, que se ha convertido en un enorme éxito en Suecia. La congregación que ha fundado con otros tres pastores ha crecido enormemente, dando lugar a una escuela, una guardería y grandes encuentros de renovación carismática.
[photo_footer]Desde su primer libro aparece la religión en esta Suecia secularizada con predicadores evangélicos.[/photo_footer]
La visión del predicador de la Iglesia de la Fuente de Nuestra Fortaleza es que si las congregaciones se unen, ocurrirán señales y prodigios. Se reúne por eso para orar con el pastor luterano, bautista y pentecostal de la localidad, hasta formar esta nueva iglesia, que organiza una Conferencia de Milagros. Cambian la ropa casual por los trajes de moda y empiezan a distribuir sus vídeos por todo el país.
La descripción de este tipo de reuniones no puede ser más exacta. Desde el primer momento uno se da cuenta que la escritora sabe de lo que habla. Así en los agradecimientos, reconoce toda la asesoría que ha recibido –incluso legal, siendo ella misma abogada–, mientras que nadie le ha informado sobre los detalles de estos ambientes eclesiales, porque ella misma los ha vivido de primera mano. Hecho que reconoce una y otra vez en todas sus entrevistas.
Lo que hace fascinante para mí un libro como este es que es el testimonio de una de esas personas que ha estado un tiempo en la iglesia y luego se ha apartado. El mundo evangélico está lleno de estadísticas de cuántos llegan a nuestras congregaciones. Como la protagonista y escritora del libro, muchos viven una experiencia de conversión en su adolescencia que les hace conocer un cristianismo vivo. Incluso en países escandinavos como Suecia –donde tantos han abandonado la iglesia luterana– ha habido un inmenso resurgir de movimientos pentecostales y carismáticos, aunque algunos sean especialmente conocidos por su extremismo.
Se habla mucho de los que entran en nuestras iglesias, pero poco de los que salen. Es esa puerta de atrás, la que siempre me ha intrigado. En parte porque la fe se muestra por la perseverancia (Mateo 10:22; 24:13; Marcos 13:13), pero también porque el valor de algo se mide por los que lo han probado, no por los que lo miran desde fuera. Incluso en sociedades tan secularizadas como la nuestra, cada vez hay más personas que han tenido relación con el mundo evangélico. La mayor parte de hecho de los que rechazan el cristianismo es por una experiencia personal, no por un argumento filosófico. Debemos por tanto examinar qué ocurre en la puerta de atrás.
[photo_footer]El predicador de este libro ha fundado una iglesia de cristal, uniendo la congregación pentecostal, la misión luterana y la iglesia bautista de la localidad, con la renovación carismática.[/photo_footer]
La protagonista dice que es ahora “una infiel”, porque “los pastores y el consejo de ancianos le invitaron a que dejara la congregación”. Entró en la iglesia por un curso de verano que ofreció en el instituto el pastor de una misión luterana –“puesto que no puedes saber que la fe cristiana no es para ti, si antes no te informas de lo que en verdad significa” –. Junto con el predicador, ahora asesinado, y su hermana, la protagonista “se entrega a Dios” con otros jóvenes, después de haber estado tres semanas estudiando la Biblia. Aunque está enamorado de ella, el nuevo pastor vive castamente, sin propiedades, ni ambiciones. Su hermana atrae fácilmente a los hombres, pero no parece consciente de su apariencia y se siente llena del poder de Dios, citando las Escrituras constantemente. ¿Qué pasa entonces con Rebecka?
Ella se pregunta cuál es la voluntad de Dios para su vida. Si no la cumple, ¿puede influir en su vida de la misma manera? ¿Dónde está su misericordia? Para Rebecka, “eso de vivir según su voluntad, debería ser uno de los fines de la vida, no un medio para hacerse con el premio, si oras”. Discute con su amiga Sanna, la hermana del predicador, ahora acusada de su asesinato: “Y el mismo Dios, ¿qué crees que opina de esa doctrina de oraciones y lectura de la Biblia una hora al día para conseguir la fe? Yo oro y leo la Biblia cuando lo echo de menos. Yo misma quisiera ser amada así. ¿Por qué tiene Dios que ser diferente?”.
Rebecka llora porque “siente como si Dios no le quisiera”. Se pregunta por qué no puede oír su voz, como el visionario Victor, que habla con Él cada día. La respuesta del pastor luterano es que su caso es especial. Pues “yo también quiero sentir que soy un poco especial”, le contesta ella. Lo que hace el pastor a continuación es abusar de ella, teniendo un rápido encuentro sexual, para mostrarle lo especial que ella es para él.
[photo_footer]La escritora sueca dice que joven leía mucho la Biblia y eso se refleja en su escritura.[/photo_footer]
Las miserias de los pastores son puestas continuamente en evidencia por su espíritu de competición y debilidad ante la tentación sexual, como en este caso. No tardaremos en ver el lado oscuro de una iglesia que se ha convertido en una secta. ¿Cómo ha ocurrido esto? En primer lugar, porque el autoritarismo ha tomado el lugar del servicio. Detrás de tanto discurso sobre liderazgo, no hay muchas veces más que arrogancia y ambición. “Las iglesias que abusan, antes como ahora, están en primer lugar y sobre todo caracterizadas por una dirección fuerte y controladora” –dice Ronald Enroth en su ya clásico estudio sobre este tipo de grupos en 1992–.
El espíritu elitista caracteriza en segundo lugar a las iglesias que se convierten en sectas. Ellos creen que conocen –como la congregación de esta novela–, “la fuente” misma de “nuestra fortaleza” y hablan como si se hubieran tragado el Espíritu de Dios “con plumas y todo” –como se decía en la época de la Reforma de algunos anabautistas–. Quien piensa que tiene la verdad, lo muestra en humildad, no en soberbia.
Cuando Larsson escribió la novela, ocurrió un famoso suceso en Suecia de un pastor de Kanutbi que convenció a “la canguro” de su hijo para que asesinara a la madre y así poder casarse con otra miembro de la congregación. Sin duda es un caso extremo, pero nos muestra hasta dónde llega el horror cuando el fin justifica los medios. Deshonestidad económica, manipulación psicológica, todo es posible cuando se piensa que Dios está de nuestro lado, hagamos lo que hagamos. Es el engaño del poder.
[photo_footer]Sobre la novela se hizo una película con el mismo título en 2007.[/photo_footer]
Muchas veces detrás del ansia por un “ministerio de poder”, lo que se busca es “el poder del ministerio”. La obsesión que vive actualmente el mundo evangélico por el liderazgo no es nada sano. Cuando alguien se ve especial, podemos acabar creyéndonos realmente que tenemos un papel único en el propósito de Dios, cuando Él puede usar a cualquier persona. Si algo nos enseña la Biblia, es que ser utilizado por Dios no es lo mismo que conocer a Dios y servirle. La Escritura está llena de ejemplos de personas infieles o paganas, que Dios usa para cumplir sus propósitos, pero eso no les hace santos, ni fieles. Los resultados no lo dicen todo.
Muchos miran también a sus pastores como ídolos. Les colocan sobre un pedestal y luego, cuando les decepcionan, dicen que han perdido su fe y confianza en Dios, cuando a quien estaban sirviendo en realidad era a un hombre o una organización. Cuando alguien nos decepciona por su fracaso moral, tenemos que preguntarnos si nuestra crisis viene tanto por él, como por la confianza que hemos puesto en él. “Maldito el hombre que confía en el hombre”, dice Jeremías 17:5. Solo Dios es digno de nuestra adoración y servicio.
“La clave del ministerio pastoral radica en el hecho de que nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor a Jesús (2 Corintios 4:5)” –dice Ed Clowney, el maestro de Tim Keller–. Lo que la protagonista de Larsson necesita es conocer a Jesús. Cristo es el verdadero Pastor.
Jesús dice: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). En esta sensación nuestra, tan humana, de encontrarnos perdidos, nos hemos ido apartando poco a poco del Señor, pero Jesús vino precisamente a buscar y salvar lo que estaba perdido. Trae salvación con su sola presencia. Pues era precisamente su persona y compañía lo que habíamos perdido. Habíamos venido a ser como “ovejas descarriadas” (Isaías 53:6), pero debemos volver al “Pastor de nuestras almas (1 Pedro 2:25). No hay relación humana que pueda igualarse a la aceptación que experimentamos en Cristo Jesús.
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