Los libros escritos en torno a Unamuno son infinitos en los principales idiomas. Para evitar las distintas opiniones vertidas prefiero seguirle a través de sus Obras Completas.

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Nació en Bilbao el 29 de septiembre 1864, hijo de una familia de clase media acomodada. Cursó el bachillerato en el Instituto Vizcaíno de la misma ciudad y en 1880 se trasladó a Madrid donde estudió Filosofía y Letras hasta 1884. También se matriculó en cursos de Psicología, Lógica, Metafísica y Latín. En 1891 ganó la cátedra de Griego en la Universidad de Salamanca. Con interrupciones ocasionales debidas a causas políticas fue rector en la misma Universidad. La dictadura de Primo de Rivera lo desterró a Fuerteventura. En la isla canaria permaneció poco tiempo. Un velero francés arriesgó en su liberación y fue llevado a París. En 1930 lo vemos en Hendaya, a dos pasos de su amada España. En 1931 cruzó la frontera y reingresó a la Universidad de Salamanca, encargándose de la cátedra de Historia de la Lengua Española y asumiendo de nuevo el rectorado de la Universidad. Aceptó la jubilación en 1934 y murió dos años después, el 31 de diciembre 1936, con el corazón partido de dolor por los acontecimientos de la guerra civil que encendió España a partir de julio del mismo año.

Unamuno escribió mucho. Gran parte de su obra está recogida en ocho gruesos tomos publicados por la Editorial Escelicer en 1966.

El sueño de Dios

Sobre el redondo pardo páramo tranquilo

que los siglos al cielo le mulleron cama,

rendido el infinito entero se recuesta,

la inmensidad descansa.

Duerme Dios; su cabeza de luz palpitante

reclinando en el campo obediente, su almohada,

y sus sueños vertiéndose prenden en tierra

y junto a El arraigan.

De visiones divinas se puebla la vida

y florecen entre ellas abiertas las almas

y es su flor, flor de ensueño divino en la tierra,

la flor de la esperanza.

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Duerme Dios y respira, durmiendo, su sueño,

y es un mar su respiro, mar de lumbre de alba;

es el mar del amor que a las cosas envuelve,

mar que nunca descansa.

Y en sus olas se mecen los sueños divinos,

a la luz del silencio visiones calladas

que van y que vienen de Dios a la tierra,

como místicas lámparas,

alumbrando senderos sin fin ni principio,

revelando a los hombres sus propias entrañas,

trayendo consuelos y llevando pesares,

almas de nuestras almas.

Sueña Dios en el hombre rendido a la vida,

dormido en la tierra su aliento le abraza,

sueña al hombre y suspira soñando, suspiro

que de lo hondo le arranca

la soledá infinita en que vuelto a la vela

se encontrará sumido mirando a la nada,

del pasado ensueño viviendo en el recuerdo

que nunca se le acaba.

Sobre el redondo pardo páramo tranquilo

de Dios el resuello, gigante arado, pasa

y al corte de esta recia brisa de misterio

le sangran las entrañas.