La libertad, fuera de una verdad que es Jesús, que nos compromete en el seguimiento al Maestro, es una libertad sosa, sin luz, egoísta y vana.
Muchas veces nos gusta hablar del derecho a nuestra libertad. Nos creemos hombres libres para actuar, movernos, cambiar de lugar, estudiar lo que nos gusta y otras cosas en esta línea que, sin duda alguna, está bien. La libertad sosa y egoísta es la que se ejerce sin que, para nada, repercuta positivamente sobre los que sufren, aquella libertad que se ejerce de espaldas al prójimo que nos necesita, la libertad necia para buscar lo mío, para hacer lo que me dé la gana, pero sin compromisos positivos a favor del entorno, de la sociedad, de la búsqueda de justicia, sin compromisos éticos y dando la espalda a las estructuras injustas de poder, ejerciendo así una libertad sosa que cree que eso no va conmigo y, entonces, ejercemos la libertad egoísta de mirar hacia otro lado reprimiendo todas las interpelaciones de mi conciencia.
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Libertad sosa y egoísta. La Biblia nos dice que “conoceréis la verdad y ésta os hará libres”. La libertad, fuera de una verdad que es Jesús, que nos compromete en el seguimiento al Maestro, es una libertad sosa, sin luz, egoísta y vana. Somos esclavos de otras “verdades” sociales que, en el fondo, están coqueteando con la mentira y con la injusticia.
Libertad sosa y egoísta. La ejercemos de una forma tan descomprometida y light que pasamos desapercibidos ante un mundo que nos necesita y nos sumerge en la necedad de egoísmos y sinsentidos que reducen nuestro vivir a meras existencias tan vanas que no se diferencian mucho de otros tipos de existencias no humanas. La auténtica libertad también necesita sal, levadura, luz y solidaridad que elimine los egoísmos inhumanos. Una libertad que no se puede dar en la verdad que es Jesús, hombre totalmente libre, pero comprometido con el hombre, con los débiles de la tierra, con los excluidos, marginados, enfermos y con los tachados como pecadores por aquellos autoconsiderados puros.
Así, la libertad, fuera de las líneas de la verdad, es decir de las líneas marcadas por el Maestro, es una libertad vana, sosa, egoísta e insolidaria. Eso no es la auténtica libertad que no se da fuera de los parámetros de la verdad auténtica. Se puede pasar por el mundo como existencias vacías que nos sumergen en la angustia existencial y que, por mucho que hagamos o practiquemos el ritual religioso, nos convierte en existencias que no son auténticamente libres, sino sometidas a la esclavitud de los valores antibíblicos.
Libertad fuera de la verdad, libertad sosa, libertad egoísta y vana. Solo sirve para buscar los deseos de la propia carne, los deseos del disfrute personal cuando esto es posible, pues muchas veces las libertades no comprometidas con Dios y con el prójimo, nos hacen esclavos de lo superfluo, de las vanidades del mundo. Ejercer libertad dentro de la verdad nos lleva a un concepto de libertad con dos compromisos: uno con Dios y otro con el prójimo, ambos compromisos en relación de semejanza.
Eliminemos esas libertades sosas y egoístas. Si los cristianos ejerciéramos nuestra libertad en compromiso con Dios, con el hombre y con el mundo, seguro que el Reino de Dios y sus valores serían acercados a los hombres de forma amorosa y solidaria. Sería el uso de una libertad que estaría a disposición de la liberación del hombre de tantas y tantas esclavitudes en las que está sumergido. Libertad para liberar, libertad para tender una mano impregnada de la verdad del Reino que en muchos casos va a cumplir sus valores de poner a los últimos como los primeros y va a liberar al hombre y al mundo de muchos de sus demonios internos que quieren destruirlo.
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No siempre los lazos del consumismo, de la diversión y del ‘hacer lo que quiero’ son lazos constructivos. Solo impregnada de la verdad puede vivir la auténtica libertad. Libres para la búsqueda de la justicia, para la denuncia profética, para asumir el seguimiento de Jesús sin cargas necias y vanas que puedan impedir el seguimiento. Libres para ser las manos y los pies de Jesús en medio de un mundo de dolor. Libres para servir, libres para amar. Libres para ser humanos, muy humanos imitando al Maestro que anduvo por la tierra haciendo bienes. Libres también para el mayor ofrecimiento de libertad: la liberación del hombre del pecado.
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