Si el avivamiento es la respuesta de Dios a una iglesia en crisis, la secta es la solución equivocada a unos problemas reales.
Es sorprendente cómo en todo avivamiento nacen sectas. Ocurrió en la Reforma del siglo XVI, el Gran Despertar del XVIII y lo que ahora llaman “las grandes religiones americanas” del XIX, como los Testigos de Jehová, los mormones o la “ciencia cristiana”. Algunas de ellas adquieren una posición más respetable y ya no son sectas en el sentido sociológico del término, pero otras se convierten en lo que en inglés llaman “cultos destructivos”. Este es el caso de varias de las comunidades que nacen del movimiento de la Gente de Jesús, como el grupo de Tony Alamo (1934-2017), condenado a 175 años de cárcel por abuso de menores. Una serie documental de Sundance sigue su historia en cuatro episodios, bajo el título El ministerio del mal: el retorcido culto de Tony Alamo.
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Alamo era un judío rumano que cambió su nombre –legalmente– al casarse con Susan (1925-1982), ya que por nacimiento los dos se llamaban Bernie Lazar Hoffman y Edith Opal Horn. Ella era también judía, pero se había convertido al cristianismo evangélico antes de casarse por tercera vez con Hoffman. Susan era nueve años mayor y tenía ya una hija. Luego se supo que él había estado también casado cuatro veces antes. Tony y Susan llegaron a Los Ángeles para intentar hacerse un sitio en Hollywood, él como cantante y ella como actriz. Él decía que su padre fue instructor de baile de Rodolfo Valentino, pero como todo lo que contaba de su vida antes de ser cristiano, es bastante dudoso, por su tendencia a la exageración y la falsedad. Lo cierto es que acababa de salir de la cárcel por un delito de armas cuando se casó con Susan en 1966.
Su propia historia de conversión es bastante extraña. Según él, Jesús mismo se le apareció en 1965 y le encargó que predicara su segunda venida en medio de una reunión de inversiones en Beverly Hills. Como él lo contaba, conoce poco después a Susan en un restaurante de Los Ángeles. Ella llevaba todavía el apellido Lipowitz, por un corto matrimonio con un matón sindical de la mafia angelina. Susan le habla de la Biblia y le explica el cristianismo, al haberse convertido en una evangelista pentecostal itinerante. Según su hija Chris, que se convirtió luego en su mayor enemiga, no eran más que dos estafadores que se reunieron para montar una iglesia registrada como fundación en 1968.
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Estamos en plena Revolución por Jesús en Los Ángeles, cuando el movimiento hippy cristiano se ha trasladado al sur de California a finales de los años 60. Saliendo a repartir folletos por el Bulevar de Hollywood a los chicos de la calle, entran en contacto con Ed, un traficante de droga que se convierte y les pone en contacto con adolescentes que se han ido de casa. Alquilan una casa en el Bulevar de Crescent Heights, donde tienen problemas con los vecinos. Piden ayuda a la Fraternidad de Hombres de Negocios del Evangelio Completo –la asociación pentecostal fundada por Demos Shakarian, que apoyó también a David Berg para conseguir la misión en la playa de Huntington, donde comienzan los Niños de Dios como Adolescentes para Cristo– y se mudan a Santa Mónica.
Al volver a tener conflictos con los vecinos, los Hombres de Negocios del Evangelio Completo les ayudan para establecerse en un ruinoso restaurante abandonado, en el desierto de Saugus, cerca del cañón donde se establece la Familia Manson en un rancho donde se habían rodado películas del Oeste –cuando llevan a cabo el terrible asesinato de la esposa embarazada de Polanski, Sharon Tate y sus amigos, la noche antes de matar al matrimonio LaBianca en el verano de 1969–. Desde allí, los Alamo seguían yendo cada día al bulevar de Hollywood y Sunset Strip para contactar con jóvenes. Repartían folletos sobre el juicio final, ofreciendo comida y alojamiento gratis en Saugus. Cada tarde los llevaban en autobuses con el cartel que anunciaba su destino al “Cielo”. Allí eran recibidos por una orquesta que interpretaba himnos clásicos evangélicos, como En el monte Calvario o Do mi Salvador me guíe. El mensaje que los acompañaba era una advertencia sobre la condenación y la realidad del infierno.
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La comunidad cristiana de los Alamo se presentaba así como un grupo evangélico de marcado carácter fundamentalista, fuerte énfasis escatológico, búsqueda de los dones del Espíritu y una curiosa obsesión anticatólica. Las prohibiciones eran las habituales de la tradición de santidad: nada de tabaco, alcohol, baile, ni drogas, por supuesto. Separaban a los chicos de las chicas, que solo podían hablar durante las comidas y se imponía “decencia” en el vestido. Todos los matrimonios tenían que ser aprobados por los Alamo, manteniéndose alejados noventa días antes de la boda. Como los Niños de Dios en aquella época, no había nada que presagiara los abusos sexuales que habrían de venir. Lo último que uno diría de ellos, es que allí reinaba la inmoralidad.
[photo_footer]Alamo era un judío rumano que cambió su nombre legalmente, al casarse con Susan (1925-1982), ya que por nacimiento se llamaban Bernie Lazar Hoffman y Edith Opal Horn.[/photo_footer]
Los que acababan siendo miembros de la comunidad entraban a trabajar en empresas formadas bajo la fundación como entidades no lucrativas. Cuando se mudan a Arkansas en 1976 –donde creció Susan–, tenían además del Tabernáculo, imprenta propia, escuela, centro de rehabilitación de drogadictos y toda una serie de negocios de ámbito local, primero. Luego se extienden a Nashville, Chicago, el barrio de Brooklyn en Nueva York y la playa de Miami. Producían discos, distribuían cintas y comienzan una televisión a nivel nacional en los años 70. Llegaron a ser particularmente conocidos por sus tiendas de ropa vaquera, sobre todo, por unas cazadoras pintadas con aerógrafo, como la que lleva Michael Jackson en la portada de su disco Bad.
Todo esto le llevaría a tener problemas con Hacienda, mucho antes de que se pudieran sustentar las acusaciones de abusos sexuales de menores. Si vuelve a la cárcel, al principio es por falta de pago de impuestos –la misma razón por la que mafiosos como Al Capone acabaron en prisión, no por ninguno de sus crímenes–, lo que demuestra que la manipulación sectaria no se considera fácilmente una actividad ilegal. A partir del año 1976 tiene problemas también con la falta de derechos de sus trabajadores, pero hasta el año 1985 sigue con recursos legales, al considerarse que las empresas eran parte de la iglesia y, por lo tanto, actividades no lucrativas. Ese año se les quita la exención de impuestos, pero sigue pleiteando por ello, hasta que en 1992 un juez dictamina que la organización “operaba para el beneficio privado de Tony y Susan”.
En 1994 él es condenado por una declaración falsa a Hacienda, que revela su falta de pago durante años. Eso unido a una deuda por trabajo no remunerado de ex-miembros de la iglesia, hace que se declaren en bancarrota. Va a prisión entonces, seis años en Texarkana. Antes de que apareciera el tema de los abusos sexuales a menores, Tony tiene un curioso problema legal por el cuerpo de Susan, que muere de cáncer en 1982, a los 57 años. El cadáver es embalsamado, siendo exhibido durante seis meses en un mausoleo privado de mármol en forma de corazón con la expectativa de su resurrección. En ell año 1991, el gobierno federal confisca la propiedad funeraria de la iglesia, pero el cuerpo ha desaparecido. La hija de Susan, Chris, al abandonar al grupo acusa a su padrastro Tony de robar el cadáver, siendo obligado por orden judicial a devolverlo.
Aunque Tony siempre negó que fuera polígamo –sería lo que la soltera Jane Fonda llama monogamia en serie–, sus matrimonios son tantos que todavía no está claro cuántos de ellos son legales. Tras la muerte de Susan hay rumores de que se ha casado con dos adolescentes de 15 años, pero las bodas no eran legales. El matrimonio oficial es de 1984, con una sueca en Las Vegas, Birgitta Gyllenhammar, pero se divorcia dos años después. Luego dijo ella que Tony la hizo someterse a una intervención de cirugía plástica para parecerse a Susan. Le acusaba de golpearla y drogarla. Lo único que se puso en evidencia, legalmente, es que era su sexto matrimonio.
[photo_footer]Los Alamo iban cada día al bulevar de Hollywood y Sunset Strip para contactar con jóvenes con folletos sobre el juicio final, ofreciendo comida y alojamiento gratis en Saugus.[/photo_footer]
Tony se casó dos veces más entre 1986 y 1990. No aceptaba el adulterio, ni la homosexualidad, el aborto o los anticonceptivos, pero está claro que creía en el matrimonio. Sin embargo, el único hijo legítimo que tuvo fue Sion, los otros dos eran de sus “secretarias”, Tabor y Antoinette. Su atracción por las adolescentes se convierte en pederastia en una evolución semejante a David Berg (1919-1994), aunque sin el componente incestuoso de este, ni la promiscuidad que se vivía en la Familia. Es también típico de Estados Unidos que la condena de Tony a 175 años fue por llevar a menores de un estado a otro con “el propósito de tener una actividad sexual”, no por poligamia –ya que la legislación varía en estados como Utah, donde no es delito, la poligamia–.
La redada que hizo la policía en 2008 buscando pornografía infantil no encontró ninguna evidencia de ella, como en el caso de La Familia en España –las intervenciones policiales de hecho, que hubo en nuestro país, tanto a la cienciología como a los antes conocidos como Niños de Dios, han sido un completo desastre–. No pudieron encontrar a Alamo, ni hacer ninguna detención. Solo seis menores de los muchos que había allí pudieron ser llevados para interrogarles. Lo que te demuestra que no solo la vía legal, sino también policial, es incapaz de combatir a las sectas en una sociedad donde hay libertad religiosa. Los medios de comunicación, por otra parte, no han hecho de ello más que material sensacionalista para provocar escándalo. Y la denuncia de las víctimas suele ir acompañada de exageraciones y falsedades. El problema es más profundo de lo que parece, porque ¿cuándo una iglesia se convierte en secta?
En primer lugar, hay que distinguir entre sectas y actitudes sectarias. Es verdad que de muchas religiones han surgido sectas y algunas están incluso dentro de iglesias tan organizadas como la católica. Hay actitudes sectarias, sin embargo, dentro de cualquier iglesia o comunidad religiosa. En segundo lugar, tenemos que darnos cuenta de que hay muchas definiciones de secta según su origen (históricamente), su realidad actual (sociológicamente), su enseñanza (teológicamente) y su mentalidad (psicológicamente). No todos usan la palabra en el mismo sentido, incluso estos últimos años, la llamada antropología cultural ha estado desmitificando su supuesto peligro.
Tradicionalmente se ha hablado de la autoridad excesiva del líder, la enseñanza que se aparta de la Biblia y la falta de sentido crítico, pero todas estas son realidades que se dan en muchas iglesias que no consideraríamos sectas. No hay duda de que el aislamiento es un rasgo típicamente sectario, pero es una actitud que se da en individuos, así como en grupos, que desarrollan un exclusivismo basado en su orgullo doctrinal o sensación de superioridad ética, que los aleja de los demás. Psicológicamente, de hecho, demuestran así su inseguridad, más que su confianza. Así los líderes que son incapaces de aceptar críticas fomentan un “culto a la personalidad”, que hace que no solo los grupos religiosos, sino incluso los partidos políticos, se fragmenten una y otra vez, por la división entre sus líderes. Las iglesias, dice Pablo, deberían ser diferentes:
“No haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y parecer” (1 Corintios 1:10). La cuestión es cuál es esa misma mente. En el mundo se intenta establecer un “pensamiento único”, que imponen incluso minorías que buscan el reconocimiento de su identidad por una “cultura de la cancelación”. Ante ello, muchos se recluyen en sus “teorías conspiratorias” –como Alamo, que creía que todos los males venían del Vaticano–, pero Pablo se refiere a “la mente de Cristo” (2:16), no a la nuestra con nuestros prejuicios y sospechas.
[photo_footer]La condena de Tony Alamo a 175 años de cárcel fue por llevar a menores de un estado a otro con el propósito de tener una actividad sexual.[/photo_footer]
Como dice Van Baalen, “las sectas son las cuentas impagadas de la iglesia”. Si el avivamiento es la respuesta de Dios a una iglesia en crisis, la secta es la solución equivocada a unos problemas reales, que muestran la necesidad de una renovación espiritual. Si juzgáramos grupos como los de Tony Alamo y David Berg en sus orígenes, no hay duda de que al principio están llenos de vitalidad, jóvenes comprometidos con un estricto código ético, que ponen en evidencia el cinismo y la apatía de las iglesias institucionales. Tienen un claro sentido de propósito y dirección, que es tanto refrescante como admirable.
Los problemas, sin embargo, están ahí: abusos económicos, dirección manipuladora y hasta abusos sexuales. Si el movimiento evangélico ha crecido ante la decadencia de las iglesias tradicionales, muchos en vez de mostrar la libertad del Evangelio, lo que parece es que son esclavos de nuevos maestros y organizaciones que buscan su propio interés, sea de poder, dinero o sexo. Debemos, por tanto, examinar qué rasgos de nuestra iglesia son más sectarios que evangélicos. El pastor anglicano Stephen Wookey nos sugiere varias preguntas al final de su libro Cuando una iglesia se convierte en secta, que he unido en torno a tres aspectos fundamentales:
1- ¿Cómo se gobierna tu iglesia? En el Nuevo Testamento la autoridad es de Cristo Jesús, cabeza de la Iglesia (Efesios 5:23), pero ¿a quién responde la dirección de tu iglesia? ¿Hay un líder con una autoridad infalible? ¿Se puede estar en desacuerdo con él? (2 Corintios 7:2; Gálatas 1:8-9; 1 Pedro 5:2-5).
2- ¿Cómo se presenta tu iglesia? ¿Cuánto de exclusivo es tu grupo? ¿Hay un sentimiento elitista que desprecia a todas las iglesias y creyentes que no están en él? (2 Corintios 12:1-10; Santiago 2:1-7)
3- ¿Cómo crece tu iglesia? ¿Anunciando el Evangelio o una enseñanza engañosa que distorsiona la verdad bíblica? ¿Se corresponde su práctica a la moralidad cristiana? (2 Corintios 4:1-6; Gálatas 1:8-9; 1 Timoteo 4:16)
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