Mi pastor Alberto Araujo (IEE, calle Calatrava, Madrid) invitó a Blessitt en 1972. En la Plaza Mayor de Madrid la policía franquista reprimió con violencia a los evangélicos allí reunidos, entre ellos yo con mis padres.
Al final del verano, la vida sigue. Para muchos, a finales de los 60, “el sueño se había acabado”. Tras “el verano del amor”, la mayoría de los jóvenes dejan San Francisco, para regresar a su lugar de estudio o trabajo, pero otros buscan el calor del sur de California, donde estalla la “Revolución por Jesús” a comienzos de los 70. El movimiento se extiende ahora con inquietos pastores que se unen a jóvenes evangelistas "hippies” para llegar a esta generación. Todo comienza en el sur de California entre 1968 y 1969.
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Hay varios escenarios, pero la iniciativa es ahora de individuos, ya no de juntas de iglesias como en San Francisco. La acción ahora está entre las calles de Los Ángeles y la misión de Sunset Strip de Arthur Blessitt, el “café-bar” de la Compañía de la Sal en la Iglesia Presbiteriana de Hollywood de Don Williams y la Capilla Calvario de Chuck Smith en Costa Mesa. Todo ello junto a la ya inquietante presencia de la Familia Berg en el Club de la Luz de la playa de Huntingon o los Alamo en un restaurante abandonado en el desierto de Saugus, al lado del cañón donde se establece la Familia Manson.
Hay ya varios rasgos característicos. Por un lado es evidente que se trata de un movimiento evangélico. Se hace una interpretación literal de la Escritura, pero se añade ahora un fuerte énfasis en la experiencia pentecostal o carismática del don de lenguas, la profecía y “palabras de sabiduría”. Su origen contracultural hace que su pesimismo sea aún más radical que en la escatología popular dispensacional que impera en círculos evangélicos estadounidenses. Lo que sin embargo, les distingue de otros evangélicos es su aspecto marginal, lejos del ambiente tradicional burgués, que da a sus cultos una atmósfera casual, unida a una experiencia de vida comunitaria.
La estética cambiará el trabajo entre jóvenes de todas las iglesias. La música ya no volverá a ser la misma, pero tampoco su forma de vestir, hablar y relacionarse. Dan testimonio en la calle, pero es evangelismo personal a individuos. Ya no es la predicación al aire libre en una esquina o dar invitaciones para asistir a una “cruzada” o campaña de evangelización masiva. Son reuniones en locales que no parecen iglesias, donde no tienes que ir vestido especialmente para ello –algo que conocemos bien en el mundo latino, pero que en el ambiente tradicional protestante no es nada habitual–.
Al principio, todos estos esfuerzos misioneros no iban dirigidos a un tipo de juventud en particular. Van tomando ese carácter contracultural a medida que los pastores mayores dejan que sean jóvenes de aspecto “hippy”, los que atraigan a otros con su testimonio. Venían chicos de las iglesias, pero el ambiente no estaba determinado por ellos.
Aquellos pastores eran además, como esponjas que absorbieron enseguida, el modo de hablar y vestir de la calle, como hizo Philpott en San Francisco. Blessitt hablaba de “el viaje” (The Trip) y “colocarse” (Getting High) con Jesús, usando el lenguaje de la cultura de la droga. Hablaba de “echar” (dropping) los evangelios como si fuera LSD o “estar colgado” con Jesús, las veinticuatro horas del día, “alucinando”.
Nacido en pleno “cinturón bíblico sureño” de Greenville, Blessitt se crio entre bautistas del sur de Louisana. Estudió en la universidad bautista de Misisipi y llevó un ministerio para jóvenes en pequeñas iglesias bautistas de Brookhaven y Anaconda (Montana), antes de ir al seminario de Golden Gate en Mill Valley. Decepcionado con la “frialdad espiritual” y lo que él consideraba “archiliberalismo” de profesores y estudiantes, deja las clases de teología para comenzar un ministerio itinerante en torno a Elko (Nevada). Cuando llega al sur de California en 1967, intenta hacer “cruzadas avivamentalistas” tradicionales en un terreno de feria en San Bernardino, pero no tiene apenas, resultados. Es entonces cuando cree que el Señor le llama a los chicos de la calle.
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Blessitt con su familia en California[/photo_footer]
La misión en Sunset Strip comienza cuando va con su esposa Sherry a repartir tratados y sandwiches, junto a un pastor bautista de Nueva Orleans llamado Leo Humphrey. En su libro del año 71, “Conectando con Jesús” (Turned On To Jesus), cuenta como al principio iba con traje y corbata, pero los chicos huían despavoridos, creyendo que era un agente de la policía para narcóticos. Se fue dejando el pelo largo y adquirió una indumentaria más juvenil. Al principio no tenía más que una habitación de un motel destartalado en Sunset Boulevard, pero a mediados del 68 alquila un local comercial en el número 9109, entre bares, clubs nocturnos y garitos de “striptease”.
“Su Lugar” tenía una habitación a oscuras con luces de colores intermitentes. En la pared se proyectaban diapositivas y se oían mensajes del Evangelio, las veinticuatro horas del día. Se daba a beber el típico refresco americano concentrado conocido como Kool-Aid –trágicamente famoso por ser, supuestamente, el líquido en que se disolvió el veneno que mató a novecientas personas de la secta del Templo del Pueblo con Jim Jones en Guyana–, emparedados de crema de cacahuete y “bagels” del día anterior que les daba un panadero judío. La misión tenía su propio grupo de música, Eternal Rush.
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mediados del 68 alquila un local comercial en el número 9109,
en Sunset Boulevard[/photo_footer]
Unido al llamado de hacer la oración para recibir a Jesús, estaba “el servicio del baño”, que consistía en ir al váter, acompañado, para tirar toda la droga que uno llevara encima. Sus esfuerzos para mantener “limpio” el local no tenían siempre éxito, como la vez que alguien echo LSD en el refresco y todos hicieron un “viaje” inesperado. La droga no sólo era “yerba” o “ácido”, sino que generalmente eran anfetaminas, conocidas como “rojas”. Blessitt pone ese nombre a la pegatina que inventa con “Sonríe, Jesús te ama”. En su versión original iba acompañada de una cruz y el símbolo de la paz, junto a la dirección de “Su Lugar”. La gente acabó harta de verla en los semáforos, los postes de luz, señales de tráficos y puertas de todo local que les rodeaba.
No es extraño que se levantara todo un movimiento vecinal en contra de la misión. En la primavera del 69 parece que habían hecho cerrar ya una licorería y un club nocturno, o por lo menos de eso se ufanaba Blessitt. La policía empieza a pararles en la calle, entran en la misión y los dueños de los bares presionan al comisario y al dueño del local.
[photo_footer]Ambiente en la entrada de His Place (Su Lugar)
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Buscan un nuevo sitio, pero nadie quiere alquilárselo, cuando Blessitt recurre a una de sus particulares dramaturgias.
Levanta una cruz en la acera y se encadena a ella. Según decía, ayunó 28 días, atrayendo la atención de la prensa y la televisión local, hasta que un empresario judío le ofreció arrendar un local de su edificio en el 8428 de Sunset Boulevard. La idea de llevar una cruz, literalmente, le inspiró la iniciativa que comienza la navidad de 1969 y le lleva a recorrer también literalmente, todo el mundo.
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Alguno se preguntará de dónde viene mi fascinación por este movimiento. Yo soy de la generación de los 60. Así que era niño entonces, pero mi pastor, Don Alberto Araujo de la Iglesia Evangélica Española empezó a introducir elementos que rompían con la liturgia tradicional en la calle Calatrava de Madrid, hasta abrazar el movimiento carismático e invitar a Arthur Blessitt de su misión en el Sunset Strip de Los Ángeles a la Plaza Mayor de Madrid. Allí la policía franquista reprimió violentamente a los evangélicos que se habían reunido para escucharle en 1972, entre los que estaba yo con mis padres.
Nunca olvidaré la imagen de aquellas mujeres y niños de rodillas, orando y cantando himnos, mientras eran golpeados por agentes a píe y a caballo. Las furgonetas grises de la policía habían tomado la plaza y en unos instantes había “grises” por todos los lados, dando porrazos. Recuerdo especialmente a una señora tirada al suelo con la cabeza sangrando. Blessitt se aferraba a la enorme cruz que llevada por todas partes, mientras le golpeaban por todo el cuerpo, menos la cabeza. Él y Araujo fueron, literalmente, arrastrados a los calabozos de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol, para ser interrogados.
[photo_footer]La noticia del acto con el "hombre de la cruz" en la prensa madrileña(Su Lugar)
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Se organizó entonces, una velada de oración en la histórica iglesia protestante del castizo barrio de La Latina, donde predicaba Araujo y yo iba a la escuela dominical. Finalmente los pusieran en libertad esa noche, por intervención del cónsul estadounidense.
Araujo había estudiado teología en la tradición presbiteriana de la Iglesia de Escocia. Fue él quien tradujo a Blessitt en Plaza Mayor y en el culto a la mañana siguiente en un templo abarrotado. Yo lo escuché por los altavoces que había en el piso de arriba. Hacía ya tiempo que Don Alberto había empezado a prescindir de la toga, lo que no gustaba mucho –desde pequeño he observado que hay una curiosa relación entre el liberalismo teológico y el apego a la indumentaria clerical–. Recuerdo un domingo, sobre todo, que Don Alberto llamó a los niños para que se sentaran en los escalones de delante y con un ciclostil imprimió el famoso poster de “Se busca”, que el movimiento “hippy” popularizó con la imagen tradicional de Jesús como un forajido del Lejano Oeste.
Había una evidente excentricidad en personajes como Blessitt, pero también en mi pastor, capaces de hacer cualquier cosa en su “locura por el Reino”. Muchos sentimos ahora nostalgia de aquellos años de Renovación. Había algo espontáneo e impredecible que siempre te sorprendía, aunque también mucho caos e ingenuidad. Escuchaba estos días el testimonio de Philpott, otro hombre de corazón, que con el mismo entusiasmo abrazó la experiencia carismática, como lo rechazó diez años después. Dice en un momento de la entrevista que “el movimiento de Jesús no era limpio”. Lo que quería decir es que cuando muchos pastores se acercaban a él por curiosidad o intentaban utilizarlo, se veían “manchados” por él, no en el sentido de corrupción, sino de confusión.
Me han impresionado, sobre todo, las horas de grabación que he escuchado de Ted Wise con Larry Eskridge, para la tesis doctoral que ha publicado ahora la universidad de Oxford y sirven de base a estos artículos. Wise no es sólo el pionero en San Francisco, sino también uno de los más inteligentes y hábiles dirigentes que tuvo el movimiento en sus inicios. A diferencia de Philpott, Wise nunca aceptó la experiencia pentecostal. Se unió a finales de los 60 a una iglesia en la línea de los Hermanos, la Bíblica de Peninsula con Ray Steadman en Palo Alto –conocido por su predicación expositiva de toda la Biblia, como MacArthur, pero sin todas sus manías y prejuicios–. Te preguntas a dónde hubiera ido el movimiento si se hubieran librado, tanto del extremismo profético carismático como del legalismo fundamentalista conservador. De cualquier forma hubo un despertar espiritual genuino entre la juventud, así como muchas falsas conversiones.
Uno de los errores que observan, tanto Philpott como Wise, era su tendencia a separarse de las iglesias. Había un orgullo, dice Philpott, por el que ellos estaban en “el mover del Espíritu” y los otros no. Ahora lo ve como auténtica soberbia. Wise tiene una frase que me ha llamado mucho la atención. El no era un gran predicador, pero tenía mucha influencia en la gente. Podía como Philpott, haberse hecho un líder carismático, pero se dio cuenta que tenía sólo dos opciones: “O te unes a una iglesia, o te promueves a ti mismo”. A él le pareció mucho más saludable lo primero. A lo segundo se siguen dedicando muchos en el mundo evangélico, que está lleno de francotiradores, individuos llenos de sí mismos, a los que no faltan sueños e ilusiones, pero que confunden construir su propio imperio con el Reino de Dios… ¡Qué el Señor nos libre de ello!
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