Las historias de conversión que oímos en los testimonios evangélicos son muy diferentes a la realidad que nos muestra la historia de personas como las que iniciaron el Movimiento de la Gente de Jesús.
Partió con Jesús, Duane Pederson (1938-2022), una de las figuras claves del movimiento de la Gente de Jesús, al que dio nombre el periódico que fundó en 1967 –la Prensa Libre de Hollywood– imitando las publicaciones “underground” de la contracultura juvenil que estallaba en California ese mismo año. Su alta figura rubia con poncho y cazadora de flecos del Lejano Oeste aparece con la biblia en la mano en las concentraciones por la Revolución Espiritual y los primeros festivales de música de la Gente de Jesús en el Palladium de Hollywood.
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A finales de los años 60 el cristianismo evangélico no podía ser menos atractivo en la revolucionaria escena contracultural de la Costa Oeste de Estados Unidos. Los valores tradicionales de la familia americana habían entrado en crisis con la generalización del divorcio, que había cambiado las actitudes ante el matrimonio y el sexo. Aparece una cultura juvenil en los años 50, que se expresa con su propia música, moda y costumbres, que lleva a la ruptura con la iglesia de los pioneros del “rock´n´roll”. Lo que busca la generación del “baby-boom” de la posguerra es su “realización personal”.
Hasta la política conservadora se había vuelto “libertaria” con Goldwater. No olvidemos que fue Ronald Reagan quien firmó “la ley del aborto terapéutico”, siendo gobernador de California en 1967. El informe sociológico de Gallup muestra que “el típico joven americano de principios de los años 60 “muestra pocos síntomas de frustración” y “es poco improbable que se rebele o comprometa en cruzadas de ningún tipo”, ya que carece del “menor espíritu de aventura”. A lo que aspira es a “una pequeña casa de campo, un coche nuevo, un trabajo en una gran empresa y ver la televisión cada tarde, cuando sus sonrientes niños estén en la cama”.
La contracultura americana tiene sus orígenes en la bohemia artística del Village de Nueva York en los 50. El llamado movimiento beat era una reacción contra el conformismo y consumismo de la clase media de posguerra, que le lleva a romper con la carrera que busca el éxito en la educación y el trabajo, para seguir un estilo de vida más hedonista que favorezca la creatividad y las relaciones personales. Se abre a la experimentación en el sexo y las drogas, aprecia el folk y el jazz, así como prueba la espiritualidad oriental y esotérica.
[photo_footer]La generación beat se refugia a principio de los 60 en los cafés del Greenwich Village de Nueva York.[/photo_footer]
La generación beatnik se refugia a principio de los 60 en los cafés del Greenwich Village de Nueva York, pero no tarda en buscar En la carretera, con Kerouac, “el camino” para encontrarse a sí mismos. Poetas como Ginsberg o Ferlinghetti abandonan el frío invierno y el extremo calor neoyorquino para establecerse en la moderada temperatura del norte de California. Viven en el North Beach de San Francisco, entre burdeles portuarios y garitos de “striptease”. Allí están los bares que frecuentan los marineros, pero también todos los jóvenes que son alistados para la guerra en el Pacífico o en Corea, en los 50. Y los alquileres eran tan baratos como en el Village.
En la bahía de San Francisco hay un ambiente liberal que favorece la política radical en Berkeley y la experimentación con la droga o el sexo en las antiguas casas victorianas que hay todavía en el cruce de las calles de Haight y Ashbury. Es allí donde nace el movimiento hippy en 1967, cuando el LSD era todavía legal y aparece el “rock psicodélico”, con Grateful Dead y Jefferson Airplane. Años antes de que la revista Time constatara en su portada del verano de 1971, el regreso de la figura de Jesús entre “los hijos de las flores”, aparece ya un importante foco en San Francisco de jóvenes convertidos al cristianismo en la cultura beat. Son ellos, los primeros, que intentan llegar a los hippies con su fe en una misión en Haight-Ashbury en 1967.
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Pocas iglesias evangélicas tienen relación con este movimiento hasta 1971. Ese año hasta Billy Graham se identifica con ello, tras el número de la revista Time. Y al año siguiente, Campus Crusade (Agape) organiza incluso un festival en Dallas con 85.000 jóvenes (Explo 72), al estilo del movimiento de la Gente Jesús. Es el comienzo de la absorción de la Revolución por Jesús por el movimiento evangélico, pero también el inicio del cambio de estética y música en las iglesias tradicionales, por el que nada será lo mismo en el protestantismo conservador a partir de entonces.
[photo_footer]La Universidad de Oxford publicó en 2013 un nuevo estudio sobre El Movimiento de la Gente de Jesús en América por Larry Eskridge.[/photo_footer]
En el nuevo estudio que publicó la Universidad de Oxford en 2013 sobre El Movimiento de la Gente de Jesús en América (God´s Forever Family), Larry Eskridge establece los inicios de este fenómeno en la difícil relación que comienza en 1964 entre un matrimonio de la cultura beat, Liz y Ted Wise, con la Primera Iglesia Bautista de Mill Valley, al norte de San Francisco. Su pastor, John MacDonald, era un californiano que había estudiado en la promoción de 1943 con Billy Graham en Wheaton. Estudió teología reformada en el seminario de Westminster en Filadelfía y había acabado en el seminario bautista de Berkeley, antes de pastorear varias iglesias en el norte de California. A finales de 1964 empieza a asistir a la iglesia de Mill Valley, después de una noche de “ácido” (LSD), una mujer llamada Liz (Elizabeth), que había sido convertida de niña en un campamento bíblico cerca de Santa Cruz. Al acabar el culto, pidió en la iglesia que oraran por su marido Ted (Warren) Wise.
Liz y Ted vivían inmerso en el ambiente beat previo al Verano del amor de 1967. Interesados por el arte y la poesía, se conocen en la universidad de Sierra. Por la influencia de un profesor de literatura, llegan a vivir en la comuna de la calle O´Farrell de North Beach, donde van con frecuencia a comer Ginsberg y Ferlinghetti. Ted había estado con la Marina en el Pacifico, donde había probado la marihuana durante un permiso en Japón. Intrigado desde la adolescencia por la heroína, que vio en la película de Frank Sinatra El hombre del brazo de oro (1955), le gusta experimentar con todo tipo de drogas. El líder del grupo de música The Charlatans le proporciona hongos de todo tipos, mezcalina o peyote, sobre todo, pero por medio del poeta británico budista Alan Watts, intenta conseguir LSD. Cuando Liz comienza a ir a la Primera Iglesia Bautista de Mill Valley, Ted trabaja en la construcción de barcos y tiene relaciones con varias mujeres fuera del matrimonio, mientras que Liz se queda en casa, para cuidar de sus dos hijos.
Lo que ocurrió es que en uno de esos “malos viajes” que produce el LSD, Ted se vio como “una rata en el sótano del palacio de un príncipe”. Se da cuenta que es un mentiroso egoísta y empieza a leer el Nuevo Testamento, fascinado con Jesucristo, su afirmación de ser Dios y la necesidad de un nuevo nacimiento. Es así como una noche de verano de 1965, Liz y Ted llevan LSD a una fiesta en casa de un amigo en Berkeley, llamado Bobby Sands, donde están fumando la marihuana que ha traído de México, cuando Ted anuncia que ahora “Jesús es mi Señor”. En el viaje de vuelta, le “parece que el puente sobre la bahía se va a levantar” y escucha voces como de demonios diciéndole que huya. Hace una oración y le parece oír la voz de un ángel que le dice que deje de excusarse ante Dios y se calle. El resultado es que Ted está convencido que Dios le ha rescatado y le ordena que vaya a la iglesia la mañana siguiente con Liz. Al acabar el culto se levanta y dice que “Jesús es el Señor”, ante la consternación del pastor y la congregación, que se queda perpleja. Wise empezó a estudiar la Biblia con MacDonald para ser bautizado, pero sigue tomando LSD.
[photo_footer]Ted Wise apareció en la portada de la revista evangélica Christian Life en 1968 como cristiano psicodélico.[/photo_footer]
Como en la canción que hizo luego Larry Norman –entonces todavía adolescente, a una manzana de Height-Ashbury, pero que solía decir también que “aceptó a Jesús sin la ayuda del clero”–, se forma “un pequeño círculo de amigos” en torno a Ted Wise. Jim y Judy Doop asistían regularmente a la iglesia luterana, pero Jim dudaba incluso que Dios existiera y el matrimonio era uno de los primeros miembros de la Liga de Berkeley por el Sexo Libre. Jim había sido marine y en la Universidad de Grandview había conocido a Judy, que creció en una familia presbiteriana y había querido ser misionera. Llegaron a California en 1961, donde conocieron a los Wise.
Hablando de sus experiencias con el LSD, acabaron fumando marihuana, mientras escuchaban el Blonde On Blonde de Dylan, que acababa de salir, cuando Ted les contó su revelación de “la rata que vive en el sótano de su vida”. Tumbado en el suelo de la casa de los Wise, Doop reconoció que él también “era una rata”. Y “quizás había un Dios”. Sintió una paz y alivio en su pecho, pidiendo perdón a Dios y creyendo que él ahora era su hijo. Como Wise, Doop empezó a leer la Biblia y a decir a sus amigos que “Jesucristo es mi Señor”, mientras seguía fumando marihuana y tomando LSD.
Un amigo de infancia de Jim Doop era Steve Heefner. El había asistido a la escuela dominical y a campamentos cristianos, participando incluso en una campaña de Oral Roberts a finales de los 50. Estudió periodismo en la universidad de Drake, donde conoció a su esposa Sandi, una estudiante de sociología de Chicago que era de origen católico. Steve trabajaba en la radio. En su programa entrevistaba a personajes tan curiosos como el fundador de la Iglesia de Satanás (Anton LaVey), el promotor de LSD y autor de Alguien voló sobre el nido del cuco (Ken Kesey) y gurús de la “psicodelia”, como Timothy Leary o Richard Alpert. Trataba con grupos de música como Grateful Dead o Quicksilver Messenger Service, bailaba con Joan Baez, hablaba con Brian Jones de los Rolling Stones y tenía bastante amistad con Janis Joplin y Jimmy Hendrix. Intrigado por lo que decía Wise de la Biblia, Heefner comenzó a estudiar la Escritura con él. Lo extraño es que nuevamente, Wise, acepta acompañarle en su primera experiencia con el “ácido”. Y justo después, tiene otra experiencia de “iluminación” similar a los otros.
El cuarto matrimonio que forma el grupo de Wise es el de Dan y Sandy Sands. Se conocen en la Universidad de Sierra. Dan había estado también en la marina, pero se introduce en los círculos beat por su interés en la poesía de Ginsberg y Ferlinghetti. Conoce la marihuana por Ted, que no comparte su interés por la política radical. Dan y Sandi habían formado parte de una comuna pacifista y tenían dos hijos. Vivían en un barrio pobre de Berkeley, mayoritariamente negro, donde Dan trabajaba de pintor, cuando no se dedicaba a robar o traficar con droga. Después de una larga conversación nocturna a finales de 1967, acelerados por las anfetaminas, hace a “Jesús, su Señor y Salvador”. A estas alturas se preguntarán qué tiene que ver un grupo así, con la “tradición de santidad” bíblica del cristianismo evangélico. ¡No se impacienten! Estamos todavía al principio de esta historia…
[photo_footer]Ted Wise, Steve Heefner y Jim Doop en Haight (de izquierda a derecha) en 1967.[/photo_footer]
En 1967 Ted y Liz son ya miembros de la Primera Iglesia Bautista de Mill Valley, aunque asisten al famoso encuentro de las “tribus” del “Human Be-In”, en el parque de Golden Gate, el 14 de enero. No tomaron “ácido”, pero sí fumaron de la marihuana que circulaba de unos a otros. Doop también estuvo allí y recuerda que escuchando a Grateful Dead “esperaba que Cristo volviera en cualquier momento”. Se sentía “cerca del cielo” con Jefferson Airplane. Fue ese año del “verano del amor” que decidieron formar una “comuna cristiana”, basada en el segundo capítulo de Hechos. La más reticente era Sandy Heefner. Ted Wise había perdido su trabajo por hablar constantemente de Jesús y a Steve Heefner le habían echado de la radio por citar todo el tiempo la Biblia, que mezclaba con canciones de los Beatles o Jefferson Airplane, pero encontró trabajo en la radio de la competencia, cuyo sueldo iba a mantener a la comunidad por un tiempo.
Aquel verano las mujeres ayudaron en la escuela bíblica de vacaciones de la iglesia bautista, mientras Wise proponía a MacDonald abrir una misión en Haight. El grupo artístico-anarquista de los Diggers había estado distribuyendo comida y dando alojamiento a muchos de los 75.000 jóvenes que fueron ese verano a San Francisco, pero tenían un problema con las autoridades sanitarias, que estaban cerrando sus centros. Wise pensó que era el momento ideal para llegar a los hippies y le pidió ayuda al pastor MacDonald. Como los diáconos no estaban por la labor, le dejó hablar en una reunión entre semana a la congregación. Les mostró ejemplares de las principales publicaciones de la “prensa underground” (Oracle y Berkeley Barb) a la vez que les ponía discos de Bob Dylan. La conservadora congregación de clase media estaba estupefacta.
MacDonald se dio cuenta que Wise estaba “muy lejos de ser un cristiano maduro”. No parece que supiera que todavía tomaban drogas, pero percibía que no entendía lo que era “la vida cristiana”. Sin embargo, el pastor sentía que Dios le estaba diciendo algo por medio de él. Fue una tarde con Ted a Haight, donde le impresionó profundamente el estado en que estaba la juventud. Y decidió llamar a varios evangélicos que estuvieran abiertos a un proyecto tan arriesgado como el de abrir una misión en pleno Haight-Ashbury a finales del “verano del amor”. MacDonald consiguió el apoyo de un antiguo compañero de Wheaton, John Strater, que era pastor de la Primera Iglesia Bautista de San Francisco, así como del director de una radio familiar evangélica, un abogado cristiano y un veterano encargado de misiones urbanas
[photo_footer]Ted y Liz vivían en San Francisco el ambiente previo al Verano del Amor en 1967.[/photo_footer]
En el siguiente artículo veremos lo que pasó en Haight, “el verano del amor”, pero es ya el momento de sacar algunas conclusiones del origen de todo ello. Lo primero que te preguntas es si alguien como MacDonald sabía realmente lo que hacían Wise y sus amigos. El abismo generacional que hay entre la generación de los 50 y los jóvenes de los 60 te hace dudarlo. Todavía hoy sospecho que los padres sepan realmente lo que hacen sus hijos. Si lo viéramos con la perspectiva que da la honestidad que viene con los años, nos llevaríamos sorpresas. El cristianismo tradicional es básicamente una religión de domingo, que para muchos tiene muy poco que ver con lo que hacen el resto de la semana.
Por otra parte, cabe preguntarse, al ser personas totalmente fuera del ámbito de la iglesia, si eran conscientes de la contradicción que suponía el “uso recreativo” de la droga con la fe que ahora profesaban. Es evidente que leían la Biblia, pero ¿eran capaces de entender que el cuerpo, como “templo del Espíritu de Dios” (1 Corintios 6:19) era maltratado de esa forma? La Iglesia ha entendido eso de forma diferente en cuanto al uso del tabaco y el alcohol a lo largo de los siglos en diferentes momentos y lugares. Y si todavía no te has dado cuenta de ello, me temo que es que no has viajado lo suficiente.
La cuestión de fondo, sin embargo, es cuánto de radical ha de ser la conversión. Es evidente que en el capítulo de 1 Corintios 6 hay una clara ruptura con el pecado. “Esto erais algunos”, dice el apóstol tras mencionar una larga serie de vicios y malas costumbres (vv. 9-10). A lo que añade: “Mas ya habéis sido lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesús por el Espíritu de nuestro Dios” (v. 11). ¿Qué significa esto? “Que los injustos no heredarán el reino de Dios”. Y ¿cómo se ve, entonces, esa justicia en la vida del pecador lavador, justificado y santificado?
Si “somos salvos por gracia”, el apóstol se pregunta en Romanos 6 si “perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde” (v. 1). La respuesta no puede ser más contundente: “En ninguna manera” (v. 2). Es por la fe que el pecador es justificado, no por obras (Romanos 3:20; Gálatas 2:16), pero la fe no es sin obras (Santiago 2:14). La cuestión que se preguntan predicadores como Wesley en la “tradición de santidad” es cuánto pecado puede haber en el creyente para que siga siendo realmente salvo. La conclusión del “perfeccionismo” es que solo un pecado que no sea deliberado, o sea algo inconsciente. A lo que responden maestros como el ahora centenario Warfield y Packer, en la tradición de Agustín, que el pecado contamina toda nuestra vida. No se puede decir que el cristiano esté libre de pecado. Esto es lo que enseña “la depravación total” de los reformadores, como dice Stott.
Me pregunto si un pastor como MacDonald, formado en la tradición bautista reformada, no pensaba quizás en la línea de Lloyd-Jones, que hay un progreso también en la santidad, por la que el cristiano no cambia radicalmente de un día para otro. El Doctor que tanto influyó en el movimiento evangélico de posguerra interpretaba así Romanos 7. No era la descripción de un cristiano, ni de un no cristiano, sino algo entre medio. Su postura sigue siendo tremendamente impopular, pero creo que parte de la experiencia de que la conversión no es siempre algo radical de un momento a otro. El veía eso en hombres como el predicador bautista Bunyan, cuya conversión tiene una especie de arrepentimiento preparatorio. Los puritanos discutieron mucho sobre eso y también los presbiterianos escoceses en la “controversia de Marrow”.
Lo cierto es que las historias de conversión que oímos en los testimonios evangélicos son muy diferentes a la realidad que nos muestra la historia de personas como las que iniciaron el Movimiento de la Gente de Jesús. Sus vidas no cambiaron totalmente de un día para otro. No es así como queremos pensar en nuestra conversión la mayoría de los cristianos, pero confundimos a menudo la fantasía con la realidad. Muchos de los problemas que veremos en esta serie tienen que ver con el conflicto entre la “mundanalidad” y la “super-espiritualidad” de la que hablaba Schaeffer. La lectura del librito que publicó Grau sobre ese tema –escrito en aquella época, que Franky ha dicho que iba con su padre a los conciertos de Grateful Dead, donde la marihuana circulaba de uno a otro– me resultó esclarecedor por ese aspecto de evasión que tiene siempre el cristianismo evangélico contemporáneo.
De entrada en este primer artículo, he querido mostrar que la Revolución por Jesús no tiene nada que ver con los movimientos de rehabilitación que empiezan con David Wilkerson en el Nueva York de los años 50. Su “Desafío Juvenil”, como los centros que nacieron en España en los años 80, se caracterizan por una radicalidad que no tenía la Gente de Jesús” al principio. Como veremos, el propio Wilkerson fue a San Francisco a enfrentarse con sus dirigentes, al oír que todavía seguían tomando drogas, no se habían cortado el pelo y vestían como hippies. Para un pentecostal clásico como Wilkerson, una cosa era consecuencia de la otra. No podía haber santidad con ese aspecto.
Lo que está claro es que Dios estaba haciendo algo fuera del ámbito de la religión tradicional. Las extrañas experiencias de aquellos jóvenes con la droga muestran que no podemos escapar de Dios. Aunque piense que “las tinieblas me encubrirán, aun la noche resplandecerá alrededor de mí” (Salmo 139:11). Si a algunos ha hablado en sueños, ¿por qué no a otros incluso en “malos viajes” con LSD? Si creemos con MacDonald que Dios es soberano, nos habla de muchos modos y maneras, pero especialmente por la Biblia, como entendieron rápidamente aquellos jóvenes. Acabo con unas frases del pastor sobre Wise, que me parecen muy significativas de lo genuino de su experiencia: “La Biblia era algo nuevo para él. Cuando la leía, aceptaba todo lo que decía. No se resistía. Lo que era más refrescante es que estaba dispuesto a hacer lo que Dios estaba pidiendo de él.” Me pregunto si yo leo así la Biblia.
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