En este artículo voy a intentar dar algún tipo de respuesta a una de las preguntas que más nos incomodan y a la vez, sorprendentemente, la que más hace necesaria la existencia de Dios. Por Andrés Díaz-Pinto.
Todo el mundo relaciona a Dios con el amor. Desde bien pequeños hemos oído, escuchado y de alguna manera comprendido que Dios es amor. Algunos lo habrán asimilado más que otros, pero en términos generales es el atributo que más se da a conocer del Dios del cristianismo. Este atributo de Dios se da a entender y se puede comprender por un par de razones muy básicas: la primera, porque Él nos ha creado, y la segunda es porque Él se hizo hombre y murió por nosotros en una cruz. Una vez asimiladas estas ideas consciente o inconscientemente, generan una confrontación interna en nosotros cuando vemos cómo el mal abunda por doquier.
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El periodista y autor de best-sellers Lee Strobel hizo una extensa encuesta junto con George Barna con la siguiente pregunta: “Si pudieras, ¿qué le preguntarías a Dios?” La respuesta más pronunciada por los encuestados era sobre por qué Dios permite el mal. [1]
No es un secreto que todos nos hacernos esta pregunta: ¿por qué Dios permite el mal? William Lane Craig determina: “El problema del mal es sin duda el mayor obstáculo para creer en la existencia de Dios”. [2]
En este artículo voy a intentar dar algún tipo de respuesta a una de las preguntas que más nos incomodan y a la vez, sorprendentemente, la que más hace necesaria la existencia de Dios.
Los ateos justifican la imposibilidad de que un buen Dios exista habiendo tanta maldad en este mundo. Por otra parte, para los teístas la maldad puede convivir con un Dios de bondad.
Sin embargo hay una intuición generalizada que dice: si el mal existe, Dios no puede existir, y si Dios existe el mal no puede existir. [4] Son como dos puntos contrapuestos, los cuales parecen no poder coexistir. Sería como querer mezclar a la vez frío con calor, o como bien nos vienen a explicar los ateos, el bien con el mal.
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El famoso autor ateo Mackie lo expresa de la siguiente manera:
“1. Dios es omnipotente; 2. Dios es omnisciente; 3. Dios es perfectamente bueno; 4. El mal existe. Esto es una contradicción y forma una lógica inconsistente”. [5]
Los ateos afirman que es una lógica inconsistente porque las premisas 1 a 4 se contradicen de diferentes maneras. Si Dios es omnipotente, podría prevenir todo el mal; si Dios es omnisciente, sabría de todo el mal y podría eliminarlo; y si Dios es bueno, querría prevenir todo el mal. Es decir, si el Dios cristiano existiera, no podría existir la maldad ni el sufrimiento. El mal y el sufrimiento existen, por tanto Dios no existe.
Sin embargo, según William Craig Lane, “mientras sea posible que Dios tenga razones moralmente suficientes para permitir el mal, se deduce que Dios y el mal son lógicamente consistentes” [6]. Dios puede tener motivos y razones para permitir el mal y el sufrimiento en este mundo, de esta manera podríamos decir que la conclusión de 4 es ilógica y habla de una realidad latente en nuestra vida diaria. Podríamos argumentarlo de la siguiente manera: si Dios permite el mal es porque moralmente tiene argumentos válidos para permitir la maldad dentro de su propia creación. La dificultad es si Dios nos quiere revelar esos motivos.
Dios permite el mal como ser omnisciente y omnipotente porque quiere alcanzar un bien que sobrepasa el mal permitido. La respuesta más satisfactoria a esta cuestión sobre los motivos que Dios tendría para permitir, la ha desarrollado en los últimos años el filósofo Alvin Plantinga utilizando la justificación del libre albedrío.
[destacate]Si Dios permite el mal es porque moralmente tiene argumentos válidos para permitir la maldad dentro de su propia creación.[/destacate]Plantinga afirma que Dios permite que existan males que son de menor valor que el bien que se consigue permitiendo estos males. Si Dios tuviera que eliminar el mal, eliminaría a la misma vez este bien mayor. Tanto uno como el otro están relacionados. Un ejemplo cotidiano podría ser la vacunación de la Covid-19. A muchas personas no les gusta ser vacunados, por el miedo a las agujas, la intolerancia al dolor y muchos más factores que pueden haber. Sin embargo la vacunación es un mal menor (dolor, miedo a los posibles efectos secundarios) que nos ofrece un bien mayor, la protección contra la Covid. [7]
A su vez, Plantinga destaca el libre albedrío “libertario” para argumentar que no somos robots, que no hay un determinismo causal. La razón de esto es que tenemos una perspectiva moral y nuestras acciones están basadas en esto. En cuanto podemos actuar para hacer e lbien o el mal, no existe el determinismo y no somos como autómatas, tomamos decisiones y elecciones libres constantemente a lo largo de nuestra vida.[8] Si un robot realiza un buen acto no merecería ningún tipo de elogio porque estaría programado para hacer tal función. Si una persona actualiza un buen acto es digno de elogio porque esta misma persona puede cometer un mal acto. Por tanto las personas que hacen buenos actos pueden ser elogiadas, mientras que de lo contrario, si hacen malos actos pueden ser castigadas o juzgadas. De esta manera, Dios habría diseñado un mundo con las siguientes premisas: un mundo basado en el libre albedrío moralmente significativo, donde Dios no determina causalmente lo que eligen las personas, si hacer el bien o el mal, y por tanto existe sufrimiento y maldad.
Entendemos que Dios podría haber creado un mundo bajo diferentes premisas: un mundo donde Dios crea personas con libre albedrío moralmente significativo y a la vez Dios determina que estas personas elijan hacer siempre el bien y eviten hacer el mal. Entonces no existiría la maldad ni el sufrimiento.
Plantinga dice que este argumento no es coherente. Las premisas de que Dios crea a personas con libre albedrío moralmente significativo y estas evitan siempre hacer el mal, son lógicamente inconsistentes. [9] En este punto la gente no podría hacer cosas moralmente malas si quisieran. Esto nos lleva a concluir que no existiría el libre albedrío moralmente significativo, puesto que las personas no elegirían de forma libre e incondicional. El filósofo Nick Trakakis lo afirma de la siguiente forma: “El libre albedrío procede a explicar la existencia del mal moral como consecuencia del mal uso de nuestra libertad”. [10] Esto significaría que la existencia del mal moral recae sobre nosotros, no sobre Dios. Llegados a esta cuestión, nos podríamos preguntar: ¿pero qué pasa con el cáncer, los terremotos, etc.?
Destacamos por ahora dos tipos de males. El mal moral, que es la maldad o el sufrimiento que resulta de las elecciones inmorales de criaturas libres, y el mal natural, que es la maldad o sufrimiento que resulta de las operaciones de la naturaleza o de la naturaleza torcida. Dentro del mal natural se incluyen terremotos, muertes prematuras, enfermedades neonatales, etc. ¿Se relaciona el libre albedrío moralmente significativo con la explicación del mal natural? Plantinga contesta a esta pregunta afirmando que sí existe relación, y lo hace con la siguiente premisa: “Dios permitió que el mal natural entrara en el mundo como parte del castigo de Adán y Eva por su pecado en el Jardín del Edén”. [11] En otras palabras, diríamos que el mal natural nace en consecuencia del mal moral. Debido a que el mal moral entra dentro del libre albedrío del hombre, este trajo consigo el mal natural.
Si nos fijamos detenidamente en el relato del Génesis 2, se nos describe que el jardín del Edén es como una especie de comuna pacífica e incluso puede que vegetariana. No existe ningún mal en dicho lugar, ni el moral ni el natural. A partir del uso del libre albedrío y las elecciones libres de Adán y Eva estos toman una decisión y trae consigo diferentes males, el moral y el natural. [12]
A lo largo de este artículo he intentado dar respuesta a la pregunta sobre por qué Dios permite el mal. El tipo de respuesta utilizada es de aspecto lógico, pero existe una respuesta emocional también. Dios sería el único en comprender, entender y consolar ese mal que uno puede sufrir. ¿Quién mejor puede atender el sufrimiento que padeces si no es tu propio creador que se hace creación? Dios permite el mal porque nosotros hemos buscado y decidido hacer el mal. De la misma manera que podemos hacer el mal, podemos hacer justamente lo contrario, el bien. Podemos sufrir y podemos amar. En cuanto sufrimos y sentimos dolor, anhelamos y deseamos sentir lo opuesto, amor y alegría. Aspirar a un mundo sin dolor sería como querer tener un mundo sin amor. ¿Estarías dispuesto a ello? El libre albedrío nos ofrece una infinidad de elecciones y caminos a tomar. Sé consciente de las consecuencias de cada camino, porque tanto el bien y el mal pueden formar parte de tu camino.
Andrés Díaz-Pinto está acabando el grado en Teología de la Facultad Internacional IBSTE.
'Razones de la fe' es una sección impulsada desde la asignatura de Apologética que se imparte en la Facultad Internacional de Teología IBSTE.
Notas
[1] James R. Beebe, «Logical problem of evil», s.p.
[2] William Lane Craig, «The problem of evil» s.p.
[3] Íbid.
[4] Íbid.
[5] James R. Beebe, «Logical problem of evil» s.p.
[6] William Lane Craig, «The problem of evil» s.p.
[7] Caroline West, «The problem of Evil» s.p.
[8] James R. Beebe, «Logical problem of evil» s.p.
[9] Íbid.
[10] Nick Trakakis, «The evidential problem of Evil», s.p.
[11] James R. Beebe, «Logical problem of evil», s.p.
[12] Íbid.
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