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¿Es el hambre un arma legítima en la guerra?

Algunos países, especialmente en África, dependen del grano de Ucrania. Hay que tomar medidas urgentes para evitar las consecuencias catastróficas de la guerra en Europa.

ACTUALIDAD AUTOR 953/Johannes_Reimer TRADUCTOR Rosa Gubianas 11 DE JULIO DE 2022 11:00 h
Imagen de [link]Meriç Tuna[/link], Unsplash.

Las sanciones provocan hambre



Rusia invadió Ucrania, lo que provocó que el mundo contraatacara económicamente sancionando a la economía rusa y a la élite presidencial en torno a Vladimir Putin. Casi 1.000 empresas importantes de todo el mundo redujeron sus actividades o incluso dejaron por completo de tratar con Rusia.[1] 



A su vez, Rusia bloqueó su entrega de grano y cerró el puerto ucraniano de Odessa, la principal terminal de envío de grano del país. Los efectos en la economía rusa, así como en la mundial, son enormes.



Las sanciones, por lo que parece, provocarán un gran problema de hambre en el mundo. Juntos, “Ucrania y Rusia representan el 30% de las exportaciones mundiales de trigo, el 20% de las de maíz y el 76% de las de girasol, por lo que cualquier interrupción de la producción o el suministro podría hacer subir los precios. Además, las sanciones sobre el petróleo y el gas de Rusia harán subir inevitablemente los costos de la energía, limitando el acceso a los alimentos de algunas de las personas más vulnerables del mundo, muchas de las cuales ya se enfrentan a una inflación muy elevada”, afirma el Programa Mundial de Alimentos.[2]



Según las Naciones Unidas: “Con los puertos ucranianos cerrados y los acuerdos de los cereales rusos en pausa debido a las sanciones, 13,5 millones de toneladas de trigo y 16 millones de toneladas de maíz están actualmente congelados en Rusia y Ucrania. Los efectos de esta situación se dejarán sentir especialmente en Afganistán, Etiopía y Siria, países todos ellos vulnerables a cualquier bloqueo de las importaciones de trigo y que ya se están tambaleando por las consecuencias combinadas del conflicto, el cambio climático, la Covid-19 y el aumento de los costes”.[3]



Algunos países, especialmente en África, dependen completamente del grano ucraniano. Los expertos advierten de una ola de hambre sin precedentes que ya afecta a países como Etiopía, Eritrea y Siria, entre otros. Hay que tomar medidas urgentes para evitar la plaga catastrófica. Algunos estiman que el número de personas que podrían morir de hambre fuera de Ucrania es varias veces superior al de las víctimas de la guerra en la propia Ucrania.



“Rusia juega al hambre con el mundo bloqueando las exportaciones de alimentos ucranianos con una mano e intentando echar la culpa a Ucrania con la otra”, asevera el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmitry Kuleba[4]. La pregunta es: ¿están permitidos estos “juegos” en una situación de guerra? ¿Está Rusia, la iniciadora de la guerra, legitimada por las leyes de guerra internacionales para responder a las sanciones económicas contra su propio país y su economía poniendo en peligro a millones de personas inocentes en varios países para que se mueran de hambre? El presidente Putin sigue insistiendo en que son las sanciones occidentales contra Rusia las que causan la situación de hambre. Y, lamentablemente, tiene parte de razón.



Las sanciones; el arma económica se hace global



Las sanciones en una situación de guerra se plantearon originalmente para ejercer presión sobre una nación que iniciaba una agresión contra otra. El presidente estadounidense Woodrow Wilson describió las sanciones como “algo más tremendo que la guerra”: la amenaza era “un aislamiento absoluto... que hace entrar en razón a una nación del mismo modo que la asfixia elimina del individuo toda inclinación a luchar...”. Aplicad este remedio económico, pacífico, silencioso y mortífero y no habrá necesidad de la fuerza. Es un remedio terrible. No cuesta una vida fuera de la nación boicoteada, pero ejerce una presión sobre esa nación que, a mi juicio, ningún país  moderno podría resistir”.[5]



Las sanciones, tal y como las describió Wilson, se denominaron “arma económica”. Wilson vio claramente el enorme poder destructivo de las sanciones. Sostenía que si “los hombres reflexivos han... pensado, y han pensado de verdad, que la guerra es bárbara,... el boicot es un instrumento de guerra infinitamente más terrible”.[6]



Las sanciones, en el sentido más pacífico de esa afirmación, podrían ser un paso de defensa, un intento de expresar un desacuerdo con una forma violenta de redimir el mal con el mal, pero buscando una forma razonable de desescalar mostrando que hay otras formas que matar a los civiles. La historia, sin embargo, muestra que este enfoque no violento tristemente se busca poco.



Utilizadas en la primera y segunda guerra mundial, demostraron ser un arma potente, capaz de poner de rodillas al enemigo, pero también causaron una profunda devastación económica. Incluso en tiempos de paz, las sanciones perjudicaron más a los civiles que a la élite de un determinado Estado sancionado[7]. Claro que, en teoría, los efectos de las sanciones podrían limitarse más o menos a la nación concreta y a su alias.



La guerra de Rusia en Ucrania aporta una dimensión diferente al arma económica que el mundo occidental utiliza contra Rusia y Rusia, a su vez, contra Occidente: amplía los efectos mortales a todo el mundo, intensificando aún más la división entre “los que tienen y los que no tienen”. Las sanciones sobre el petróleo y el gas ya han agitado muchos mercados en Europa y en el mundo. Pero la crisis de los cereales causará un daño sin precedentes a los más pobres entre los pobres, que dependen del grano de Ucrania y de Rusia. Si no ocurre nada más, millones de personas inocentes en África, Oriente Medio o Afganistán morirán de hambre. Entre ellos, millones de niños.



El arma económica diseñada para ejercer presión sobre un determinado agresor se globaliza. El mundo globalizado, que antes era útil, se ha vuelto peligrosamente interdependiente, lo que se ha hecho evidente con la pandemia mundial de la Covid-19.



Los conflictos locales se convierten en catástrofes globales y hacen que los vulnerables y los que sufren el apremio se vean más perjudicados, aunque no hayan contribuido en absoluto al conflicto. Cabe preguntarse si las sanciones siguen siendo moralmente justificables en un mundo globalizado como el del siglo XXI. Y si no es así, ¿hay mejores formas de presionar a un determinado agresor, como la Rusia de Putin?



¿Son las sanciones un arma moralmente justificable?



Los defensores de las sanciones argumentan que las sanciones económicas dejan sin recursos financieros al agresor, lo que limita el poder militar y debilita la agresión. Se entiende que una gran parte de la sociedad civil de esta nación también sufre, incluyendo la intención de aumentar una presión interna contra el belicismo. Esto a menudo se da por sentado.



Pero, ¿qué pasa con el hambre colateral que sigue a una guerra en países alejados de las partes en guerra? En un mundo altamente globalizado, las cadenas de suministro mundiales interrumpidas por una guerra en una región, pueden causar un desastre en otra. ¿Cómo se pueden evitar estos desastres colaterales? ¿Es aceptable utilizar las sanciones como arma en esta situación? El mundo seguramente no aceptaría un bombardeo colateral de un tercer país como instrumento legítimo de guerra. Las sanciones son incluso más peligrosas que esas bombas. ¿Por qué entonces aceptamos las sanciones y al mismo tiempo evitamos cualquier expansión global de la guerra?



Tenemos que reescribir los documentos de la ONU sobre la ley de la guerra nombrando restricciones claras al uso de las sanciones y definiendo formas de superar las cadenas de suministro de alimentos peligrosamente débiles. Hay que preguntarse si los artífices y ejecutores de estas políticas se benefician a cambio de las sanciones poniéndolos en un cuestionable estatus “benévolo” de convertirse en salvadores de los pobres actuando contra la violencia, pero en lugar de salvar a los perjudicados, incluso anteponen sus propias economías.



La situación actual impide a Rusia y Ucrania ofrecer alimentos a los hambrientos, debido a las numerosas sanciones. Cabría esperar que Rusia abandonara su bloqueo de Odessa y permitiera el envío de grano bajo los auspicios de la ONU. Los corredores humanitarios son una práctica común en la guerra para salvar vidas de civiles. ¿Por qué no en términos de presiones económicas?



Proponer una salida



La Alianza Evangélica Mundial se ve a sí misma como mediadora entre las líneas del frente y está especialmente interesada en evitar un desastre humanitario o incluso una hambruna más allá del campo de guerra real. Si se le pide, la Alianza podría organizar y asegurar corredores humanitarios para el suministro de alimentos desde Ucrania y Rusia junto con otros actores mundiales como la Cruz Roja, el Programa Mundial de Alimentos y la ONU.



 



Johannes Reimer es profesor de Estudios Misioneros y Teología Intercultural en la Universidad de Sudáfrica y Director del Departamento de Compromiso Público de la Alianza Evangélica Mundial (AEM).



 



Notas



[1] Ver la lista en: "Casi 1.000 empresas han reducido sus operaciones en Rusia, pero algunas permanecen". (New Heaven: Yale School of Management, 3 de junio de 2022). Fuente (4.06.2022).



[2] Fuente. (4.06.2022).



[3] Fuente. (4.06.2022).



[4] Citado después: Patrick Goodenough: Ukraine Accuses Russia of Playing 'Hunger Games' [Ucrania acusa a Rusia de jugar a los "Juegos del Hambre”] by Blocking Grain Shipments, CNSNews, 2. June, 2022. Digital.



[5] Woodrow Wilson: Woodrow Wilson's Case for the League of Nations [Los argumentos de Woodrow Wilson a favor de la Sociedad de Naciones] (Princeton, NJ: Princeton University Press 1923), 67, 69, 71.



[6] Ibid, 71-72. 



[7] Ver los efectos de las sanciones a lo largo de la historia. Nicolas Mulder: The Economic Weapon: The Rise of Sanctions as a Tool of Modern War. [El arma económica: el auge de las sanciones como herramienta de la guerra moderna.] (New Heaven: Yale University Press 2022).


 

 


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COMENTARIOS

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Óscar Margenet Nadal Óscar
20/07/2022
12:33 h
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Este es un sesudo análisis del tremendo pecado humano que es la guerra, por la guerra misma. Vivimos en un mundo dominado por los perversos que embolsan millones fabricando armas y provocan hostilidades para venderlas. Cuando se carece de la capacidad de mediar para resolver por medios pacíficos los conflictos entre países, cualquier resolución - sea de la ONU o de otra organización - solo agravará el problema. Los hijos de Dios que se involucren en la mediación deben cuidarse de improvisar.
 



 
 
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