En 1982, Phan Thi Kim Phúc creyó en Jesucristo, recibiendo el Evangelio. Pidió perdón por sus pecados y rogó a Dios que pudiera perdonar incluso a los que lanzaron la bomba.
Hace medio siglo, una foto de una niña víctima del napalm, que hoy no podría siquiera publicarse por “políticamente incorrecta”, acabó con la guerra del Vietnam. Ella no está en contra de la difusión de la foto –aunque ahora no se pueda mostrar a un menor desnudo–, ni las que muestran los efectos en su piel hoy, pero lo que realmente le interesa es hablar de la fe cristiana que encontró tras su conversión y el mensaje de perdón que sigue trayendo a este mundo en guerra.
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Para los que crecimos durante la guerra del Vietnam, sus imágenes nos evocan el horror. Si has conocido a veteranos de Nam –yo he tratado hasta con misioneros que estuvieron allí en ese último reclutamiento obligatorio–, habrás observado que son particularmente reticentes a hablar sobre el tema. Estos hombres vivieron la deshonra del regreso a una nación horrorizada por las noticias de las brutalidades cometidas en masacres como la de My Lai, donde mujeres indefensas fueron disparadas con sus bebés, después de ser violadas.
No ha habido protestas como aquellas, desde entonces. La sociedad norteamericana se dividió con la guerra del Vietnam, de tal modo que nada volvió a ser lo mismo. El impacto de la guerra llegó a todo el mundo, no solo por las noticias, sino también la música y el cine, que han hecho de su nombre sinónimo del horror de El corazón de las tinieblas, de Conrad, evocado por Coppola en Apocalypse Now. Recuerdo la impresión que me produjo su estreno en un cine de la Gran Vía de Madrid desde las primeras imágenes de la jungla entre bombas de napalm con la torturada voz de Jim Morrison anunciando la llegada de “El fin” con el The End de los Doors.
Los orígenes de esta guerra son particularmente complejos. Hay que ir hasta 1858, la ocupación francesa y las señales de advertencia que Estados Unidos debía haber captado. Cuando los franceses salieron de su antigua colonia en Indochina, derrotados en la batalla de Dien Bien Fu, en 1954, se firmó un armisticio que dividió Vietnam en dos partes. Camboya y Laos fueron declarados independientes, mientras Francia deja que Estados Unidos intervenga en la más larga guerra, pero también la más impopular que ha tenido nunca, fuera de sus fronteras.
Al principio del conflicto, los americanos lo veían como una prolongación de “la guerra fría”, que había llevado a la guerra de Corea en los 50. Según la “teoría del dominó” del general McArthur, lo que al principio no era más que una confrontación civil se había convertido en una amenaza mundial. La idea era que, si un país asiático caía en manos comunistas, arrastraría a las naciones alrededor, como fichas de dominó. Tras enviar consejeros militares, Kennedy entra oficialmente en la guerra en 1965.
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Cuando las tropas abandonan el país en 1975, con la caída de Saigon, tras años de vergonzosas derrotas, la conflagración había costado la vida de 58.209 norteamericanos. Los lisiados gravemente heridos eran 150.000 y 2.000 los desaparecidos. Lo peor de todo era que su media de edad era de 19 años. Casi nueve millones sufrieron los “daños colaterales”. Lo que explica el comienzo de las protestas.
[photo_footer]La sociedad norteamericana se dividió con la guerra del Vietnam y nada volvió a ser lo mismo. / Bernie Boston, 1967.[/photo_footer]
Los periodistas circulaban libremente por Vietnam, llenando los hogares estadounidenses de escenas terroríficas transmitidas por televisión a la hora de la cena. De ahí la expresión de McLuhan: “Vietnam se perdió en las salas de estar de los americanos, no en los campos de batallas del Vietnam”. Las autoridades aprendieron la lección. Al acabar con el mensajero, ya no hubo las grandes manifestaciones de entonces, cuando llegaron conflictos como el del Golfo, porque en la televisión no se veían ya más que luces de misiles en la noche como un videojuego.
A diferencia de la televisión, Hollywood era bastante reticente a tratar el tema de Vietnam. Aparte de alguna producción independiente, como la de los moteros de The Losers (1968) con Bill Smith, o el film patriótico de John Wayne, Boinas Verdes (1968), no se hizo ninguna película importante durante la guerra misma. No fue como en la Segunda Guerra Mundial, que el cine se usó como instrumento de propaganda. Es en la segunda mitad de los 70 que se hacen los grandes clásicos sobre Vietnam, como El cazador (1978) o Apocalypse now (1979). De hecho, el trauma se refleja más en El regreso (1978) y la desolación de personajes como Travis en Taxi Driver (1976).
Ha tenido que ser la televisión pública estadounidense (PBS), conocida por su papel crítico en la sociedad norteamericana, la única cadena capaz de producir una serie como la de Ken Burns. El veterano documentalista ha creado ya toda una escuela con sus Florentine Films de cómo usar el material de archivo con las entrevistas de Lyn Novick. Además de la técnica que ha dado su nombre al zoom que se mueve suavemente sobre las fotos, Burns reduce los comentarios al mínimo y nos ahorra el montaje frenético y las dramatizaciones ridículas a las que se dedican hoy canales especializados en documentales, como Discovery o National Geographic.
[photo_footer]Los periodistas circulaban libremente por Vietnam, llenando los hogares estadounidenses de escenas terroríficas transmitidas por televisión a la hora de la cena.[/photo_footer]
Una de las imágenes más conocidas del Vietnam es la de niña que huye desnuda, abrasada por una bomba de napalm, con los brazos extendidos en un gesto de agonía que conmovió a todo el mundo. La chica de la foto, que tuvo el Premio Pulitzer en 1972, Phan Thi Kim Phúc, recibió tratamiento por las quemaduras, pero cuando los médicos la atendieron entonces, no le dieron ninguna esperanza de vida. A los 9 años, su cuerpo fue dejado en la morgue, durante tres días. Es allí donde la encontraron sus padres. Hoy vive todavía, tras 17 operaciones de injerto de piel. Tiene 59 años.
Criada en la religión politeísta, trató de buscar paz interior sin éxito, hasta que a los 19 años encontró una Biblia, que “no podía dejar de leer”. Ese año, en 1982, creyó en Jesucristo, recibiendo el Evangelio. Pidió perdón por sus pecados y rogó a Dios que pudiera perdonar incluso a los que lanzaron la bomba que produjo sus heridas. En 1986 fue a la Universidad de La Habana, donde se casó con un vietnamita, Toan Huy. Al ir de luna de miel a Moscú, el avión hizo escala en Canadá, donde pidieron asilo y se hicieron miembros de una iglesia bautista. Ahora tienen dos hijos.
[photo_footer]Kim Phuc con palabras de perdón ante un veterano arrepentido del Vietnam en Milwaukee.[/photo_footer]
En 1996 salió a la opinión pública, cuando el Día de los Veteranos en Estados Unidos habló a los soldados que habían participado en la guerra, expresando su perdón. El momento más emotivo fue cuando uno de los implicados en el bombardeo de su pueblo, Trang Bang, le pidió perdón y lloraron, abrazados.
“Estaba llena de odio, amargura e ira, hasta que llegué a ser cristiana y encontré paz en mi corazón –dice Kim Phúc–. La imagen y las palabras de Jesucristo, puesto en la cruz, cuando le van a matar, rogando: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’, me ayuda a hacer lo mismo. Cuanto más oro por mis enemigos, más se ablanda mi corazón”. Es la paz que solo Dios puede dar (Juan 14:27), por medio de Cristo Jesús.
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