Demasiado ruido

Uno de los periódicos más conocidos en los Estados Unidos decidió hacer un experimento con el famoso violinista Joshua Bell. Joshua es un músico impresionante, admirado por miles de personas que acuden a sus conciertos y son capaces de pagar grandes cantidades para escucharle tocar en los teatros. La prueba se trataba de interpretar algunas piezas clásicas en una de las entradas del metro de Nueva York, vestido con ropa normal y una gorra para que nadie le identificase, y él aceptó. Lo curioso del caso es que durante varias horas, miles de personas pasaron a su lado y prácticamente nadie se detuvo a escucharle. Joshua interpretaba alguno de los clásicos más conocidos y la música que salía de su violín era idéntica a cualquier otro momento  de sus conciertos… pero nadie supo escucharle.  

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Hay demasiado ruido en nuestra vida. Demasiada contaminación acústica en nuestra alma, no sabemos escuchar lo que realmente merece la pena, ni oír lo que es trascendental para nuestro corazón. Vivimos corriendo de un lugar a otro preocupados por el trabajo, las reuniones, los quehaceres, ¡Preocupados incluso organizando los momentos de ocio! En medio de toda esa locura, hemos dejado de disfrutar con la música más sublime.

Necesitamos parar y abrazar el silencio, la meditación, el descanso… Es imprescindible desnudar nuestro corazón para que la vida tenga sentido. Tenemos que tomar la decisión de pasar mucho más tiempo oyendo la naturaleza, intentando que nuestra alma se llene de la paz que desprende el curso de un río… Es imprescindible que apaguemos absolutamente todo para escuchar a Dios. 

Las muchas ocupaciones no definen nuestra espiritualidad. No tenemos que hacer todo lo que podemos hacer ni correr de un lado a otro para llenar de contenido nuestra vida. ¡Jesús no lo hizo! Al contrario, solía retirarse a lugares solitarios para orar y descansar, llevaba a sus discípulos a la orilla del mar para sentarse y conversar de una manera tranquila; abrazaba a los niños y jugaba con ellos para enseñarnos que deberíamos vivir así… Necesitamos serenar nuestra alma o de otra manera no podremos escucharle a Él. Es imposible oír la voz del eterno en medio de los gritos desgarradores de la ciudad. 

Dios estableció un día a la semana para descansar y escucharle a Él. Nosotros creemos que descansar es ver la televisión o pasar la tarde en internet, las redes sociales, o cosas parecidas ¡Y eso es lo peor que podemos hacer! Nuestra alma solo descansa en el silencio, en el deleite de la naturaleza y la música, en la conversación con el Creador y con quienes amamos… “Envía tu luz y tu verdad, para que ellas me enseñen el camino que lleva al lugar donde tú vives.. .pues tú mi Dios, llenas mi vida de alegría” (Salmo 43:3-4).  El Señor sigue tocando la melodía más sublime que jamás hayamos podido escuchar: es una sinfonía de gracia y luz, una orquesta con instrumentos de verdad y solistas llenos de paz… 

¿Eres capaz de escucharle?