Así, en última instancia, lo que garantiza el valor de lo humano es lo divino. Sería un error evangelístico el comportarse de una forma tan espiritual y rayana en lo pseudodivino que olvidáramos el lado humano de la evangelización, la humanidad de toda la espiritualidad cristiana. Dios no es inhumano.
Es por esto que evangelizar, proclamar el Evangelio y confesar al Dios de la vida entre los hombres, mientras damos la espalda al escándalo de la pobreza, de la injusticia, de la opresión y de la mala redistribución de las riquezas, cuestiones toda que están eliminando la dignidad de las personas y reduciendo a más de media humanidad a la infravida de la exclusión, el hambre y el sufrimiento, es un contrasentido.
Estamos eliminando el rostro humano de Jesús en la evangelización. Dios no es inhumano.
Cuando evangelizamos pidiendo resignación a los oprimidos y excluidos del sistema, diciendo que Dios nos tiene preparado en las esferas celestiales un mundo mejor, estamos ocultando el rostro humano de Jesús, como si el escándalo de la pobreza y de la miseria entraran dentro de los esquemas de la voluntad divina. Estamos eliminando todo lo que de promoción humana hay en todo acto evangelizador. Estamos presentando un Dios que no sufre con el dolor de los pobres y oprimidos, estamos justificando y manteniendo la injusticia haciendo de la religión un acto consolador que elimina el clamor por la justicia y que coquetea con la opresión de los débiles sin pararse a hacer ningún tipo de denuncia y sin convertir a los evangelizadores en agentes de liberación en nuestro aquí y nuestro ahora, como si el Reino de Dios y sus valores fueran exclusivamente metahistóricos. Pero el Reino de Dios con sus valores dignificadores de los débiles “ya” está entre nosotros. Dios no es inhumano.
La evangelización que cae en estos errores contribuye a presentar el rostro de un Dios que es rechazado por los que escuchan estos mensajes inhumanos. Hay muchos que rechazan el concepto de una divinidad ajena al sufrimiento y opresión del hombre por el hombre, el concepto de un Dios que no insta a los suyos a que luchen por hacer justicia al huérfano y a la viuda, a los pobres y desheredados del mundo.
Yo creo que la increencia crece porque el hombre no puede creer en un Dios que se le presenta como ajeno a todo lo humano. No pueden dar crédito a una imagen falseada de Dios, pues, en el fondo, todos llevamos dentro de nosotros algo de la imagen del Dios vivo que garantiza la dignidad de nuestra humanidad y sufre con los que sufren. El tipo de divinidad manipulada que, a veces, presentan algunos evangelizadores, pasa a ser un obstáculo para el avance de la evangelización. Los evangelizadores deben de buscar el rostro humano de Dios. Dios no es inhumano.
El evangelista no debe presentar un Dios insensible a los actos de los opresores en nuestro aquí y nuestro ahora, no debe potenciar la imagen de un Dios capaz de bendecir económicamente a algunos, mientras pide a grandes colectivos empobrecidos que se consuelen con las riquezas que tendremos en el más allá, con la idea de la morada celestial a la que un día tendrán derecho. El evangelista debe transmitir la idea de un Dios que acompaña a su pueblo hacia la liberación de la injusticia y que les quiere convertir no en objeto de la benevolencia de otros, sino en agentes de su propia liberación.
Por eso, en la obra social cristiana no se debe dar exclusivamente el asistencialismo, aunque se dé por ser tan necesario, sino la concienciación por la búsqueda de la justicia en el mundo, la conciencia crítica y capaz de ser denunciadora y buscadora de nuevas vías solidarias para la acogida e integración de los pobres y los proscritos. Hay que hacer una evangelización de rostro humano siguiendo al Maestro, porque Dios no es inhumano.
Dios no es inhumano. Dios sigue deseando que su mensaje se encarne en medio de las estructuras injustas del mundo para que éstas puedan caer hechas pedazos. El mensaje del Evangelio es liberador y quiere conducir a su pueblo por vías de liberación en nuestro aquí y nuestro ahora.
La evangelización debe recrear continuamente ese rostro humano de Dios que se revela en Jesucristo que, en su humanidad divina, nos deja los instrumentos y los valores necesarios para poder hacer una evangelización con rostro humano que desea que toda la humanidad esté llena de vida capaz de conseguir la realización humana de todo hombre… aunque también nos haya preparado esa salvación eterna en la que también todo redimido debe poner su esperanza. Esa salvación ya comienza en al ya del Reino, aunque conserve algunos “todavía no” que no deben eliminar la humanidad de nuestra evangelización.
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