Amor extraordinario

George Matheson le puso letra a una preciosa melodía de Christopher Miner, en Julio del 1882, para dar a luz el famoso himno Oh love that will not let me go (“Oh amor que no me dejarás”). George había comenzado a perder la vista debido a una enfermedad cuando era muy joven. Cuando supo la noticia, su novia le abandonó y le devolvió el anillo de compromiso porque no quería casarse con un invidente.

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Tenía veinte años cuando quedó definitivamente ciego, y sólo su hermana quedó a su lado para cuidarle. George se había licenciado en filosofía en la Universidad poco antes, pero debido a su discapacidad no pudo dedicarse a la investigación como era su sueño. Desde ese momento comenzó a predicar y a hablar de Jesús. Su hermana le ayudaba a preparar los estudios bíblicos que daba en la iglesia, pero al final ella se casó y George se quedó solo en un momento en el que ser ciego significaba, prácticamente, ser un inútil. 

Lo impresionante fue que, durante la boda de su hermana, y cuando más le dolía el corazón recordando cómo su novia le había abandonado, se retiró un momento a un lugar aparte: oró y decidió entregar por completo su “inútil” vida a Dios. En muy pocos minutos compuso el poema que ha sido la inspiración de miles de personas en todo el mundo. George sintió como Dios era el único que nunca le había abandonado, y además, sabía que jamás lo haría en el futuro. En medio del sufrimiento descubrió el valor del Amor con mayúscula, un amor que es más firme que los cielos y la tierra; el amor de Dios: 

“¡Oh! Amor que no me dejarás,

Descansa mi alma siempre en Ti;

Es tuya y Tú la guardarás,

Y en lo profundo de Tu amor,

Más rica al fin será.

¡Oh! Gozo que al venir a mí

Quitaste todo mi dolor,

Tras la tormenta el arco iris vi,

Y el mañana será sin lágrimas,

Mucho más brillante y justo.

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¡Oh! Cruz que levanta mi cabeza

porque todo lo que soy,

mi orgullo, gloria y vanidad

caen al suelo para encontrar en el mismo polvo

una vida interminable 

en la sangre que entregó

Jesús, mi Salvador.”