Francisco de la Torre fue una figura importante en la poesía castellana. Sus versos habrían de dar una de las mayores piezas líricas del (¿parnaso?) español. Para Zamora Vicente, Francisco de la Torre es “el poeta nocturno por excelencia de nuestra vieja literatura”. Una mayoría de sus sonetos fueron compuestos en horas de la noche.

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De su misteriosa vida se sabe que nació en Peñaranda, Salamanca, en 1521. En la Universidad salmantina estudió bachiller en Artes en 1542.

En la Universidad de Alcalá de Henares inició estudios de Leyes Económicas. Casi al fin de sus años se hizo ordenar sacerdote.

En su vida religiosa llegó a ser Rector del Colegio de Marchena y más tarde del Colegio de Sevilla. Durante el siglo XVIII algunos críticos españoles pretendían identificar a Francisco de la Torre con Quevedo. Sin embargo, varias razones de estilo se oponían a tal tesis, ya abandonada. Fue amigo de muchos poetas contemporáneos: Pedro Laínez, Juan de Mendoza y del mismo Lope de Vega. Según uno de sus biógrafos, Ramón García González, Francisco de la Torre murió en Madrid el año 1582, relativamente joven para nuestros tiempos, a los 61 años.

A las pajas en las que nació Cristo

Entre pajas se enciende la divina

Luz de Amor, cuyo rayo al Cielo alcanza,

paja conserva el fruto mi esperanza,

en paja el trigo su alto peso inclina.

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Propiamente en su forma se examina,

la empresa a que Amor Niño se abalanza,

que una sobre otra es Cruz, la larga es Lanza;

la corta, Clavo; la más corta, Espina.

Pero la paja es leve, ¿y la acomodo

a grave leño, a lanza, que infiel raja,

a espina, y clavo de tirano modo?

Mas ¡ay! que así se ajusta, el que así baja,

que hierro, acero, Espinas, Cruz y todo,

en quien muere de amor, monta una paja.

Similitud de la nieve, y el alma

Cae la hermosa nieve de la altura,

desciende el alma noble de hacia el Cielo,

la nieve se introduce en el vil suelo,

y en la tierra del cuerpo el alma pura.

Poco en la tierra el bello candor dura,

y poco el alma, que la vida es vuelo,

pisadas manchan de la nieve el velo,

y error la faz del alma desfigura.

Llama a nieve el Sol con luz severa,

tira la parte leve hacia sí mismo,

la grave en río al valle se exonera.

Llama Dios el alma a sí en el paroxismo,

la sutil en virtud sube a la esfera,

y la pesada en culpa va al abismo.