Rompiendo las reglas

Brad Pitt interpreta en la película Rompiendo las reglas (Moneyball, 2011, dirigida por Bernett Miller) a un gerente de un grupo deportivo, en una historia basada en la vida real. Cuando se presentó el film, el actor reconoció en una entrevista a la revista Fotogramas: “Mi gran suerte es poder trabajar con gente más inteligente que yo”.

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¡Esa es una gran decisión! Espero que el actor lo haya dicho sinceramente, porque hoy hay mucha gente que cuando forma su equipo (sea en el trabajo que sea), se rodea de personas que consideran “inferiores” a ellos porque no quieren que nadie les haga “sombra”. Ese es uno de los mayores errores que pueden cometer, porque las grandes mentes necesitan a otros superiores a ellos mismos para crecer y descubrir nuevos horizontes. Cuando somos nosotros los que tenemos que ir arrastrando a los demás, mal asunto. 

Todo parte de una equivocación: el hecho de creernos superiores a otros. Eso suele ser la causa de nuestras quejas, desilusiones e incluso de nuestro desasosiego: pensar que el mundo nos pertenece y que todos tienen que satisfacer nuestros deseos porque tenemos derecho a nuestra felicidad. Al final, todos elegimos nuestra actitud. Quejarnos o agradecer, esa es la cuestión. Pero antes de decidir no olvides que las personas negativas no sólo no consiguen soluciones, sino que suelen aumentar los problemas; viven en la lamentación, la murmuración, el pesimismo…. ¡Y las quejas no llevan a ninguna parte!

Deberíamos aprender, de una vez por todas, que es mucho mejor encender una luz que lamentar la oscuridad. Por si no lo sabías, en cierta manera somos lo que pensamos porque el pensamiento negativo genera energía negativa que, con el tiempo, se transforma en enfermedad: enfermedad personal y social también. Hace años me contaron la historia de un hombre que llevó a su perro a una casa, donde vio varias docenas de otros chuchos con los que jugar, y ese perro se pasó toda la tarde saltando y divirtiéndose. Al poco tiempo, otro hombre entró con el suyo y solo pudo estar unos segundos, porque su perro les ladró a todos porque los veía agresivos. En el cartel de la entrada del lugar decía: “La casa de los cien espejos”. 

Puede que no todo sea tan simple, pero en muchas ocasiones, cuando agradecemos recibimos agradecimiento, y cuando nos quejamos, otros se quejan por lo que nosotros hacemos. El mundo sería muy diferente si aprendiéramos a agradecer, aunque creamos que somos demasiado insignificantes como para cambiar nada. Recuerda que una abeja es también muy pequeña, pero produce lo más dulce que existe, la miel.

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Nuestra vida sería diferente si aprendiéramos a amar sin esperar nada a cambio, si supiéramos trabajar y ayudar a los demás. Jamás debemos dejarnos llevar: la pereza no es cristiana: ^”Obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento;  al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor” (2 Pedro 5:7).