El beso más difícil

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No muchos deportistas tienen monumentos dedicados a ellos. Carlos José Castilho es una de las excepciones, existe un busto suyo en la sede del Fluminense Club de Fútbol, en el que se puede leer esta inscripción: “Transpirar la camiseta, derramar lágrimas y dar sangre por Fluminense, muchos lo han hecho. Sacrificar un pedazo del propio cuerpo sólo uno: Castilho”.

La placa no exagera, porque Carlos, quizás el mejor portero de la historia del club (jugó más de 700 partidos) tomó en 1957 la determinación de amputarse una parte de su dedo meñique izquierdo. Castilho había sufrido varias lesiones en ese dedo (Hay que recordar que los porteros no llevaban guantes hasta los años 70) y cuando tuvo una nueva rotura, el tiempo de recuperación era muy largo, así que, tras meditarlo, el hombre se hizo amputar parte de su dedo y coronó aquel 1957 obteniendo un título con su equipo.

Cuando estamos pasando por momentos difíciles, lo que hace la diferencia en nuestra vida son las decisiones que tomamos, y esas decisiones son definidas por lo que tenemos en nuestro corazón, aquello a lo que amamos y por lo que estamos dispuestos a sacrificarlo todo. Pero no está de más que recordemos que nunca pasamos esos momentos solos, Dios siempre nos acompaña. Desde que le recibimos en nuestra vida, nada ni nadie puede separarnos de Él, y esa es una promesa que no se plasma solo en la eternidad, sino que comienza a ser real en nuestro día a día.

“Dios es quien me da fuerzas...quien me hace estar firme en las alturas, quien me entrena para la batalla” (Salmo 18:32-33). Nuestra vida no termina por muy difíciles que parezcan ser las situaciones por las que estamos pasando. Dios siempre nos da fuerzas para hacer el bien, Él nos regala el tiempo para usarlo en aquello que merece la pena: 

Tiempo para dedicar a nuestra familia,

Tiempo para recuperar amistades,

Tiempo para amar, ayudar y construir,

Tiempo para meditar y orar;

Tiempo para perdonar y restaurar…

¡Que no haya un día definitivo! Es decir, un día en el que nuestro enfado sea tan grande que no sepamos volver a casa. Que lo que ocurra en nuestra vida no nos marque de tal manera que ya no podamos volver atrás… Porque el beso más difícil no es el primero sino el último, el abrazo que nos llena de dolor es aquel que ya no podemos dar.