La evangelización, a veces, se hace con la mirada puesta en el más allá, pensando en temas salvíficos metahistóricos buscando la salvación del hombre para el más allá. No podemos decir que esto sea un error, aunque echamos de menos facetas importantes en relación con los estilos evangelizadores del Jesús histórico, del Evangelio del Humano. La Navidad nos puede ayudar a seguir este sentir humano del Evangelio.
La Navidad nos puede recordar que, para la evangelización, en esa línea de horizontalidad en la que se da todo movimiento evangelístico, en línea con la projimidad, en busca de la redención del prójimo, no estaría de más que compensáramos las corrientes evangelizadoras de presentar un Evangelio divino, con otras líneas en donde se pueda palpar el Evangelio del Humano, el Evangelio del Hijo del Hombre. La Navidad nos lo recuerda. Dios se humaniza.
La Navidad nos recuerda que la evangelización no la hicieron los ángeles desde perspectivas del más allá, para darnos un sentido de la vida verticalmente orientada en relación con la vivencia de una espiritualidad cristiana desencarnada, sino que los valores evangelizadores del Reino irrumpen en nuestra historia de mano de un Jesús que desciende, dejando su trono y su esplendor, para vivir una existencia plenamente humana identificándose con los que sufren, llorando con los que lloran y denunciando toda injusticia, se diera esta en el ámbito religioso o en el ámbito de lo social o económico. La Navidad nos lleva al ámbito de lo humano, del Dios hombre.
Es Navidad. No es necesario renunciar a nuestra humanidad para llegar a Dios, no es bueno presentarnos en la evangelización como personas que intentamos tocar el cielo y ser más semejante a los ángeles sin identificarnos con lo humano. No es bueno espiritualizar todos los términos de nuestra tarea evangelizadora. El evangelista debe ser un testigo del Evangelio del Humano, del Evangelio de un Jesús, Hijo del Hombre, que nos presentó a un Padre al que podíamos comprender desde nuestras capacidades humanas, desde nuestras posibilidades como hombres.
Es Navidad. Dios se hace hombre. Toda persona que sigue a Jesús compartiendo su Evangelio, debe ser profundamente humano y, desde ahí, vivir su humanidad en una relación solidaria con todo prójimo que está preso y oprimido por relaciones de vida inhumanas. El evangelista, la iglesia evangelizadora, debe favorecer todo tipo de promoción humana, identificarse con los que sufren por razones de la inhumanidad de muchos y presentar al mundo unos valores del Reino en línea con la dignificación humana de los hombres. Sólo así seremos capaces de hacer una evangelización que nos acerque a lo divino, una evangelización que siga los valores y los parámetros del Humano, del Hijo del Hombre. Sólo así podremos tocar el cielo, la oferta de salvación eterna. Tocamos el cielo cuando abrazamos al humano sufriente. Hagámoslo. Es Navidad.
La Navidad nos muestra el camino al Padre. Este camino, era un Jesús humano que, para ser tal camino, tuvo que despojarse y anonadarse compartiendo nuestra vida identificándose con los más humildes, con aquellos que por causas sociales, religiosas o políticas, por búsquedas de purezas inhumanas de muchos religiosos, por causas de considerar malditos a los ignorantes o castigados por Dios a los enfermos, estaban tirados al lado de los caminos implorando misericordia. Celebramos la Navidad si también nos anonadamos compartiendo nuestra vida, nuestro pan y la Palabra.
Navidad. Camino humanado para llegar al cielo. El camino al Padre era Jesús mismo, un camino, en parte humano y humanizador, el Jesús de la historia que anduvo entre nosotros haciendo bienes. Jesús fue el Humano para ir delante de nosotros para mostrarnos el camino a seguir… quizás hasta la muerte por identificarse hasta lo sumo con las problemáticas humanas. Si Jesús hubiera hablado desde una espiritualidad insolidaria y desencarnada, no hubiera llegado a la muerte, pero la muerte era parte de su vida plenamente humana, intentando redimir lo humano con unos valores que también perseguían toda injusticia inhumana. La salvación eterna que comunicaba comenzaba ya en el presente histórico en forma de liberación y promoción humana. La evangelización no debería eludir estas líneas. La iglesia, identificada con los humano y con el Humano, debería abrir nuevos caminos de solidaridad para con los inhumanamente tratados. Eso es parte de la Evangelización y nos lo recuerda la Navidad.
La Navidad nos recuerda que los cristianos, a lo largo de la historia humana, tienen que compartir la vida, el pan y la Palabra. Quizás compartir la vida hasta la muerte, si es necesario. Única forma de generar vida abundante para la eternidad y para nuestro aquí y nuestro ahora. Esto son caminos evangelizadores y redentores en línea con la misión evangelizadora de Jesús el Humano. Lo humano es imagen de Dios, aunque Jesús sea su imagen perfecta. No lo olvidemos. Así, lo divino y lo humano están en una relación de cercanía y de cierta identificación. Quizás en relación de semejanza como lo están el amor a Dios y el amor al prójimo. La evangelización debe de ser humana y humanizadora. Es un mensaje navideño.
Es Navidad. El Humano no podía aguantar las injusticias contra el ser humano, las desigualdades, la marginación o el despojo de los pobres… porque eso es inhumano. La evangelización debe ser sensible a estos hechos y circunstancias. Es por eso que Jesús evangelizó desde el lado de los pobres y oprimidos… era el Humano. No podía ser de otra forma. Por eso la evangelización debe ser liberadora y debe promocionar socialmente la vida de los hombres en busca de una mayor justicia social, en busca de la paz y una mayor igualdad entre los hombres. ¡Señor, ayúdanos a evangelizar desde lo humano… desde el Humano! ¡Gracias por tu humanidad, divino Jesús! Gracias por la Navidad.
Si quieres comentar o