Hacia una cultura de paz

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Siguen sonando los tambores de guerra con la situación entre Rusia y Ucrania. Según Borrell es la situación más complicada para la paz en los últimos treinta años. Y es que la paz es algo muy frágil que hay que mimar, cuidar con mucha atención. Es un arduo trabajo el intentar que en el mundo haya una Cultura de Paz que, en el fondo, es la búsqueda de lo justo en el ámbito humano. 

La problemática está cuando los hombres no se ponen de acuerdo en qué es lo justo. ¿Es que acaso esto es algo subjetivo? Cuando este diálogo falla, es cuando llega el espacio de las armas bélicas, de los soldados, de la violencia, de la guerra. 

Así, pues, para forjar en el mundo una Cultura de Paz, es necesario emparentarla con la búsqueda de la justicia en el mundo. Un lema que podríamos afirmar es que no hay paz sin justicia. Es imposible tener en el mundo un árbitro que defina lo justo en cada situación, en cada lugar, en cada conflicto, pero, en general, la búsqueda de lo justo es lo que puede ir configurando lo que es una cultura de paz. La justicia buscada con las armas es la paz de los cementerios.

Vuelvo al aserto bíblico: para configurar una auténtica Cultura de Paz, es necesario que esta paz se bese con la justicia. Un beso necesario hoy en el mundo si es que es verdad que buscamos la paz. Yo creo que la mayoría de las confesiones religiosas hablan de buscar la paz, de potenciar esa paz tan deseada en el mundo. Los cristianos no somos ajenos a ello y la potenciación de una Cultura de Paz debería ser uno de nuestros objetivos más buscados.

También tenemos la Declaración Universal de los Derechos Humanos que condena la violencia, las torturas, las penas y tratos crueles, los tratos inhumanos y degradantes. Temas que se dan en torno a las guerras, aunque no únicamente, porque también se pueden dar torturas, incluso económicas y de despojos de los débiles, en tiempos quizás mal llamados de paz. Debemos trabajar para que la auténtica paz nunca sea una violencia institucionalizada.

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El tema de una Cultura de Paz no es fácil trabajarla en el mundo de hoy. En muchos países en los que, realmente, no se puede hablar de guerras, vemos violencias contra los migrantes del mundo, incluso en nuestro país en lugares como los CIES en donde esperan hay muchos inmigrantes en espera de repatriación. No es fácil, no, el buscar o trabajar por una Cultura de Paz. 

Así, en ámbitos más peligrosos y tensos entre los humanos, las guerras, las torturas, los despojos, los actos brutales en muchos ámbitos y todo tipo de violencias ligadas a las relaciones internacionales, a la lucha política y al desarrollo tan desigual de las sociedades, es la gran constante en la historia de la humanidad. La violencia sociopolítica, económica, de dominio de territorios, de fronteras, de razas y culturas, no se ha podido evitar. 

Sin embargo, el concepto Cultura de Paz sigue ahí retándonos a todos, también a los cristianos. La Cultura de Paz es una meta o un objetivo por el que los cristianos debemos trabajar, hacer denuncias, levantar nuestras voces y potenciar acciones siempre pacíficas en busca de este bien tan necesario para todos: la paz.

Cultura de Paz. Quizás el problema esté en que no hemos podido alcanzar en plenitud lo que implica el segundo concepto, el de cultura, el de crecimiento del hombre en su humanización, en el abandono de todo egoísmo humano. Mientras que el concepto de Cultura no se entienda en el mundo de forma amplia, va a ser difícil hablar de Cultura de Paz. Quizás es que los parámetros y líneas de una Cultura de Paz, deberían ser nuevas, hacer una nueva creación de la importancia de esos parámetros y conceptos. ¿Acaso tenemos modelos de Cultura de Paz, o es algo totalmente inédito y novedoso que el hombre ha de trabajar en nuestro aquí y nuestro ahora? ¿Hasta dónde ha llegado la cultura y la civilización del hombre? Debemos ser humanos, mucho más humanos, pues el hombre lleva estas semillas en su interior.

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¿Se podría unir el concepto de Cultura de Paz al concepto de vivencia de la auténtica espiritualidad cristiana? ¿Es en esto en lo que estamos fallando? ¿Vivimos una espiritualidad cristiana raquítica y, en muchos de los humanos, totalmente muerta? ¿Hay conceptos de una Cultura de Paz en los temas proféticos con los que entronca Jesús mismo? ¿Son todos estos temas irreales, no conseguibles, inútiles o, en su caso, utópicos? ¿Qué pueden aportar los cristianos a una auténtica Cultura de Paz? ¿Qué pueden aportar los valores del Reino a todos estos temas tan sensibles?

¿Es que, acaso, la Cultura de Paz está en las rutas de la utopía? Pues, aunque así fuera, debemos ir ganando pequeñas parcelas a esa meta utópica para acercarnos cada vez más a ella. El mundo necesita también que los cristianos sean utópicos y soñadores, pero soñadores siempre activos, y siendo las manos y los pies en medio de un mundo violento. Que podamos llegar a ser agentes visionarios de una Cultura de Paz.

La paz nunca puede estar basada en el miedo a las armas, a la fuerza y violencias mal utilizadas en las guerras siempre mal llamadas justas, ni en los tratos crueles, ni en las torturas ni en el derramamiento de sangre. Basar nuestra paz en la violencia de las armas o de los soldados armados hasta los dientes, nos conducirá de nuevo a la paz de los cementerios o a las violencias institucionalizadas. Es una locura pensar que la seguridad puede depender de las guerras, de eliminar vidas o llenar de miedos, temores y angustias a poblaciones enteras.

Señor, que la paz y las negociaciones sobre ella lleguen a buen término en los lugares de guerra, y que no se produzcan actos bélicos ni violencias inhumanas en torno a lo que tanto se habla en nuestros días: las relaciones entre Rusia y Ucrania o las necedades que pueden venir de otros países que contemplan esta situación armados hasta los dientes.