La cita con el pecado llega a parar en la muerte, aunque realmente su estación término es el infierno.
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Una de las odiseas actuales consiste en lograr obtener una cita presencial en alguna entidad cuyos servicios nos son necesarios. Lo que antes se daba por sentado, ahora resulta ser toda una aventura, en la que no hay ninguna garantía sobre el resultado. La desesperación que puede provocar llamar a un teléfono, donde supuestamente te atenderán para darte cita, pero que nadie descuelga, la página donde podrás escoger el día y la hora, pero que no funciona, o la cola interminable de gente aguardando lo mismo que tú en la calle, son algunos de los escollos que surgen al paso del que la busca, de tal manera que poder conversar cara a cara con el empleado o funcionario sobre la gestión a resolver, se ha convertido en un favor por el que hay que estar muy agradecido.
Pero el problema se sigue agudizando cuando intentamos que nuestra cita sea simplemente telefónica, dado que la presencial es imposible, y lo que nos saluda al otro lado del hilo telefónico es un robot, programado para responder a ciertas preguntas y frases, fuera de las cuales no entiende lo que le estamos diciendo. ¡Cuánto daríamos porque un ser humano estuviera escuchándonos y hablándonos! Pero no, nuestro interlocutor es una máquina. Y si nos remite a una web, teniendo en cuenta que hay un amplio sector de la población que no maneja bien, o no maneja en absoluto las modernas tecnologías, entonces la desesperación alcanza cotas desmesuradas.
¡Qué difícil es lograr una cita presencial! Y cuando se logra, dado el estado de susceptibilidad e irritabilidad que nos domina, el citado en ocasiones es contemplado como una amenaza, un intruso que está donde no debería estar, haciendo lo que no debería hacer. Incluso en entidades donde el citado es un cliente, puede provocar una reacción de sospecha y recelo, al ser considerado un incordio y una molestia.
Sin embargo, qué asequibles resultan otro tipo de citas presenciales, en las que no hay, en apariencia, ningún problema y todo es prometedor y encantador. De hecho, hay muchas posibilidades que se presentan para las mismas, pudiendo escogerse entre una variedad de opciones, a gusto del que las busca. Mientras que para las otras citas presenciales todo son dificultades, para estas otras citas todo son facilidades.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras, le obligó con la zalamería de sus labios. Al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para ser castigado; como el ave que se apresura a la red y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón.’ (Proverbios 7:21-23). Aquí se está describiendo una determinada cita presencial y sus resultados. Aunque han pasado tres mil años desde que el texto fue escrito, no ha variado un ápice la esencia del mecanismo que la mueve, consistente en un hombre y una mujer embarcados en una furtiva aventura sexual. Ella es una maestra en el arte de la seducción y él un ávido buscador de eso mismo. Como los polos de signo opuesto de un imán se atraen, así la persuasiva y el lascivo se encuentran. Y si existe alguna reticencia por parte de él, ella desplegará sus recursos para vencer cualquier atisbo de duda.
Hay todo un discurso por parte de la mujer, con dos características principales, como son la locuacidad y la adulación, dirigido a desmantelar las últimas reservas y temores que el hombre pudiera todavía albergar. ‘Muchas palabras’ indica, por un lado, la cuantiosa retahíla argumentativa que esgrime, pero, por otro, indica la mucha pericia empleada, porque el vocablo que se ha traducido como ‘palabras’ tiene el significado de ‘saber’, de manera que estamos ante una experta en la destreza en el uso del discurso, con palabras muy bien escogidas. No es ninguna aprendiz, que acaba de salir del cascarón. La adulación es la otra característica de su discurso, porque nada hay más embriagador que la lisonja y el halago.
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Con estos procedimientos, ante alguien ya de antemano predispuesto a dejarse convencer, el resultado es la aniquilación del buscador de la cita, que queda cautivo, sin posibilidad de vuelta atrás. La expresión ‘al punto’, muestra que de súbito e instantáneamente, sin ninguna demora ni dilación, el hombre se va detrás de ella, para la consumación de la cita. La prisa es expresión de que su voluntad está totalmente en manos de la mujer.
Pero esta cita no es solamente con el pecado, también lo es con la muerte. El discurso de ella es que solamente es con el pecado y así lo cree él también. Pero la realidad es otra, como muestran las tres ilustraciones que a continuación describen lo que ocurrirá con el buscador de la cita. Una es la de la res, siendo llevada al degolladero, sin sospechar adónde va. Otra es la del ave, lanzada en picado sobre la escondida red que no ve, atraída por un señuelo mortal en ella. Otra es la del necio, que en cadenas se dirige al castigo.
Y así es como la cita con el pecado llega a parar en la muerte, aunque realmente su estación término es el infierno.
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